Capítulo 14

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Al día siguiente se arrepintió de haber enviado ese mensaje. León le respondió temprano, antes de irse a trabajar, pidiendo que le contara. Hasta ese instante no supo Valeria que su amigo cumpliría con la promesa de hablar más con ella. Aunque en realidad no había sido una promesa como tal, solo le había asegurado que sería así.

» Creo que es mejor que te lo cuente cuando nos veamos, no es conveniente que lo haga por aquí.

León no tardó en contestar:

» ¿Y piensas dejarme con la intriga hasta que nos veamos? Eres malévola.

Valeria sonrió al ver el emoticono del diablillo sonriendo que había puesto al final.

» Es mejor así, créeme. Además, por aquí es todo tan frío...

Su amigo no tardó en responder y ella aguantó la risa al leer sus mensajes.

» Tienes razón. ¿Te parece bien que vaya a verte el próximo fin de semana?

» Podría acercarme para que nos tomáramos algo y de paso me pones al día. Conociéndote seguro que es algo interesante, ¿eh?

» Te doy hasta el jueves para pensarlo. Eso te deja un margen de tres días aproximadamente...

Valeria soltó una carcajada.

» Cuatro, que el lunes aún no ha terminado.

No tardó en ver la respuesta de León.

» Ya, pero el jueves tendrás que avisarme a primera hora.

Y hasta ese momento no reaccionó a lo que su mejor amigo le dijo. Hacía mucho que no le veía y tenía muchas ganas de hacerlo.


···


Manuel se despertó temprano ese día. Había soñado con los besos de Valeria y por eso se sentía de buen humor. Además, estaba inspirado para continuar con su trabajo. En cuanto se levantó y duchó, fue hasta su estudio. Por el camino recibió un mensaje.

» ¿Te apetece que esta tarde vayamos a tomar algo?

Sonrió en cuanto supo que era de Valeria.

» Te aviso cuando termine de almorzar, ¿vale?

Esperó a ver la respuesta de su prima, un sí lleno de entusiasmo, y guardó el móvil en su bolsillo. Le esperaba una mañana ajetreada.


···


Acordaron verse a las cuatro y media y a esa hora Valeria ya le estaba esperando en casa. Su padre se había acostado para dormir la siesta, pero ya le había avisado de que estaría fuera parte de la tarde. No se molestó en esconderle que estaría con su primo porque Paco ya sabía la estrecha relación que había entre ellos, aunque no de la forma que él imaginaba. Cuando oyó el sonido del claxon de un coche, se asomó a la ventana y, tras saber de quién se trataba, cogió su bolso y salió de casa. Intentó no parecer demasiado ansiosa, pero su corazón parecía a punto de estallar por la emoción.

—Hola, guapa —la saludó él en cuanto la chica entró.

No se dieron besos porque preferían no tentar a la suerte.

—Hola, ¿a dónde vas a llevarme? Es la primera vez que me monto en tu coche, ahora que lo pienso...

—Te voy a llevar a un sitio especial que me gusta mucho.

—Iba a preguntarte a cuál, pero estoy segura de que no lo conoceré. Llevo mucho tiempo lejos de aquí y habrán cambiado algunas cosas desde entonces... —comentó Valeria.

—Así es, pero el sitio te va a encantar, ya lo verás.

Cambió de marcha y empezó a conducir hacia las afueras del pueblo. La chica observó el paisaje cambiante, pero no preguntó. Confiaba en su primo y, además, reconocía el camino. Intuyó que se acercaban a la ciudad más cercana, donde también hacía tiempo que no iba.

Cansada de mirar por la ventana, hizo lo mismo con el rostro de su primo. Su perfil era el de un hombre hecho y derecho al que no le faltaba seguridad. Y el atractivo que le daba aquella barba y la piel entre canela y cobre sabía que atraía a cualquier mujer. Si ella había caído, cualquier otra lo haría.

—¿Con cuántas chicas has estado? —preguntó ella de pronto.

Ya habían llegado a la ciudad y se estaban deteniendo en un semáforo. Manuel le dirigió una mirada confusa.

—¿Por qué quieres saberlo?

—Tú me preguntaste una vez por mi vida y me gustaría saber un poco de la tuya en mi ausencia. Sé que no te interesan las relaciones serias, pero no creo que no hayas tenido tus escarceos amorosos...

Manuel sonrió antes de que el semáforo se pusiera en verde para los conductores. Retomó la conducción, pero no por ello dejó la respuesta en el aire.

—He estado con unas cuantas.

Valeria sintió que algo en su interior se rompía a la altura del pecho. Y, sin saber por qué, se sintió triste. «No... Sí que lo sé... —se dijo a sí misma—. ¿Será que me entristece no ser la primera para él?».

Menuda tontería estaba pensando.

Sucumbir a lo prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora