CINCUENTA Y SEIS

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A medida que los días avanzaban y la distancia se acortaba, las interacciones con los demás viajeros y pobladores de las diferentes ciudades se volvieron frecuentes y no pudimos evitar la invitación de un joven noble que insistió en que nos quedár...

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A medida que los días avanzaban y la distancia se acortaba, las interacciones con los demás viajeros y pobladores de las diferentes ciudades se volvieron frecuentes y no pudimos evitar la invitación de un joven noble que insistió en que nos quedáramos unos días a participar del festival en honor a Buain.

Dicha fiesta era común entre los plebeyos que agradecían la temperatura cálida y los suelos fértiles.

La noche más larga del año solía festejarse con fogatas inmensas, alcohol y baile, decir que era un magnífico espectáculo nocturno no estaba de más y entre el mar de gente, Dean y yo salimos a perdernos con ellos.

Con las manos firmemente tomadas, recorrimos algunos puestos de comida que se habían abierto y me animé cuando vi que había grandes barriles de cerveza acomodados cerca del amplio campo en donde las fogatas ardían.

Todavía tenía algo de reticencia al fuego, a los grandes fuegos, mejor dicho, y aunque más calmo, todavía me generaba un ligero rechazo.

Pero, era claro que había una diferencia entre acercarse al fuego y ser atada y prendida fuego.

—Recuerdo que te gustaban bastante este tipo de festejos. —A mi lado, Dean, que sostenía una combinación de pan y carne asada, me miró.

—Me gusta, es diferente de a lo que estaba acostumbrada, las personas se enfocan más en divertirse que en ver qué hizo mal el otro. —Al tiempo que me encogía de hombros, caminé hasta estar frente a los barriles y me atreví a tomar dos grandes jarras que una mujer con las mangas subidas y el rostro pecoso, me ofreció por dos monedas de cobre.

Sostuve ambas bebidas y lo empujé a sentarse en los troncos desordenados que se dispersaron cerca del fuego. Hacía calor y el olor del humo crepitante me llenaba la nariz, la ropa y el pelo.

Era una imagen y un olor familiar. La risa, la música, la comida e incluso la cerveza en mi mano, que en realidad era bastante amarga y conservaba un poco del sabor al trigo tostado.

—La primera vez que bebiste cerveza dijiste que sabía asquerosa y seguiste tomando igual. —Se rio mientras me ofrecía el sándwich en su mano y mordí sin grandes contemplaciones—. Terminé llevándote a cuestas.

—No recuerdo nada y lo negaré todo. —Mientras evitaba el brillo de burla en sus ojos, tomé un trago de la sustancia amarillenta y sentí como me bajaba por la garganta. Estaba algo caliente y mi gesto se torció, su sabor, después de tantos años me impactó.

—Pero yo sí recuerdo perfectamente, dijiste: "Dean, querido, el piso se mueve, haz que pare".

—Mentiras, mentiras. —Riéndome, negué aquello, aunque sabía que sí pasó y la narración siguió conmigo siendo llevada en su espalda, diciendo estupideces. En algún momento me dormí y ya no recordé más.

Él tomó un trago largo antes de bajar la jarra y mordió otra vez antes de chasquear la lengua y arquear una ceja.

—Te burlas de mí, pero aquella vez que los muchachos del pueblo te llevaron a beber, volviste tambaleándote, abriste la puerta muy fuerte y me miraste durante un laaaaargo rato antes de decir: "Por qué hay tantas Fée, no te muevas, no te muevas, quiero abrazarte".

Fleur: Memorias del tiempo [DISPONIBLE EN AMAZON Y LIBRERIAS]Where stories live. Discover now