Fleur: Memorias del tiempo [D...

Par defloresescribo

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Seguramente conoces el cuento de la zapatilla de cristal, el príncipe y el final feliz ¿Pero qué pensarías si... Plus

Había una vez
UNO
DOS
TRES
CUATRO
CINCO
SEIS
SIETE
OCHO
NUEVE
DIEZ
ONCE
DOCE
TRECE
CATORCE
BASTIAN
QUINCE
DIECISÉIS
DIECISIETE
DIECIOCHO
DIECINUEVE
VEINTE
VEINTIUNO
VEINTIDÓS
VEINTITRÉS
VEINTICUATRO
DEAN I
DEAN II
VEINTICINCO
VEINTISÉIS
VEINTISIETE
VEINTIOCHO
VEINTINUEVE
TREINTA
TREINTA Y UNO
TREINTA Y DOS
TREINTA Y TRES
TREINTA Y CUATRO
TREINTA Y CINCO
SILVAIN I
SILVAIN II
TREINTA Y SEIS
TREINTA Y SIETE
TREINTA Y OCHO
TREINTA Y NUEVE
CUARENTA
CUARENTA Y UNO
CUARENTA Y DOS
CUARENTA Y TRES
CUARENTA Y CUATRO
EL DUQUE I
EL DUQUE II
CUARENTA Y CINCO
CUARENTA Y SIETE
CUARENTA Y OCHO
CUARENTA Y NUEVE
CINCUENTA
CINCUENTA Y UNO
CINCUENTA Y DOS
CINCUENTA Y TRES
CINCUENTA Y CUATRO
CLARICE I
CLARICE II
CLARICE III
CLARICE IV
CLARICE V
CLARICE VI
CLARICE VII
CLARICE VIII
CINCUENTA Y CINCO
CINCUENTA Y SEIS
CINCUENTA Y SIETE
CINCUENTA Y OCHO
EPÍLOGO
BOOKTRAILER
Prólogo
Uno
Memoria I
Dos
Memoria II
Tres
Memoria III
Dudas y preguntas
Lista de librerías
Dibujitos
Dibujitos 2
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Venezuela

CUARENTA Y SEIS

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Par defloresescribo

Como era de esperarse, mi madre se enfureció al saber lo que había pasado y contra todo lo esperado, por primera vez en la vida, o por lo menos en esta, Bastian y yo recibimos un largo y extenuante regaño. Mientras nos reprendía por atrevernos a esconderle lo que había pasado, grandes lagrimas le corrían por las mejillas. No entendía si era por pena o por enojo, pero me sentí agradecida cuando me abrazó.

Era un sentimiento por completo diferente al que me provocaba cualquier otra persona. Era mi madre, y con ella no tenía que ser fuerte. Sabía que nadie esperaba que lo fuera; pero de alguna forma, creí que no podía tomarme el tiempo de derrumbarme frente a ellos.

Bastian pronto saldría de la capital junto con ambos príncipes y Dean estaba organizando muchas cosas detrás de escena que incluso yo no sabía del todo; había una gran presión sobre los hombros de todos y no me atrevía a ser otra carga más.

Por eso, en cuanto mi madre me obligó a subir y abrir los botones en el escote del vestido, me tapé los ojos con el antebrazo, no tenía vergüenza, pero sí un sentimiento de frustración que había mantenido conmigo desde que despertara. Sabía también que, si sumara lo años vividos de mis dos vidas, en realidad no estaría muy lejos de la de mi madre; sin embargo, era inevitable que volviera a ser una niña frente a ella.

—Vas a estar bien, cariño. Hay cosas irreversibles, pero mientras estés viva, todo está bien. —Consoló—. ¡Vamos al palacio! ¡Podemos exigir que el compromiso se rompa bajo la excusa de que la personalidad del príncipe es inmoral y-

—No quiero. —Interrumpí, en este punto me había sentado en la cama junto a ella sin mirarla realmente. Seguro que a sus ojos mis palabras sonaban estúpidas—. No es porque lo perdone o lo acepte, es porque hay cosas que todavía requieren de este compromiso, e incluso si lo intentáramos, estoy segura de que no podríamos.

Era consciente de que por mucho que me gustara, las probabilidades no estaban de ninguna forma a mi favor. Incluso si denunciara de forma pública lo que me había hecho, solo lograría enfurecerlo y ponerme en la mira de la sociedad, sociedad que me echaría la culpa a mí. Aparte, era su prometida, nos casaríamos en menos de un año y aunque no era recomendable, no sería del todo mal visto.

Además, Silvain ya lo había dejado claro, no me dejaría ir. Pensé en la carta que había ordenado quemar y me reí.

"Espero que mi prometida sea benevolente y no me culpe por amarla a este punto. Mis sentimientos son puros y vivos como estas palabras".

Ante mi risa, los ojos de mi madre, que habían vuelto a la normalidad, volvieron a enrojecerse y su mano delineó el borde de mi cara con suavidad antes de hablar.

—Lo siento tanto, me sentía tan feliz, que te descuidé y ahora... —Se detuvo un segundo y yo negué. No podía aceptar sus disculpas.

—No, estoy feliz de que lo seas. No voy a decir que a veces no te extraño, pero es suficiente para mí saber que estás bien. Belmont y tú ahora forman una bonita familia, tengo un pequeño muñequito por hermano y muy pronto, Bastian y yo también nos casaremos. —Sonreí ante la perspectiva y seguí al tiempo que apretaba con delicadeza la mano femenina de mi madre, largos y blancos dedos se entrelazaban con los míos. Era genuinamente feliz cuando pensaba que, en esta vida, mi madre no había muerto y había evitado un mal destino. También era cierto que a veces la extrañaba, pero era la pura necesidad que me generaba el saberla viva; antes no habría tenido la oportunidad de ser consolada por ella y lo más cercano que podía hacer era visitarla en el cementerio. No me atrevía a ser egoísta y privarla más de lo que alguna vez lo estuvo. Además, no era como que no la viera seguido, era una exageración.

—Tu boca se ha vuelto más y más dulce este último tiempo.

—Mmm, es la mala influencia de algunas personas. —Ante el comentario, mis labios se estiraron graciosos y los ojos se me volvieron una medialuna.

—¿Oh? De verdad quiero conocer a la persona que puede hacerte sonreír así, florecita. —Y aunque el comentario estuvo bañado de humor, supe que ella ya sabía, pero yo no le confirmaría nada.

Permanecimos un tiempo más intercambiando palabras hasta que la puerta del dormitorio fue golpeada, era una cortesía casi innecesaria cuando el llanto de un bebé era más que audible. Mi hermano pasó con Valentine en los brazos, en su rostro había un pánico del que nunca había sido testigo y me sentí divertida.

—Mamá... —Incluso su voz estaba cargada de una urgencia llorosa.

—¿No me digas que vas a llorar tú también? —Me burlé y me tomé la libertad de bloquear a mi madre y ser yo quien lo agarrara, para empezar a mecerme de un lado a otro. En el pasado, había presenciado partos, ayudado con ellos y cargado más de un bebé, por lo que no me era una acción ajena.

—¿Le duele algo? Juro que solo lo estaba sosteniendo cuando de repente comenzó a llorar. —Bastian ignoró mi pregunta y se excusó con tono ansioso. Se acercó a nosotras y miró la cara sonrojada del bebé—. ¿Lo sostuve mal? ¿Le hice daño? Es demasiado pequeño. Mamá, ¿este niño está comiendo bien?, ¿deberíamos llamar a un médico?

Me mordí el labio para no reírme y acercando mi dedo a la carita, no me sorprendí cuando la punta del mismo fue atrapada entre sus labios con ansias.

—¡Ah! —A un lado, este chico que hace un buen tiempo que ya era un hombre hecho, se asombró y nuestra madre, que de principio a fin había mantenido la boca cerrada, comenzó a reírse.

—Solo tiene hambre. —Se levantó y lo tomó de entre mis brazos para dirigirse hacia el pequeño salón que estaba conectado a la habitación. Cuando se retiró, Bastian y yo quedamos solos. Una mirada complicada se superpuso sobre el rostro previamente ansioso.

—Los niños son muy complicados. —Lo escuché murmurar por lo bajo y me compadecí de él, que en un futuro cercano estaría lidiando con uno, ahora que tendría que acompañar a la princesa y su hermano durante un buen tiempo.

—La paciencia es una virtud.

—A este paso, voy a transpirar virtuosidad. —La visita de mi madre fue buena para ambos; porque incluso su semblante mejoró y se atrevió a hacer una broma. Sin embargo, tan rápido como sonrió, cambió de tema—. Anoche hablé con la princesa, quiere verte.

Lo miré durante unos segundos sin decir nada antes de asentir. Los últimos días habían sido complicados y no había estado demasiado dispuesta a encontrarme con nadie, ni siquiera con Mirella que estaba en la misma casa que yo, también, había cierto sentimiento de rechazo, quizá porque ambos compartían sangre, aunque no era un pensamiento lógico en lo absoluto.

El último tiempo mi cerebro se había vuelto tonto y confuso.

—Iré a verla cuando mamá se vaya.

Pero ella no se fue hasta bastante entrada la tarde y mi yo aliviado, no tenía demasiadas ganas de hacer nada.

El baño que había sido aplazado una y otra vez, por fin estuvo dispuesto. Entré sola a la pequeña habitación y miré alrededor antes de zambullirme en la bañera. A los lados se dejaron varios recipientes más con agua caliente, para que me lavara el cabello.

—Es demasiado trabajo —murmuré por lo bajo y miré el agua en los baldes antes de girar y apoyarme contra el borde de la bañera. Si fuera normal, habría dejado que una sirvienta me ayudara, pero ya no me sentía cómoda con esa cercanía y prefería hacer las cosas solas.

—¿Necesitas ayuda?

Me sobresalté cuando escuché una voz y de inmediato fijé la mirada en la puerta. Dean se veía divertido mientras se apoyaba contra el marco de la puerta con toda soltura. Sabía que en esta vida su personalidad se había vuelto mucho más libre que en la anterior, ¿pero de verdad se había atrevido a entrar cuando tomaba un baño?

Fruncí el ceño un momento antes de relajarme. Bien, ya que se había ofrecido, ¿por qué no aprovecharlo?

—Mm. ¿Me lavarás el cabello? —Estaba pensando que, si él podía ser descarado, yo podía ser dos veces descarada.

—Yo puedo, ¿pero tú puedes? —Las cejas sobre su frente se levantaron y una mirada complicada le atenuó el lindo brillo en sus irises. La implicancia de esta frase era "Yo puedo, ¿pero estás segura de dejar que me acerque en estas circunstancias?"

No era ajena a su pensamiento y en realidad, si fuera otra persona, me habría negado mil veces, después de todo, había algo de renuencia a la cercanía estando en condiciones y ahora que lo único que me refugiaba era el agua de la tina, pedirle que se acercara, podría socavar los avances que había logrado.

—Confío en ti. —Sin embargo, era él y mi decisión logró iluminarle los ojos y la boca se le volvió una línea curva hermosa.

La puerta se cerró al instante detrás de él y el vapor que había estado escapándose, quedó detenido adentro. Dean se sentó en un pequeño banquito a mi lado y miró un momento más mi rostro, como para confirmar que todo estaba bien y solo entonces tomó un pequeño recipiente, que cargó con agua tibia, y sin previo aviso lo volcó sobre mi cabeza.

Tomé una bocanada de agua y pestañeé sorprendida al mismo tiempo que quitaba el excedente de agua de mi rostro.

Cierto, no estaba cien por ciento tranquila. Desde el momento en que se había acercado, la sangre se me revolucionó en una mezcla de vergüenza e inquietud; después de todo, había una diferencia abismal entre nuestras interacciones pasadas y las presentes. Sentía que Dean estaba decidido a mancillar mi reputación y el pensamiento me dio más gracia que alarma. Si hubiera tenido menos remilgos en mi vida pasada, ¿las cosas hubieran sido diferentes?

Sea como fuere, cualquier pensamiento sobre el tema, fue borrado por su acción repentina.

—¡¿Qué-

—Shh, cierra la boca, te entrará agua. —Sin ninguna vergüenza, un segundo recipiente fue vaciado sobre mi cabeza hasta que mi cabello chorreó implacable. Estaba sin palabras.

El aroma fresco del jabón, mezclado con aceite de menta, me llegó a la nariz en el momento que los dedos de Dean empezaron a frotar sin problema sobre mi cabeza, haciendo espuma y obligándome a cerrar los ojos.

—Fée siempre huele fresco, así que es por esto. —Volcó agua una vez más y toda la espuma desapareció. El cabello se me vino a la cara, pero no fui yo quien lo despejó. Sus manos me liberaron la visión y pude ver la pequeña sonrisa sobre su boca.

Era una situación hilarante, inapropiada y ambigua, pero aparte de enfocarse en mi cabello, no se había movido y parecía que no tenía intenciones de hacerlo. Quizá no había tomado en consideración que, así como era difícil para mí, para él tampoco era fácil ver las marcas restantes, aunque la mayoría se hubieran desvanecido bastante.

—Gracias. —Ahora que sentía el pelo limpio y el fresco aroma flotando junto con el vapor de la habitación, asentí en su dirección. Inesperadamente, sus mejillas bronceadas se encendieron y se levantó, dejando clara su intención de irse—. ¿Ya te vas?

—Esperaré afuera a que termines de bañarte.

¿Y ahora en dónde estaba todo ese atrevimiento con el que se había presentado?

—Dean. —Llamé, deteniéndolo a unos pasos de la puerta. Le hice una seña para que se acercara y cuando estuvo lo suficiente cerca, tomé su mano obligándolo a bajar hasta mi altura—. ¿Está todo bien?

—Todo bien...

Dudé un segundo, pero lo liberé para enviarlo a buscar un broche de la habitación. Había perdido la costumbre y olvidado algo para atarme el pelo mientras me lavaba el cuerpo; cuando volvió lo vi mirarme con ojos llenos de emociones que no supe clasificar.

—Fée... esto... —Desde mi lugar en el agua, me moví, haciendo que los pétalos de madreselva me siguieran y se revolvieran. Me fijé en el objeto en sus manos y un sentimiento divertido y cálido se asentó en mis ojos.

—Era muy parecido y terminé por comprarlo.

Lo vi apretar sus manos alrededor del broche antes de acercarse, agarrar el cabello mojado y torcerlo sobre mi cabeza para mantenerlo firme sobre ella. Había una sensación de dèjá vu en ello: un broche parecido a este y la misma persona, realizando la misma acción.

De forma inconsciente, me reí al imaginar el desastre sobre mi cabeza.

Ya no me sentía incómoda y las acciones calmadas y suaves terminaron por desactivar cualquier alarma en mi cabeza, a la vez que evocaba viejos recuerdos.

Era cierto que ahora, esa vida que tuvimos se perdió hace más de diez años; pero el sentimiento se recuperaba poco a poco y no tenía una verdadera sensación de extrañeza. La primera vez, a falta de otras manos, me había tocado perder la vergüenza y ayudarlo a asearse, porque ese muchacho raro que había caído en mis manos con la vida pendiendo de un hilo, apenas mantenía la consciencia el tiempo suficiente como para poder darle agua y a él le había tocado desempeñar el mismo papel cuando había caído enferma.

Habíamos sido una pareja casi constituida, solo nos habían faltado los comprobantes... y la consumación. Me sonrojé, pero sonreí.

Lo miré de soslayo y aprecié esa cara que todavía guardaba los resabios de la adolescencia y que era un poco diferente de la que yo conocía. Yo misma era más joven de lo que había sido cuando nos conocimos, pero de alguna manera, la barrera estaba baja.

Tiré la cabeza hacia atrás y lo miré bajo las pestañas, recordándome que esta persona era mía. Estiré la mano hasta dejarla bajo su barbilla, y lo acerqué a mí.

—Eres muy lindo. —Sentí la repentina necesidad de burlarme, así que susurré muy cerca de su oreja.

—Fée... —Me divertí al verlo tragar y hablar con voz temblorosa hasta que la puerta se abrió y un grito escandalizado provino desde ella; luego se escuchó un golpe sordo acompañado de la cara roja de la princesa. 

Esta es la famosa escena del baño! Jajaja 

Estos dos me dan cien años de vida. 


Gracias por leer y recuerden que pueden encontrar la versión editada del libro, con más contenido, nuevos personajes, ilustraciones y corrección editorial en Amazon como "Fleur, memorias del tiempo".

Si les gustó, no se olviden que pueden apoyar mi trabajo adquiriendo el libro en cualquiera de sus formatos y/o compartiéndolo, ya sea en capturas, citas, redes sociales o con amigos para que llegue a más personas y la historia tenga oportunidad de crecer y ser más reconocida.

Los amo!

Flor

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