CUARENTA Y UNO

14.5K 2.2K 652
                                    

—¿Oíste lo que pasó en la casa del Conde Joubert?

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

—¿Oíste lo que pasó en la casa del Conde Joubert?

—¿Oírlo? Lo vi todo.

Pasé sin llamar la atención junto a la puerta del salón principal de Rumeurs, solo para escuchar ese corto diálogo. Hace unos días que la alta clase se pasaba el chisme, agregando palabras aquí y allá; pero en lo que todos concordaban era, para mi satisfacción, que Bastian estaba profundamente enamorado de Mirella. Lo malo del rumor, es que algunos simpatizaron con Clarice y pensaban que había sido muy cruel de parte de mi hermano el haberla tratado como lo hizo, "humillando a su propia hermana" esa era la expresión que utilizaban.

Sin embargo, eran los menos.

Negué con suavidad y sonreí, aunque estas mujeres sabían a quién pertenecía el lugar, todavía se atrevían a hablar con tanta libertad; nadie podía culparlas, este salón de té, de principio a fin, había sido hecho con este propósito y hoy, yo había venido a generar otro.

"Los dos hijos legítimos de la casa Blanchett, habían quebrado relaciones con su padre y habían tomado de forma oficial su apellido materno".

Aunque esto ya había sonado por lo bajo desde el momento en que el pedido de mano de la princesa se había efectuado en persona, sin la compañía de ningún representante; no obstante, no era lo mismo sospecharlo que confirmarlo y para ello, necesitaba un rumor con peso y personas que lo esparcieran.

—Señorita. —Francis se me acercó y quiso dirigirme hacia las habitaciones privadas, pero decliné con amabilidad antes de dirigirme a las escaleras; el piso superior tenía una vista privilegiada del inferior y era el lugar ideal para dejar salir un chisme al tiempo que se confiaba en la seguridad del no ser visto.

Arriba, como era de esperarse, no había mucha gente; la poca que había, tomaba té en soledad mientras miraba por las ventanas. Las mesas más cercanas a la parte abierta del piso, estaban libres, exceptuando una. Allí, Loana y Lette ya me esperaban y sin decir demasiado, me senté y me serví té de la tetera.

—Bueno... —Guiñé un ojo con disimulo antes de romper en llanto— ...yo... papá... fue a casa y dijo... dijo que éramos una vergüenza... que... que...

Los ojos de Loana se llenaron de divertida sorpresa y Lette se llevó la mano a la boca, tapándose los labios antes de estirar la otra para tomar la mía. Sabía que debajo de esos dedos blancos, el par de labios se arqueaba y bloqueaba la risa.

—Pero... ¿Qué pasó?

Levanté los ojos en una nebulosa de agua salada: había cierta parte de ridículo, cierta parte de vergüenza y cierta parte envanecida por haber logrado que esas miradas cercanas, que supuestamente estaban centradas en el té, se dirigieran a mí.

—Cálmate, cálmate. —Mientras Loana palmeaba mi mano libre y Lette tomaba la otra, parecía que de verdad estaban consolándome por alguna calamidad. Nada más lejos de la realidad, en verdad éramos actrices talentosas representando una obra—. Ahora cuéntanos bien. ¿Qué dijo el duque?

Fleur: Memorias del tiempo [DISPONIBLE EN AMAZON Y LIBRERIAS]Where stories live. Discover now