36. Padre demonio

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Makarius

Había aprendido a cocinar obligatoriamente porque Eric me prohibió pedir comida rápida, ya que no teníamos tanto dinero para gastar. Aun así, me divertí con esta complicada tarea porque al principio todo lo que hacía quedaba realmente horrible, pero con la ayuda de Eric todo mejoró.

Venía cada día después de clases a verme y, la verdad, lo agradecía mucho. Sin embargo, hubo un par de días que no pudo venir porque su padre casi lo descubre. No quería causarle problemas; hasta le dije que me iría para no perjudicarlo, pero no quiso. Incluso se enojó conmigo, tanto para no hablarme en todo el día.

— ¿Vas a hablar o no? — dije limpiando la harina de mis manos.

Él estaba parado frente a la ventana mirando el lago. Es como si ni siquiera hubiese escuchado mi voz.

— Si vas a estar enojado, entonces, no importa si me voy o no — dije.

Me acerqué hasta quedar tras él.

— Hasta hice esa tonta receta del pastel que te gusta — dije —. ¿Vas a probarlo?

Él volteó lentamente y me miró pensativo.

— ¿Le pusiste chocolate? — preguntó.

— No porque eres alérgico — dije entrecerrando los ojos—. ¿Es una pregunta capciosa?

— Claro — se alejó de mí y caminó hasta el pastel.

Tomó una cuchara y lo probó. No podía deducir si estaba rico o malo porque su cara no demostraba nada. Aquel pastel había sido todo un desafío para mí, era como la prueba final de todo lo que había aprendido de aquellos libros que me trajo Eric.

— Está rico — dijo.

Di un suspiro de alivio como si mi vida dependiese de aquello.

— ¿De verdad?

— Sí — dijo comiendo más.

Sonreí satisfecho y me quité el delantal sucio de los ingredientes que ocupé.

— ¿Pasé la prueba?

— Obviamente.

— ¿Vas a hablarme ahora?

— No sé.

— ¿Por qué te enojaste por algo tan insignificante, Eric?

— Porque estos días que hemos pasado juntos han sido geniales. No quiero que te vayas.

— Pero no puedes obligar a una persona a quedarse.

— Lo sé. Lo siento si te incomodé. Eres libre de irte cuando quieras — dijo algo triste.

— Mírame, Eric — dije, pero no lo hizo.

Fui hasta quedar frente a él y levanté su barbilla con el dedo. Tenía los ojos algo brillosos como si quisiera llorar, lo cual me hacia sentir algo incómodo porque la última vez que vi a alguien llorar fue hace muchos años atrás.

— Dime, ¿qué sucede? — pregunté.

— Nada, quiero decir, tengo pocos amigos con los que hablar o confiar. Tú te has convertido en uno muy especial, así que no me gustaría que te fueras así sin más.

— Debes saber que si yo hubiese querido irme, lo habría hecho desde un principio. No te desharás de mi tan rápido.

— ¿Lo dices en serio o para que me sienta bien?

— Lo digo en serio — sonreí.

Él me miró, pero no dijo nada. Ni siquiera sonrió.

— Promete que no volverás a enojarte por eso.

— Está bien, lo prometo — dijo resignado.

— Ya deberías irte — dije mirando el reloj que colgaba en la pared.

— No. Me quedaré aquí — dijo —. Mi padre no está en la ciudad, así que...

─ Genial ─ dije sonriendo.

Miré a Eric que dormía en el sillón y lo cubrí con una manta. Decidí salir afuera a respirar un poco de aire puro porque no me sentía del todo bien. Sentía una punzada constante en mi cabeza y mi respiración era agitada. De pronto, escuché un fuerte zumbido que provenía del bosque; pero, además de eso, unas imágenes distorsionadas de mi padre se aparecieron en mi cabeza. Era él quien quería comunicarse conmigo.

Caminé lentamente hasta la entrada del bosque, pero no me adentré en él. Cuando pude notar una luz roja y un calor nada agradable que salía de allí, mi padre se apareció de la nada frente a mí.

— Hijo — dijo con aquella siniestra voz.

— Padre.

— Al fin te encuentro. ¿Estás bien?

A pesar de todo el tiempo que había pasado, actuaba muy normal.

— Sí, lo estoy. No debes preocuparte porque el plan sigue en pie.

— Eso esperaba, hijo. Además, debes vengarte de esos horribles aquelarres y nefilim.

— Lo haré, padre. De eso no hay duda alguna.

— Te busqué todos estos años, Makarius, pero jamás pude hallarte. Incluso, mandé una enorme cantidad de demonios a buscarte hace un tiempo atrás porque una amiga me dijo de una fuerte señal de energía parecida a la tuya. Supongo que esos nefilim se divirtieron matando a mis esclavos.

— Eso ya no tiene importancia, padre. Ya estoy aquí y eso es lo que importa.

— Me alegra escuchar eso porque tienes un propósito y debes cumplirlo cueste lo que cueste — dijo sonriendo con esos feos dientes que tiene.

— ¿Cuándo cambiaras de cuerpo? — pregunté —. Creo que ya estás un poco viejo.

— Pronto. Debo encontrar un huésped que soporte mi poder.

Asentí lentamente.

— Creo que deberías irte porque llamarás la atención — dije apuntando su portal.

— Tienes razón, pero volveré para ver cómo estas y cómo sigue el plan.

— No esperaría menos de ti.

Dio media vuelta, pero se detuvo para mirarme.

— Otra cosa. Aléjate de ese niño — dijo refiriéndose a Eric — porque es un maldito brujo, así que vete olvidando de él o yo mismo me encargaré de eso.

— Te prohíbo que le hagas daño.

— ¿Por qué?

— Porque si quieres que siga el plan, deberás aceptar esa condición.

Alzó una ceja, sonrió y volvió al portal. Por otro lado, yo solté todo el aire que tenía. Realmente respeto a mi padre, pero no le tengo miedo en absoluto, ya que después de todo es un demonio. 

Ni siquiera yo comprendo porque este repentino sentimiento de protección hacia Eric, pero jamás dejaría que mi padre lo dañase. Por eso siento la necesidad de alejarlo porque sentía que algo como esto sucedería. Mi padre siempre lo hizo. Cada vez que lograba tener a alguien en mi vida, él lo apartaba para siempre y de la peor manera. 

Los Caídos #2- ElementalesWhere stories live. Discover now