CAPÍTULO 11

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Si las miradas matasen yo estaría mas que muerta.
En el momento que pregunte se giro y me mato con la mirada.
-¿En serio tengo que resolverte esa pregunta? ¿No lo ves?- se me queda mirando con semblante serio.
- Si, si lo veo, pero quiero que me respondas tú- le respondo añadiendo una sonrisa al final de la frase.
Vuelve a su posición inicial. Mirar por el ventanal.
-Hola- dice la camarera- ¿Que quieren para tomar?
Miro a Adrián y decido hablar yo primero.
-Yo quiero un zumo de melocotón por favor. -Adrián me mira negando con la cabeza. Se lo que me está diciendo, él no hablará con la camarera asi que lo hago yo.- También una taza de leche con cacao y una ¿tostada?- miro a Adrián para saber si le parece bien, él asiente ante mi propuesta. Vuelvo a mirar a la camarera y se lo repito.- Una taza de leche con cacao, un zumo de melocotón y una tostada, por favor.
-Perfecto.- dice mientras se da la vuelta hacia la barra.
Vuelvo a mirar a Adrián.
Se que no voy a encontrar respuesta alguna a mi pregunta y hago lo mismo que él, miro por el ventanal.
Las niñas siguen jugando. Están jugando al pilla-pilla o algún juego similar.
Están corriendo hasta que una de ellas se cae y la otra va a ayudarla sin pensárselo dos veces. Esa acción me hace sonreír.
La camarera aparece y deja nuestro pedido en la mesa.
Adrián mira su desayuno y empieza a echar el cacao en la leche. Con la cucharilla lo está removiendo, lo observa fijamente hasta que levanta la vista y se encuentra con mis ojos.
-Miedo.
Responde eso sin más.
Lo miro interrogante, la verdad es que no le entiendo bien.
-No salgo de casa porque tengo miedo. Miedo a que vuelva a tener una accidente, miedo a que no me acepten, miedo a... No sé ni a lo que tengo miedo Alicia.- me ha llamado Alicia, sé que no me está mintiendo y me alegro porque esto significa que confía en mi un poco.
No se qué contestarle.
-No puedes para el miedo. El miedo es bueno tenerlo y todos lo hacemos, pero hay que saber manejarlo.
Me mira. ¿Como lo hace? No lo sé. No puedo descifrar su mirada.
El silencio se forma entre nosotros. Creo que no es el momento para interrumpir, ya lo hice antes.
-Y tú ¿A que le tienes miedo?
Él rompe el silencio.
-Tengo miedo a volver a perder a alguien que quiero.
Tengo lágrimas en los ojos que se me han ido formando al recordar mi mayor miedo. Pestañeo un par de veces para que mis lágrimas no salgan.
Me mira y me examina. Vuelve a tener esa mirada, esa mirada que no sé lo que significa.
Termina el desayuno y yo mi zumo. Vamos a salir, él se está moviendo y yo me acerco a pagar el pedido.
Lo pago y miro a Adrián esta cerca de la puerta. Llego hasta él y le abro la puerta para que salga.
Empieza a ir hacia su casa pero lo llamo.
-Adrián ¿podemos ir al parque?- pregunto como una niña pequeña. Su mirada dice que no pero insiste un poco más- ¡porfi, porfi, porfi! - entrelazo mis manos pidiendo permiso.- No pasará nada, te lo prometo. - eso se lo digo más en serio. Él no se ha quejado en ningún momento de estar incomodo.
-Vale, pero a la mínima nos vamos.
Sonrío y nos dirigimos hacia allí. Seguimos el camino que hay en el parque y me siento a un lateral del banco que hay a nuestra derecha, él se coloca a mi lado con su silla.
Veo a los niños jugar, pero no veo a las niñas que tanto me hacen recordar.
-¿Cuál es tu color favorito?
Le miro. Pensaba que no hablaríamos el lo que quedaba de mañana.
-El amarillo, como los girasoles.- le respondo con una sonrisa- ¿el tuyo?
- Es un secreto -dice sonriendo.
- ¡No vale! Yo te lo he dicho ahora es tu turno- me quejo.
- Vale, pero me tienes que prometer que no te va a reírte, gritarás y/o contaras a nadie. La tercera es la más importante.
Asiento ante todo.
Se acerca a mí, tenerlo tan cerca me resulta muy raro pero me resulta cómodo.
- El rosa - me susurra al oído. Abro mucho lo ojos, esa no me la esperaba. Malditos estereotipos de niña o niño.
-¿El rosa?- pregunto
- Si- dice él rascándose la nuca nervioso.
- Es diferente- me mira extrañado- tu gusto es diferente, me gusta.
Miro nuevamente al parque y sigo viendo los niños jugar hasta que siento un cosquilleo en mi brazo más cercano a Adrián. Miro hacia allí y empiezo a gritar.
"Me muero, me muero, me muero" pienso.
-¿Que pasa? - pregunta Adrián alarmado.
-¡Quítamela! ¡Quítamela! ¡Por favor!- grito a Adrián.
-¿Que te quite el qué? - me pregunta de vuelta.
Levanto el brazo donde la tengo y se la enseño a Adrián.
-¿Quieres que te quite la mariquita de tu brazo?- pregunta extrañado.
- ¡Sí! ¡Rápido! ¡Por favor!- le vuelvo a gritar. Me sienta mal gritar a las personas pero el que me este una mariquita escalando por el brazo me está matando.
Adrián coloca a la mariquita en su dedo y luego se gira para el otro lado y la sopla para que empiece a volar.
- Gracias - le agradezco de corazón que me hubiese quitado la mariquita.
-¿Tienes miedo a una mariquita?- pregunta incrédulo.- ¿No eras tú que decía de controlar los miedos?- me pregunta con una sonrisa burlona.
-Si -admito como una niña pequeña.- Calla- digo dándole un pequeño golpe e el brazo.
El ríe y yo también.
-Es un miedo un poco absurdo, lo sé, pero es un miedo.- le explico
- ¿Desde cuándo? -pregunta él
- Desde que tengo uso de razón, todos mis amigos intentaban atrapar mariquitas pero yo nunca pude- le regalo una sonrisa.
Él ríe más.
-No, María no lo hagas.- dice la voz de un niño.
-Hola- nos dice una niña, no tendrá más de 10 años.
- Hola - le contestamos Adrián y yo a la vez.
- Mis amigos y yo tenemos una pregunta- dice señalando a un grupo de niños.
- ¿Y cuál es?- pregunto yo.
- ¿Por qué tu novio está sentado en esa silla tan rara?

SOLAMENTE NOSOTROS DOSWhere stories live. Discover now