Capítulo 37

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La tensión podía cortarse con un cuchillo.

Tanto Fuensanta como Manuel estaban sentados en su sitio, mientras que Paco ocupaba el que solía ser de Valeria; esta se encontraba frente a su primo, León a su lado y José frente a su mujer. Los únicos que conversaban eran los hermanos y la cuñada. De vez en cuando los amigos hablaban y reían en voz baja y eso provocó que Manuel se sintiera ajeno dentro de su propia familia. Sin embargo, vio algo en el rostro de su prima que le hizo sospechar que algo no iba tan bien como quería demostrar. También se percató de las extrañas miradas a su padre, José, y no supo cómo tomarse aquello. «Tendré que intentar hablar con ella a solas», se dijo a sí mismo. Otra cosa es que pudiera hacerlo estando allí su amigo.

Su mirada se cruzó en varias ocasiones con la de ella, pero apenas la mantuvo unos segundos y eso le preocupó mucho. Limpió las manos con la servilleta y la soltó sobre la mesa antes de levantarse sin que el resto se lo esperara.

—Lo siento, no tengo hambre.

Recogió sus cosas y las llevó a la cocina antes de salir al patio en dirección a su caseta.

En el salón, el silencio predominó unos segundos antes de que Valeria, con decisión, se levantara de la mesa con una idea en mente.

—Voy a ver lo que pasa, vosotros quedaos aquí.

Mientras iba hacia el exterior, se sorprendió por la iniciativa tomada. «Quizá eso debió ser algo que dijera la tía o el tío, pero...». Dejó el pensamiento en el aire cuando el frescor de la noche le dio en la cara. Inspiró hondo y no se detuvo hasta llegar a la puerta metálica.

—Quiero estar solo —dijo él desde el interior.

—Soy yo, Valeria, ¿puedo pasar?

Al no obtener respuesta, lo hizo igualmente y cerró la puerta para mantener la intimidad en caso de que alguno saliera al patio. Lo encontró sentado en el sofá con la cabeza hacia atrás, apoyada en el respaldo.

—¿Qué te pasa? —quiso saber.

Manuel suspiró y se levantó para enfrentarla.

—No, ¿qué te pasa a ti? Desde que volviste para cenar te noto muy rara y distante, sobre todo conmigo. Con tu amigo no dejabas de reírte y de comentar cosas, mientras a mí me ignorabais.

Valeria no supo qué decir y se quedó en silencio durante unos segundos.

—Y luego está las miraditas que echabas a mi padre —agregó—. ¿Qué ocurre? ¿Ha pasado algo de lo que no me haya enterado? ¿Desde cuándo ese afán por fulminarlo?

Su prima ocultó la boca tras sus manos al verse descubierta.

—¿Por qué no dices nada? ¡¿Qué coño pasa?! —insistió.

Ni siquiera él supo si estaba enfadado o solo molesto por no entender nada de lo que pasaba con ella. Valeria suspiró.

—¿De verdad quieres saberlo? —intervino.

Aproximó sus pasos hasta donde estaba él y rodeó el mueble para situarse enfrente de su primo.

—Por favor... —rogó.

Valeria no estaba lista para hablar de ello, ni siquiera estaba segura ni tenía pruebas, pero si él quería saber... Sí él quería saber, se lo diría, quizá así podrían zanjar las cosas entre ellos de una vez. No era lo que deseaba, pero las circunstancias la obligaban.

—¿Y si te dijera que cabe la posibilidad de que seamos hermanos?

Manuel abrió los ojos.

—¿Cómo? —Parpadeó varias veces, entre incrédulo y confuso—. ¿De dónde has sacado eso?

—De algo que sucedió hace mucho tiempo y que no he sabido hasta hoy —confesó.

Recordó la historia que su padre le contó y la rabia volvió a adueñarse de su cuerpo. Le dio la espalda a Manuel y se abrazó a sí misma. Él dio dos pasos para acercarse y la sujetó por los hombros.

—Cuéntamelo.

La pelirroja, al escucharlo tan cerca, notó cierta electricidad que subía por su espalda, provocando que su cuerpo temblara. Cerró los ojos y se mordió el labio, reprimiendo sus anhelos un poco más.

—Está bien —cedió.

Volvió a girarse y quedó a escasos centímetros de su primo. El aire pareció faltarle cuando sus ojos se posaron sobre los de él, que la miraban con ternura. Bajó los brazos y él la abrazó, consiguiendo que Valeria empezara a sollozar de impotencia. Ambos se sentaron segundos después y ella retiró las lágrimas de sus mejillas.

—El regreso de mi madre lo ha jodido todo un poco más —comenzó a decir—. No solo por su actitud con nosotros, sino por todo el secretismo que se trae. ¿Por qué quedarse en casa de su cuñado cuando podría haberse quedado en la nuestra? Claro, no le interesaba porque las cosas entre mi padre y ella no habían terminado tan bien como me hizo creer. Mi padre me lo confirmó, ya sabes... Por eso decidí alejarme unos días de los dos. Y aunque ella intentó por todos los medios recuperar el tiempo perdido desde que me vine con mi padre, algo en ella me hizo desconfiar desde el primer momento.

»La escuché hablar esa tarde con alguien por teléfono. ¿Recuerdas que vine a hablar con ella y me dijiste que estaba en el patio? Pues ojalá no hubiera salido a su encuentro... —Notó que un nudo se formaba en su garganta y en su estómago—. Hablaba de nosotros, de sus sospechas, y al final dijo que jamás confesaría que somos hermanos.

—Con razón saliste huyendo...

—Sí, no me lo podía creer... Desde entonces he estado un poco extraña, sí, pero pensé que fueron cosas mías y que tal vez no hablaba de nosotros. Nunca se sabe, ¿verdad? —continuó ella—. Que se fuera hoy ha sido un gran alivio, pero no fui capaz de preguntarle directamente si era cierto o no lo que dijo. Por eso acudí a mi padre, porque sabía que él tendría que saber algo sí o sí, pero lo que me contó me ha afectado más de lo que pensaba...

Dejó de hablar y tragó saliva con dificultad. Dudó durante unos instantes si continuar o no con el relato.

—¿Y qué fue lo que te dijo? —indagó Manuel.

No iba a quedarse con la intriga, no después de todo lo que ella dijo. Valeria volvió a morderse el labio, indecisa. Cerró los ojos para reprimir las lágrimas que amenazaban con salir, pero al abrirlos algunas escaparon hacia sus mejillas.

—Me dijo que... Mi madre lo engañó con su propio hermano.

—No puede ser... —murmuró—. ¿Mi padre?

Sucumbir a lo prohibidoTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang