Fleur: Memorias del tiempo [D...

By defloresescribo

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Seguramente conoces el cuento de la zapatilla de cristal, el príncipe y el final feliz ¿Pero qué pensarías si... More

Había una vez
UNO
DOS
TRES
CUATRO
CINCO
SEIS
SIETE
OCHO
NUEVE
DIEZ
ONCE
DOCE
TRECE
CATORCE
BASTIAN
QUINCE
DIECISÉIS
DIECISIETE
DIECIOCHO
DIECINUEVE
VEINTE
VEINTIUNO
VEINTIDÓS
VEINTITRÉS
VEINTICUATRO
DEAN I
DEAN II
VEINTICINCO
VEINTISÉIS
VEINTISIETE
VEINTIOCHO
VEINTINUEVE
TREINTA
TREINTA Y UNO
TREINTA Y DOS
TREINTA Y TRES
TREINTA Y CUATRO
TREINTA Y CINCO
SILVAIN I
SILVAIN II
TREINTA Y SEIS
TREINTA Y SIETE
TREINTA Y OCHO
TREINTA Y NUEVE
CUARENTA
CUARENTA Y UNO
CUARENTA Y DOS
CUARENTA Y TRES
CUARENTA Y CUATRO
EL DUQUE I
EL DUQUE II
CUARENTA Y SEIS
CUARENTA Y SIETE
CUARENTA Y OCHO
CUARENTA Y NUEVE
CINCUENTA
CINCUENTA Y UNO
CINCUENTA Y DOS
CINCUENTA Y TRES
CINCUENTA Y CUATRO
CLARICE I
CLARICE II
CLARICE III
CLARICE IV
CLARICE V
CLARICE VI
CLARICE VII
CLARICE VIII
CINCUENTA Y CINCO
CINCUENTA Y SEIS
CINCUENTA Y SIETE
CINCUENTA Y OCHO
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CUARENTA Y CINCO

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By defloresescribo

Sentada en el jardín de la mansión, me quedé bajo la sombra de los árboles sin mirar demasiado a mi alrededor. Ya la primavera se había tornado calurosa, pero el vestido me cubría el cuello y los brazos en su totalidad.

—Señorita. —La voz de Margot llegó desde la entrada del jardín, en sus manos había un ramo grande de flores—. Las enviaron desde el palacio.

—Tíralas, ya te le he dicho. —Sin el menor atisbo de duda, quité la mirada de los pétalos rojos de las flores. Las encontraba ofensivas.

—Estas fueron entregadas con una nota de Su Alteza. ¿Debo tirarla también? —Mis ojos volvieron a posarse en la mujer y en las flores antes de vacilar durante unos segundos e instarla a acercarse. No le escatimé mirada al arreglo y tomé directamente el sobre que había venido con ellas y rompiéndolo, saqué la nota, leí y rompí a reír.

—Es un hijo de puta muy gracioso.

—¡Señorita! —Espantada, Margot me miró con reproche y yo solo me reí. ¿Había necesidad de esconder cuánto lo despreciaba? ¿Había necesidad de ser educada?

—Quémala —dije al devolverle la carta—. Si alguien de palacio viene por una respuesta, diles que estoy enferma y que no estoy recibiendo a nadie ni contestando correspondencia. Mejor diles que estoy muerta y que ya no molesten.

—¡Señorita! —Margot me miró con tristeza y supe que de nuevo me estaba comportando mal. Me llevé las manos a la frente tomando un poco de aire para serenarme, no quería, pero el mal humor se había asentado en mi pecho como un parásito del que no podía deshacerme.

—Lo siento, Nana. ¿Puedes decirles a las sirvientas que me preparen el baño?

—Enseguida. —Me dio la espalda y se alejó con pasos rápidos, dejándome sola frente a la mesa con bocadillos que no habían sido tocados.

¿Por qué era tan difícil entender que no quería que me molestaran? ¿Y qué si las flores eran de mi prometido? ¿No habían visto? ¿No habían visto mi cuerpo? ¿Debía perdonarlo porque iba a ser mi esposo?

Me reí sarcástica unos segundos antes de empujar al suelo la taza de té cerca del borde de la mesa, no se rompería, el césped le hacía de colchón, pero deseaba que se rompiera.

Habíamos planeado cuidadosamente nuestros pasos a dar, empujado de forma sutil de un lado y del otro, avivado las llamas dejando aquí y allá una palabra; pero, al fin y al cabo, ya quería terminar rápido con él.

Me tapé la boca unos segundos mientras miraba hacia arriba, mi cuerpo apoyado contra el respaldar de la silla; había de todo menos gracia en esa postura. Cerré los ojos y temblé unos segundos recordándome que estaba mal pensar de esta forma, que era solo un sentimiento pasajero y que mi mal humor desaparecería de forma gradual.

—Mamá dijo que vendría con Valentine. —Me sobresalté al escuchar una voz cercana y temblé un segundo antes de volver a la normalidad. Me odiaba por ello, porque ahora mi reacción a todo era la de un animal asustado.

—Ya veo... tomaré un baño antes de recibirlos.

—No tienes que hacerlo si no estás lista. —Bastian, que todavía llevaba su nuevo uniforme, habló al tiempo que se sentaba en el suelo junto a mí. La única silla disponible la estaba ocupando yo; pero podría haber permanecido parado para comunicar algo tan breve.

—Está bien, es mamá. —Con un sentimiento complejo, bajé la mano y la puse sobre su cabeza con cautela, sintiéndome aliviada al ver que ya no me daba escalofríos tocar a los demás—. ¿Hay algo más que contar?

Lo vi dudar antes de asentir.

—Las cosas se están tranquilizando con lentitud, aunque la guardia en los puntos de entrada de la ciudad sigue siendo fuerte, muy pronto podremos organizar todo. —Se calló un segundo que aproveché para sentarme mejor y desatar su cabello, comenzando a trenzarlo. Sabía que no le gustaba, pero no dijo nada—. Hablé con la persona que dijiste, está dispuesto a ayudar.

—Oh, accedió muy rápido.

—Escuché que fue Lady Loana quien habló primero.

Mis manos se detuvieron y volvieron a retomar la tarea. Todavía podía recordar las expresiones de mis amigas cuando llegaron a verme.

La cortina se movía empujada por la suave brisa y la luz entraba, iluminando la habitación, pero yo todavía seguía acostada sin moverme. Bastian, Margot e incluso un todavía herido Yvan habían venido por la mañana e intenté sonreírles.

Era cierto que me sentía amada y apreciada, sobre todo cuando el pobre caballero de nuevo se echaba la culpa por no haber podido protegerme, incluso cuando uno de sus brazos seguía entablillado y requería de muletas para moverse; pero eso no significaba que no me sintiera mal.

Dean había tenido que regresar luego de haber permanecido durante tres días a mi lado mientras dormía y la habitación se sentía increíblemente vacía. Mamá no había sido informada a petición mía y, por lo tanto, no había venido. Por las noches, me arrepentía de no hacerlo, porque me hacía falta su abrazo.

«¿Cómo podría abrazarte si apenas puedes resistir un pequeño toque?»

Quería reírme, pero no podía.

Volví a cerrar los ojos, dejando de mirar las cortinas que se balanceaban y escuché el toque en la puerta. La cabeza de cabello blanco de mi hermano se asomó antes de entrar, parecía que pronto saldría dado por cómo estaba vestido.

—Hay dos personas que están esperando verte. —Ante lo dicho mi ceño se frunció y lo miré sin hablar, hasta que lo vi suspirar y acercarse. En mis ojos no había atisbo de duda, pero la piel ya había comenzado a erizárseme—. Está bien si no quieres verlas.

Tomó mis manos y me tensé un segundo antes de relajarme, de hecho, no quería ver a nadie. Era suficiente presión con las pocas personas que me rodeaban. Quería superarlo rápido, pero tenía un límite.

Estaba a punto de asentir a lo que Bastian dijo, cuando el sonido de pasos se escuchó en el pasillo en conjunto con las palabras de Klaus pidiendo que se detuvieran. La puerta de la habitación fue abierta de repente y dos figuras femeninas se abrieron paso. Me sorprendí al verlas, sus mejillas rojas delataban la rapidez con que se habían dirigido hacia aquí.

Tanto Lette como Loana estaban paradas en la entrada con una mano sobre el pecho y detrás de ellas, algunas doncellas y el mayordomo se habían acercado.

—¡Señoritas! —Klaus levantó la voz en cuanto vio la situación dentro del cuarto, pero pasada la sorpresa inicial, ya no había nada que hacer.

—Está bien. —Agarré con más fuerza la mano de mi hermano y me ayudé de ella para incorporarme—. Déjalas.

—Fleur.

Miré brevemente a la persona sentada junto a mí, que me había nombrado, y sonreí leve antes de instarlo a irse. Pronto, solo nosotras quedamos.

Ambas, que parecían haberse sincronizado entre sí, se adelantaron hasta el borde de la cama y se sentaron una a cada lado sin atreverse a tocarme. Sus ojos vagaban por mi rostro y mi cuello que se dejaba ver por el holgado camisón.

—¿Te hizo esto Su Alteza? —Lette, cuya mano quiso delinear una marca particularmente grande al costado de mi clavícula, fue esquivada de forma inconsciente cuando me encogí un poco y los dedos estirados se cerraron en el aire en un puño—. Tú... no puedes casarte.

—No te casarás, es... es... una bestia. —Loana también habló, apretando la tela de la falda con fuerza.

Ante las repentinas afirmaciones, me sentí conmovida y desconcertada. No podía ser que esto se hubiera extendido tanto, así que, con la pregunta en los ojos, las observé por un tiempo hasta que Loana pareció comprender.

—Mi padre estaba allí ese día y vio a tu hermano salir del castillo contigo. —Suspiró y frunció el ceño al tiempo que se mordía los labios con fuerza—. Quise venir antes, pero me detuvieron en la entrada.

—Entiendo.

—Él... ¿lo hizo? —Quise sonreír cuando vi los ojos llorosos de Lette al preguntarme y la respiración contenida en el pecho de Loana, que pareció soltarse cuando negué.

—No pudo.

—¿Aun te vas a casar? ¡No puedes! Tu vida será miserable.

—Todavía no están casados y ya te hizo esto, niégate, debe haber una forma.

—La hay. —Me mordí los labios antes de atreverme a hablar, era algo que hubiera preferido mantener solo para mí; pero esperaba que, en el futuro, incluso si me convertía en una verdadera traidora, ellas aún pudieran verme como ahora—. Pero no es algo en lo que deberían involucrarse.

—Qué... —Pese a que había comenzado a hablar, vaciló más de una vez antes de poder formular un siempre "qué".

—No voy a casarme, nunca tuve la intención de hacerlo.

—¡Yo sabía! ¡Tenía razón! —Loana, que había comenzado a reírse encantada, cortando el ambiente incómodo, miró a Lette satisfecha—. Eras tú la chica del mercado.

—¿Qué?

—Te vimos. —La cara de Lette se ruborizó antes de que pudiera entender a lo que se referían—. Aunque tu cabello era diferente, eras tú y estabas con un muchacho, un muchacho de pelo rojo.

Tomé aire de repente antes de poder hablar.

—Te enamoraste de un plebeyo y ya no quieres casarte con el príncipe.

—Es... un poco más complicado que eso. —Incómoda, me vi en una posición en que solo había dos caminos, esconderlo o confesar.

Sopesé los pros y los contras de lo que iba a hacer y terminé por admitir que lo mejor sería hablar. Loana y Paulette pertenecían a nobles que vivían en la frontera sur, sus linajes solían mezclarse con los países vecinos y no eran especialmente reacios a estas uniones, pero lo más importante, era que la lejanía atenuaba la lealtad.

—Muy pronto, la capital estará en caos y sus familias y ustedes, tendrán que elegir. —Sus semblantes llenos de ilusión, se volvieron serios.

—Es por la desaparición de los príncipes, ¿no? —La voz de Lette se había vuelto un hilo sospechoso.

—Es... —Vacilé— ...un poco como eso.

—Mi padre dijo que la corte se volvería inestable, había muchas esperanzas en el nacimiento de la hija de los Bleu y en el pequeño príncipe, pero ahora que desaparecieron, aquellos que están inconformes con el príncipe, están inquietos —mi rubia amiga habló con cuidado antes de suspirar.

—Escuché que tienes un compromiso con el segundo hijo de los Chevalier.

—Aunque no parece ponerme en sus ojos por mucho que lo intente. —El cambio de tema había sido abrupto, pero todavía contestó con una melancolía patente.

—Aun así, lo quieres —afirmé.

—Lo quiero.

—¿Tanto como para apoyarlo si sus acciones lo llevan a la guillotina? —Los ojos de Loana y Lette se abrieron de forma abrupta ante mis palabras y reprimí la risa que me provocaban sus expresiones.

—Tú... ¿sabes algo Fleur? —De repente, tomó mis manos entre las suyas y sofoqué un pequeño chillido de sorpresa, recibiendo una mirada de disculpas.

—Aunque aún no tiene mucha fuerza, el partido rebelde se ha estado fortaleciendo con el tiempo, pero todavía no es lo suficiente considerable como para poder enfrentar la situación. —No lo era ahora, ni lo había sido entonces—. Pero si están dispuestos, mi hermano y yo, podemos tenderles una mano.

Sus expresiones se endurecieron, pero entre el desconcierto, hubo una pequeña luz de sospecha en los ojos de la mayor.

—¿Por eso tu hermano...? —La pregunta quedó en el aire y yo asentí sin dudar—. Lo que estás diciendo es algo demasiado grave, incluso si el príncipe es inadecuado-

—No es algo que digo fomentado en la ira. —Incluso si lo decía, no pude evitar el querer bajar las mangas del camisón—. Me temo que las cosas ya comenzaron a moverse hace mucho y me niego a tener a alguien que puede hacerme esto, por rey.

