CAPÍTULO 4

4.6K 249 15
                                    

Él y yo nos miramos. No, no íbamos a compartir una parte de nuestro verano.

–¡Me parece estupendo! – añadió Joaquín, el padre de Adrián.

– ¡Claro! Mi hija estará encantada ¿A que si Alicia? – añade mi madre mirándome.

No me puedo negar y mi madre lo sabe; sabe que quiero ir a un concierto y necesito que ella me compre las entradas a través de sus contactos. Esto se llama chantaje, y creo que es un delito, pero no voy a denunciar a mi madre que me da un sitio para dormir, comida y amor.

– ¡Estaré encantada! – digo, con una sonrisa falsa en mis labios.

Adrián me mira como si me hubiese vuelto loca y la verdad creo que lo he hecho.

– ¡Genial! ¿Crees que podrías venir mañana mismo? – dice Rosa con entusiasmo en su voz.

Miro a mi madre dudosa; la pregunto con la mirada si ella está de acuerdo. Ella asiente. Miro a mi padre, él tiene la cabeza agachada, lo que significa que tengo que hacer caso a mi madre.

– ¡Por supuesto! – digo después de un minuto dudosa.

Miro a Adrián. Me mira con los ojos abiertos y sin poderse creer lo que acaba de pasar ni de lo que pasará mañana.

– Solamente necesitamos que vengas por la mañana, ya que por la tarde estamos o mi mujer o yo – dice Joaquín con ánimos de "socorrernos" a ambos adolescentes.

Creo que él o sabe que no nos soportamos o que su hijo me hacía la imposible.

– A mí, me parece bien – dice mi padre, lo miro sorprendida no me esperaba esa confesión. – No quiero que mi princesita este sola todo el día.

– ¡Papá! – digo – ¡No soy una princesita indefensa!

– Lo sé, pero prefiero que no estés sola todo el día. – dice "comprensivo".

De hace un silencio que nadie se atreve a romper o si...

– Alicia, nosotros nos vamos a trabajar a las ocho de la mañana. ¿No te importaría estar a esas horas, ¿no?

"Ocho de la mañana." pienso "¿Quién narices se levanta tan temprano en vacaciones? Al parecer yo por que, por que no me queda otra".

– No, claro que no me importa – miento – Si quieren puedo estar diez minutos antes de las ocho.

– ¿¡Harías eso!? – dice emocionada y yo asiento – ¡Eres un cielo!

La cena continua, cuando todos cuando hemos terminado pero los adultos siguen hablando. Miro a Adrián y él me mira a mí.

Me encojo de hombros pidiendo perdón. Él en cambio me mira con una mirada que no puedo descifrar. Es una mezcla entre asco, decepción y ¿emoción?, no estoy segura.

-Hijo, ¿por qué no enseñas a Alicia la casa? – dice Rosa. Adrián lo único que hace es asentir y mover su silla de ruedas.

– Sígueme – me dice en tono seco, le hago caso y le digo.

Salimos por la puerta que todos hemos entrado.

– A la izquierda está la oficina/biblioteca – dice señalándome una puerta entre abierta. Dentro de la habitación o lo que se puede ver de ella, es una mesa de oficina y estanterías con diferentes tipos de libros. – Vamos. – me dice con la indirecta de "no cotillees".

Seguimos andando y va señalando las diferentes habitaciones: a la derecha la habitación principal; a la izquierda la habitación de invitados; y la del fondo la suya.

La casa tiene pocas habitaciones, pero cada habitación tiene el espacio suficiente para que Adrián y su silla pasen con tranquilidad.

Cerca de la habitación de Adrián hay una cristalera.

– Ábrela – me dice señalándola. Hago lo que me dice, con cuidado la voy abriendo y paso por ella. Al cruzar me doy cuenta de que al otro lado hay una rampa para que Adrián pueda pasar cuando quiera al jardín.

– Gira a la derecha – acató su orden y me encuentro una piscina. Se me hace raro que tengan una para nadar hasta que me doy cuenta de que está adaptada. Una parte de la piscina no me cubre ni la cadera, creo que es la profundidad perfecta para que te puedas sentar y que tu cabeza esté fuera del agua.

Nunca lo había visto, y me ha sorprendido.

Adrián ahora usará silla de ruedas, pero hace su vida normal, menos una cosa: relacionarse.

Sé que él piensa que lo van a dejar de lado; y algunos lo harán, está seguro, pero otros no. Sólo es una pequeña idea, tiene miedo a ser no ser aceptado; así que se lo pregunto.

– ¿Por qué no volviste al instituto? – le miro. Está a mi izquierda con la mirada perdida, pero de repente me mira como si no entendiese nada y puede que no lo haga.

– ¿Para qué? ¿Para qué se rían de mí? ¿Para qué me dejen de lado? Paso... – dice volviendo a mirar al mismo punto de antes.

– Puede que te aceptarán – digo con temor. Vale, eso no me lo creo ni yo, era el capitán del equipo de futbol y ahora un chico que no puede caminar, ahora es sólo Adrián.

– Si claro, ya que estas volver a jugar al fútbol – dice sarcástico.

Iba a contraatacar cuando oigo el grito de mi madre ayudándome de que nos íbamos.

– Hasta mañana – digo, sé que él no quiere que venga, y a mí no es que me apasione venir, pero Adrián necesita compañía, lo sé.

Cuando llego a casa me tumbó en mi cama y pienso el él. Necesita ayuda y amigos, necesita hablar con personas de su edad y yo voy a ser quien le de conversación.

SOLAMENTE NOSOTROS DOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora