Capítulo 49 | Parte 2

569 74 133
                                    

Cuando Valeria recibió la invitación de Margarita, se sorprendió y extrañó por partes iguales. Un extraño presentimiento la invadió, pero se atenuó cuando León llegó al piso. Ninguno de los dos pronunció palabra mientras bajaban las escaleras y salían a la calle. No dejaban de pensar en la última vez que estuvieron juntos y en lo mal que terminaron las cosas, aunque León se esforzara por demostrarle que no era así.

Fueron en el coche de Valeria al pueblo, ya que él tenía pensado pasar la noche con ella. Permanecieron en silencio hasta que, sin aguantarlo más, la conductora habló.

—¿Estás molesto por lo que pasó la última vez que nos dimos?

León volteó la cabeza para mirarla.

—No lo estoy, pero me apena que aún no demos un paso más... Es decir, me apena no haber conseguido que te olvides de él.

Valeria no dijo nada, solo se mantuvo pensativa durante unos segundos y con la vista clavada en la carretera. León desvió la mirada de nuevo hacia la ventanilla, apoyó la cabeza en su mano y exhaló el aire lo más despacio que pudo.

—Lo siento... —se disculpó al cabo de unos minutos—. No es culpa tuya que yo no consiga olvidarlo ni aunque haya puesto distancia entre nosotros.

El chico volvió a observarla sin perder detalle a sus gestos, hasta que Valeria giró la cabeza al detenerse en un semáforo y se topó de frente con sus ojos verdes arrepentidos.

—Quizá no fue buena idea.

—¿A qué te refieres? —quiso saber ella.

—A mi absurda idea de que lo intentaras conmigo. Estaba claro que fracasaría desde antes de comenzar, pero aun así seguí adelante con el plan. En mi mente sonaba bien...

Valeria, que había vuelto a centrar su atención en la carretera cuando el semáforo se puso en verde, resolvió pararse a un lado para hablar mejor con León. Una vez se estacionaron, la pelirroja giró el cuerpo en el asiento todo lo que pudo para observarlo bien.

—En tu mente y en la mía, León, pero que no lo hayamos conseguido no quiere decir que no sigamos intentándolo, ¿no es así? —espetó con el rostro serio y la voz aparentemente serena—. De verdad quiero hacer todo lo posible y... tú me gustas, no es como si lo hiciera por pena. Jamás lo haría por pena.

León quedó sin palabras ante las de ella y poco a poco sonrió, aunque no de forma amplia.

—Tienes razón... —admitió—. Si no lo intentamos, no sabremos si lograremos que te olvides de Manuel, pero siento que será más complicado ahora que he vuelto a trabajar.

Chasqueó la lengua al terminar de hablar y ella sonrió al ver la mueca que se formó en el rostro de su novio. Reconoció en su mente que algo se removió dentro cuando pronunció el nombre de su primo, pero lo dejó pasar con la intención de retomar la marcha.

—¿Estás mejor?

—Sí, gracias —respondió él con una sonrisa.

Llegaron a casa de los tíos de Valeria minutos después. Cuando entraron tras ser recibidos por Fuensanta, encontraron a todos los invitados reunidos en el patio, sentados en torno a una mesa que habían improvisado con una tabla de madera y tres patas del mismo material. Cuando la pelirroja, al salir al patio, vio a Manuel con su mano entrelazada con la de Margarita, sintió que su corazón dejaba de latir por un segundo. León, que se dio cuenta del pequeño cambio en ella, la tomó de la mano con una sonrisa.

—Estoy contigo, nena —le dijo al oído.

Valeria sintió como si una corriente eléctrica la recorriera de arriba abajo y se concentrara la intensidad en su espalda. Volteó la cabeza hacia León, quedando los dos a poco de besarse. Alguien carraspeó y los dos se giraron a la vez en busca de quien lo hizo. Era Manuel, que se había girado en cuanto supo que los dos estaban allí.

Sucumbir a lo prohibidoWhere stories live. Discover now