MOMENTOS SOLAMENTE NUESTROS #3

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– Creo que deberías volver al instituto. – sugiere Alicia después de un cómodo silencio.

– No – me niego. – No voy a volver. – digo más seguro de mi opinión.

– ¿Por qué no? – inquiere ella.

¿Por qué no quiero ir? No lo sé ni yo. No tengo un argumento firme para ella.

– ¿Para que tuviera que ir? – digo con un poco de enfado. Este tema me está empezando a cabrear. Si no quiero, no quiero; fin del asunto.

– Adrián, tu vida no termina aquí. – dice.

– Eso ya lo sé – digo sabiendo que es verdad, este verano me ha demostrado que no soy tan inútil como me imaginaba. Eso sí, si la escala de inútiles fuera del uno al diez, yo sería un ocho, por no decir un número más alto. – pero no puedo hacer lo mismo que antes. – "intento" justificarme.

– ¡Como que no? – dice alterándose un poco.

No sé por qué, pero solo con esas tres palabras consigue que me enfade con ella. La quiero mucho, pero piensa que todo es de colores, cosa que no es así.

– ¡Debes ser ciega! – le grito a Alicia. – ¿No ves la maldita silla de ruedas que necesito para moverme? – digo mientras la señalo, pero sin levantar mucho mis manos. – Sin ella no soy nada. – parece que no, pero esas palabras me duelen.

– ¡Pues acostúmbrate! – empieza a gritar. – ¡Es lo que eres ahora! Eres un chico en silla de ruedas que solo tiene a sus padres, un amigo y una novia. Eso es lo que eres, y no quieres cambiarlo.

Todo lo que ha dicho es verdad, pero creo que no soy capaz de aceptarlo.

–¿Eso es lo que soy para ti? – pregunto un poco con miedo que esa sea su única imagen de mí. – ¿Solo soy un invalido asocial? – pregunto a ella. – Entonces todo lo que ha pasado este verano era un pasatiempo para ti, para poder llegar con tus amigos y decirles que te has tirado a un invalido – digo yo temiendo que sea eso, pero no paro de hablar, aunque vea en su rostro dolor por mi palabra. – ¿Hay apuesta? – pregunto sarcástico.

– ¡Eres un imbécil! – me grita ella.

– ¡No lo has negado! – respondo más enfadado si es posible.

– ¡Pero de verdad me lo estás diciendo en serio? – me grita llevándose las manos a la cabeza. No Alicia, no sé qué estoy diciendo.

– ¿Si no era una apuesta, que era entonces? ¿Un reto para ti? ¿O un chico que veías que no podría pegarte en un futuro?

Mierda. Mierda. Mierda. Con solo ver sus ojos sé que la he cagado a lo grande, pero tan grande como el mismo sol.

– ¡De verdad eres un imbécil! ¡Solo estás montando todo este numerito por estar en silla de ruedas! ¡Eres un egoísta que no piensa más que en sí mismo!

– ¡Que yo no quiera volver este año al instituto no es cosa tuya! – en este momento ya no sé lo que digo.

– ¡Como que no! – dice indignada por excluirla así de mi vida. – ¡Veo que en el fondo eres como siempre, un chico engreído que no le importa nada, pero solo que ahora tiene inseguridades por no poder caminar y tener que estar sentado en una silla!

A día de hoy no soy como era antes, y que me compare con ese Adrián, me duele.

– Vete. – digo como mejor solución por ahora. – vete de mi casa.

– ¿Quieres que me vaya? – me pregunta sin creer que la esté echando.

– Si Alicia, quiero que te vayas. – decir su nombre así es algo horrible.

SOLAMENTE NOSOTROS DOSOnde as histórias ganham vida. Descobre agora