CUARENTA Y CINCO

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Sentada en el jardín de la mansión, me quedé bajo la sombra de los árboles sin mirar demasiado a mi alrededor

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Sentada en el jardín de la mansión, me quedé bajo la sombra de los árboles sin mirar demasiado a mi alrededor. Ya la primavera se había tornado calurosa, pero el vestido me cubría el cuello y los brazos en su totalidad.

—Señorita. —La voz de Margot llegó desde la entrada del jardín, en sus manos había un ramo grande de flores—. Las enviaron desde el palacio.

—Tíralas, ya te le he dicho. —Sin el menor atisbo de duda, quité la mirada de los pétalos rojos de las flores. Las encontraba ofensivas.

—Estas fueron entregadas con una nota de Su Alteza. ¿Debo tirarla también? —Mis ojos volvieron a posarse en la mujer y en las flores antes de vacilar durante unos segundos e instarla a acercarse. No le escatimé mirada al arreglo y tomé directamente el sobre que había venido con ellas y rompiéndolo, saqué la nota, leí y rompí a reír.

—Es un hijo de puta muy gracioso.

—¡Señorita! —Espantada, Margot me miró con reproche y yo solo me reí. ¿Había necesidad de esconder cuánto lo despreciaba? ¿Había necesidad de ser educada?

—Quémala —dije al devolverle la carta—. Si alguien de palacio viene por una respuesta, diles que estoy enferma y que no estoy recibiendo a nadie ni contestando correspondencia. Mejor diles que estoy muerta y que ya no molesten.

—¡Señorita! —Margot me miró con tristeza y supe que de nuevo me estaba comportando mal. Me llevé las manos a la frente tomando un poco de aire para serenarme, no quería, pero el mal humor se había asentado en mi pecho como un parásito del que no podía deshacerme.

—Lo siento, Nana. ¿Puedes decirles a las sirvientas que me preparen el baño?

—Enseguida. —Me dio la espalda y se alejó con pasos rápidos, dejándome sola frente a la mesa con bocadillos que no habían sido tocados.

¿Por qué era tan difícil entender que no quería que me molestaran? ¿Y qué si las flores eran de mi prometido? ¿No habían visto? ¿No habían visto mi cuerpo? ¿Debía perdonarlo porque iba a ser mi esposo?

Me reí sarcástica unos segundos antes de empujar al suelo la taza de té cerca del borde de la mesa, no se rompería, el césped le hacía de colchón, pero deseaba que se rompiera.

Habíamos planeado cuidadosamente nuestros pasos a dar, empujado de forma sutil de un lado y del otro, avivado las llamas dejando aquí y allá una palabra; pero, al fin y al cabo, ya quería terminar rápido con él.

Me tapé la boca unos segundos mientras miraba hacia arriba, mi cuerpo apoyado contra el respaldar de la silla; había de todo menos gracia en esa postura. Cerré los ojos y temblé unos segundos recordándome que estaba mal pensar de esta forma, que era solo un sentimiento pasajero y que mi mal humor desaparecería de forma gradual.

—Mamá dijo que vendría con Valentine. —Me sobresalté al escuchar una voz cercana y temblé un segundo antes de volver a la normalidad. Me odiaba por ello, porque ahora mi reacción a todo era la de un animal asustado.

Fleur: Memorias del tiempo [DISPONIBLE EN AMAZON Y LIBRERIAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora