CUARENTA Y SEIS

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Como era de esperarse, mi madre se enfureció al saber lo que había pasado y contra todo lo esperado, por primera vez en la vida, o por lo menos en esta, Bastian y yo recibimos un largo y extenuante regaño

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Como era de esperarse, mi madre se enfureció al saber lo que había pasado y contra todo lo esperado, por primera vez en la vida, o por lo menos en esta, Bastian y yo recibimos un largo y extenuante regaño. Mientras nos reprendía por atrevernos a esconderle lo que había pasado, grandes lagrimas le corrían por las mejillas. No entendía si era por pena o por enojo, pero me sentí agradecida cuando me abrazó.

Era un sentimiento por completo diferente al que me provocaba cualquier otra persona. Era mi madre, y con ella no tenía que ser fuerte. Sabía que nadie esperaba que lo fuera; pero de alguna forma, creí que no podía tomarme el tiempo de derrumbarme frente a ellos.

Bastian pronto saldría de la capital junto con ambos príncipes y Dean estaba organizando muchas cosas detrás de escena que incluso yo no sabía del todo; había una gran presión sobre los hombros de todos y no me atrevía a ser otra carga más.

Por eso, en cuanto mi madre me obligó a subir y abrir los botones en el escote del vestido, me tapé los ojos con el antebrazo, no tenía vergüenza, pero sí un sentimiento de frustración que había mantenido conmigo desde que despertara. Sabía también que, si sumara lo años vividos de mis dos vidas, en realidad no estaría muy lejos de la de mi madre; sin embargo, era inevitable que volviera a ser una niña frente a ella.

—Vas a estar bien, cariño. Hay cosas irreversibles, pero mientras estés viva, todo está bien. —Consoló—. ¡Vamos al palacio! ¡Podemos exigir que el compromiso se rompa bajo la excusa de que la personalidad del príncipe es inmoral y-

—No quiero. —Interrumpí, en este punto me había sentado en la cama junto a ella sin mirarla realmente. Seguro que a sus ojos mis palabras sonaban estúpidas—. No es porque lo perdone o lo acepte, es porque hay cosas que todavía requieren de este compromiso, e incluso si lo intentáramos, estoy segura de que no podríamos.

Era consciente de que por mucho que me gustara, las probabilidades no estaban de ninguna forma a mi favor. Incluso si denunciara de forma pública lo que me había hecho, solo lograría enfurecerlo y ponerme en la mira de la sociedad, sociedad que me echaría la culpa a mí. Aparte, era su prometida, nos casaríamos en menos de un año y aunque no era recomendable, no sería del todo mal visto.

Además, Silvain ya lo había dejado claro, no me dejaría ir. Pensé en la carta que había ordenado quemar y me reí.

"Espero que mi prometida sea benevolente y no me culpe por amarla a este punto. Mis sentimientos son puros y vivos como estas palabras".

Ante mi risa, los ojos de mi madre, que habían vuelto a la normalidad, volvieron a enrojecerse y su mano delineó el borde de mi cara con suavidad antes de hablar.

—Lo siento tanto, me sentía tan feliz, que te descuidé y ahora... —Se detuvo un segundo y yo negué. No podía aceptar sus disculpas.

—No, estoy feliz de que lo seas. No voy a decir que a veces no te extraño, pero es suficiente para mí saber que estás bien. Belmont y tú ahora forman una bonita familia, tengo un pequeño muñequito por hermano y muy pronto, Bastian y yo también nos casaremos. —Sonreí ante la perspectiva y seguí al tiempo que apretaba con delicadeza la mano femenina de mi madre, largos y blancos dedos se entrelazaban con los míos. Era genuinamente feliz cuando pensaba que, en esta vida, mi madre no había muerto y había evitado un mal destino. También era cierto que a veces la extrañaba, pero era la pura necesidad que me generaba el saberla viva; antes no habría tenido la oportunidad de ser consolada por ella y lo más cercano que podía hacer era visitarla en el cementerio. No me atrevía a ser egoísta y privarla más de lo que alguna vez lo estuvo. Además, no era como que no la viera seguido, era una exageración.

Fleur: Memorias del tiempo [DISPONIBLE EN AMAZON Y LIBRERIAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora