Capítulo 6

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No sabía por qué había metido en la maleta improvisada ese camisón que hacía tiempo que no se ponía. Y no porque ya no le quedara bien, sino porque era una pieza de lencería que no solía usar para dormir. Sin embargo, en esas condiciones no tendría más remedio que ponérselo porque con los nervios había olvidado llevarse uno de sus pijamas. Dejó la prenda sobre la cama y suspiró. Observó a su alrededor la decoración de la habitación y encontró varias fotos en el escritorio, al que se acercó para verlas mejor. Tomó uno de los marcos con su mano derecha y miró con atención la foto en la que solo aparecía Manuel delante de un edificio religioso que no supo identificar. Estaba guapísimo. Después la nostalgia se apoderó de ella al reparar en una foto de cuando ambos eran niños. Acarició la superficie y sonrió presa de los recuerdos.

Tres toques en la puerta interrumpieron sus pensamientos.

―Ya está preparada la cena ―anunció su tía.

Valeria soltó el marco con la foto de ambos y fue hasta la puerta. Cuando la abrió, su tía estaba yendo hacia el comedor. La siguió con los recuerdos aún recientes en su memoria. Se preguntó cuánto tiempo había pasado desde su despedida, ya que desde que se volvieron a ver sintió como si nunca hubieran estado separados.

―Espero que te guste la cena, son sobras de la semana, pero te aseguro que está todo muy rico ―aseguró Fuensanta con una sonrisa.

Ella le correspondió con el mismo gesto y asintió.

―Seguro que sí.

Su tío y su primo ya estaban en la mesa, así que se dirigió hacia la única silla que quedaba libre al lado de Manuel. El corazón empezó a latirle más deprisa en cuanto se sentó. ¿Qué le estaba pasando?

Estaba sentada a su lado y en su casa, bajo su mismo techo, y por si fuera poco dormiría en su habitación, aunque él no lo hiciera en el mismo sitio. Gracias a que Manuel podía dormir en su propio estudio, Valeria podía pasar con ellos esos días antes de que su padre volviera.

Después de la cena volvió a la habitación para cambiarse de ropa y leer un poco antes de dormir. Guardó la ropa que se había quitado en la maleta, bien doblada, y se acercó al armario para curiosear. Al abrir la puerta encontró los pantalones y camisas de Manuel colgados en sus perchas. En los estantes había camisetas dobladas y algunos botes, entre los que destacaba el de la colonia que usaba. Cogió con cuidado el frasco y lo sacó para observarlo de cerca. Era cuadrado y el líquido ocupaba poco más de la mitad del recipiente. Lo destapó y acercó a su nariz para aspirar el aroma con los ojos cerrados. En su mente apareció la imagen de su primo con el pelo revuelto, su barba de pocos días y una sonrisa que le derritió el corazón. Abrió los ojos de golpe y, sin querer, al intentar cerrar el frasco algo de colonia salpicó sobre su propio camisón.

―Genial... ―murmuró.

Cuando al fin consiguió cerrarlo, volvió a colocarlo en su sitio y cerró el armario.


···


Solo fue capaz de dormir dos horas. Despertó a las dos de la madrugada con sed y se levantó para ir a la cocina. Salió de la habitación con la linterna del móvil encendida, caminó por el estrecho pasillo y entró en la cocina, que se encontraba a la izquierda, cerca del comedor. Encendió la luz y se acercó hacia el mueble donde se encontraban los vasos. Cogió uno de ellos y lo colocó bajo el grifo. Al girarse para beber apoyada sobre la encimera, se sobresaltó.

―¿Qué haces aquí? ―preguntó en susurros.

Manuel parpadeó varias veces, acostumbrándose aún a la luz artificial.

―Venía a por mi botella de agua. Olvidé llevármela y me he despertado con ganas de beber ―explicó mientras se acercaba a la despensa.

Valeria le observó desde su posición mientras bebía algunos sorbos.

―Si sueles llevarte todas las noches la botella, ¿cómo es que hoy se te ha olvidado?

Desde el interior de la despensa, Manuel se detuvo con la botella en la mano. Pasó la mano por su pelo rizado antes de girarse para salir.

―Quizá tu presencia en esta casa me ha despistado ―bromeó.

Al verle salir de la despensa se fijó en sus facciones masculinas, en su barba de varios días y en sus sensuales labios. Una imagen fugaz pasó por su mente y provocó en ella una sacudida. Siguió bebiendo hasta que el líquido desapareció a través de sus labios. Se giró para dejar el vaso en el fregadero, pero no volvió a encarar a su primo. Apoyó las manos sobre la encimera.

―Era una broma, Val ―dijo, pensando que se había enfadado.

―Tampoco quiero pensar que molesto...

Manuel se acercó a ella con rapidez y apoyó sus manos sobre los hombres de la chica.

―No molestas. ¿Crees que si fuera así te habríamos invitado a quedarte aquí?

El cuerpo de Valeria empezó a dejarla en evidencia ante su primo. Ella intentó alejarse de él, pero apenas había espacio entre su cuerpo, el de Manuel y el mueble sobre el que estaba apoyada.

―Me voy a la habitación, ¿podrías dejarme...?

No hizo falta que terminara de hablar para que él se alejara de ella. Descubrió con asombro que estaba decepcionada.

―Buenas noches ―se despidió Valeria.

Al llegar a la habitación, cerró la puerta y se apoyó sobre ella. Respiró hondo varias veces antes de volver a la cama.

Mientras tanto, Manuel seguía parado en la cocina y con la botella en la mano derecha. ¿Había sido su imaginación o su prima vestía un camisón demasiado sensual para dormir?

Sucumbir a lo prohibidoWhere stories live. Discover now