DIECISÉIS

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Aventé, por lo que me parecía la milésima vez, el pequeño ovillo de lana y vi como la cola peluda de Denu se deslizaba debajo de la mesa del salón y se llevaba arrastrado consigo parte de la alfombra

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Aventé, por lo que me parecía la milésima vez, el pequeño ovillo de lana y vi como la cola peluda de Denu se deslizaba debajo de la mesa del salón y se llevaba arrastrado consigo parte de la alfombra. Sonreí a modo de disculpa a la doncella que estaba a mi lado sirviendo el té y tomé una rebanada de pan caliente en lo que pensaba en los estragos que el pequeño felino había estado causando alrededor de la mansión.

Tomé el asa de la taza y me llevé el borde a los labios, tratando de saborear el líquido, cuando el impacto contra mi pie me hizo fruncir el ceño resignada; era de nuevo el ovillo de lana y un pequeño felpudo que me miraba con impaciencia.

—¿Eres un gato o un perro? —pregunté en lo que empujaba la lana con mi pie lo más lejos que pudiera.

—Una molestia. —Bastian, quien desayunaba frente a mí en la mesa, habló sin quitarle la vista de encima a la tostada.

—Sé que te gusta, te he visto cargarlo cuando piensas que no te ven —acusé e ignoré la mirada airada que me dirigió, optando por concentrarme en mi propia bebida.

Alcancé a tomar un sorbo y el calor me invadió; hacía unos días que la temperatura había bajado aún más, relegándome a la compañía de la chimenea. La nueva vestimenta cumplía muy bien su papel; pero si era sincera, no encontraba ningún placer en la ventisca que me cortaba las mejillas, por lo que mi único entretenimiento eran las cartas que llegaban: de Silvain, de mi madre, incluso había recibido una de Clarice. La última expresaba su desencanto por mi ausencia y una queja disimulada sobre los rumores a los que estaba expuesta luego de que mi madre decidiera que le valía muy poco la reputación de mi padre y saliera a pasear con su nuevo esposo por las calles de la capital.

Estuve tentada a responderle que me parecía perfecto y que era evidente que no le importaba mucho el nombre de la casa Blanchett ya desde el momento en que había decido volver a casarse casi dos semanas después del divorcio. Luego pensé que no desperdiciaría tinta en una respuesta.

—Señorita, lady Lane ha confirmado su asistencia a la fiesta de té. —Margot entró y dejó la misiva con una sonrisa encantadora en los labios.

—Oh. —Sonreí y volví a tomar otro sorbo, sentía que el calor se escapaba muy rápido—. ¿Y lady Tremblay?

El gesto encantado en la cara de mi nana se descompuso y las cejas se entretejieron; casi podía decir que se habían juntado a fuerza de disgusto.

—¿Era realmente necesario invitarla?

Reprimí la sonrisa que empujaba por salir y la miré desconcertada a los ojos.

—¿No es una cortesía básica devolver la invitación? —pregunté y casi pude ver el debate interno que estaba sufriendo. Al final terminé por reírme delatando mis intenciones de molestarla.

—A veces me preocupa que su personalidad no sea acorde a la posición que ocupará. —La escuché murmurar y me cubrí la boca con la taza; todavía no podía decirle que no me casaría. Podría parecer muy relajado de mi parte esperar a que fuera Silvain quien rompiera el compromiso; pero tenía la certeza de que pasaría y era un desperdicio de mi energía pensarlo. En el remoto caso de que no pasara, bueno, ya pensaría en una solución.

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