Estaba apelando a esta carta tratando de convencerla, en el pasado, los miembros del partido rebelde fueron guillotinados antes que mi hermano; no habían sido fuertes, pero ahora que habíamos cimentado las bases, las probabilidades habían cambiado.

Las dos mujeres se tensaron en cuanto miraron mis manos tironear de las mangas.

—Sus Altezas... —La voz de Paulette se hizo chiquita y dejó la idea en el aire. No contesté y nadie habló, pero la respuesta estaba en el aire.

En su momento, no me había importado quién moría y quién no, estaba más preocupada por el porvenir de mi hermano; sin embargo, habían corrido rumores de que ese joven, que ni siquiera tenía más de veinticinco años, había sido condenado a la guillotina y que su esposa también. En esta y en cualquier vida, Joyce, el segundo hijo de la casa Chevalier había sido ese líder y aunque no sabía quién había sido su esposa, por la mirada en los ojos de mi amiga, sabía que en esta y en cualquier vida, solo ella habría podido serlo.

Y Paulette... no sabía qué fue de ella, pero si tal como ahora, su familia mantuvo su amistad con la casa Roux, entonces, también habrían desaparecido.

Todas en esta habitación éramos mujeres, pero no por ello tontas ni menos entendidas. Ahora que el caos se estaba expandiendo con cada día que pasaba en el que Silvain no podía estar del todo seguro de su éxito debido a que el estado de Nathan había cambiado de muerto a desaparecido, aquellos que no estaban conformes, tenían esta carta jugando en su mano.

La carta que Bastian y yo habíamos colocado allí.

—Me temo que, en el futuro, mi vida o mi muerte, dependerán del éxito.

Sonreí y las dejé ir.

No había querido involucrarlas, pero si había un destino como tal, se involucrarían.

—Si todo va bien, no pasará mucho tiempo para que de verdad haya un caos.

Terminé de trenzar el cabello de Bastian y atendí a lo que dijo; enseguida me sentí un poco mejor, lo suficiente para recibir a mi madre que había llegado antes de que pudiera tomarme un baño y que se acercaba con mi hermano en brazos. El cabello negro y el plateado de sus ojos delataba quienes eran sus padres y sin resistirme ni resentirme, lo tomé en brazos.

—Tú solo asegúrate de que todo salga bien. —Mi cuerpo no parecía disgustar la presencia de mi madre y pude responder con normalidad a su caricia, y al par de ojos sospechosos.

—¿Qué debe hacer bien?

—Buscar a su prometida. —Sonriendo, respondí. Valentine apenas tenía dos meses y era como un muñeco suave entre mis brazos. En mi vida pasada no había tenido la oportunidad, pero en esta, me gustaría... bueno, no era algo que Dean no pudiera cumplir.

Me reí por lo bajo pensando que esta noche volvería y que había excelentes noticias.

—La princesa... ¿en verdad te gusta esa niña, Copito? —Una sirvienta trajo una silla para mi madre y ahora miraba a mi hermano, que seguía en el suelo frente a mí.

—No me digas así, mamá. —Bastian se quejó antes de contestar la pregunta con un ligero rubor sobre las mejillas—. Me gusta.

—Ah... —Mamá suspiró y supe que no estaba muy convencida del asunto—. Si te gusta, te apoyaré... pero la familia real es complicada, espero que puedas cuidarte y que aparezca pronto. —Dejó de hablar cuando una doncella se acercó con té y nuevos bocadillos.

Me sentí aliviada y en paz, no solo sabiendo que pronto todo terminaría, sino porque estaba con personas que me hacían sentir así. Con el corazón en calma, volví a prestarle atención a la mesa y sosteniendo con cuidado a mi pequeño hermano, estiré un brazo para alcanzar una de las masas saladas que habían servido junto con el té, sobresaltándome cuando la delicada mano de mi madre me agarró por él.

El agarre había sido tan fuerte como la medida de su fuerza se lo permitía, no me lastimaba, pero la rapidez y la sorpresa activaron ese miedo residual guardado en mi piel. No pude evitar temblar durante un segundo antes de calmarme.

—¿Qué es esto? —Mis ojos, que se habían dirigido a ella, se deslizaron hasta el brazo que sostenía y me puse pálida al comprobar que la manga se había subido. 

Les dejo este divertido dibujito que hizo una de las lectoras:

Son todas las lectoras queriendo pegarle un ollaso al duque y a Clarice (yo soy la que graba). 

Y debajo, un precioso edit de otra lectora: 

Gracias por leer y recuerden que pueden encontrar la versión editada del libro, con más contenido, nuevos personajes, ilustraciones y corrección editorial en Amazon como "Fleur, memorias del tiempo".

Si les gustó, no se olviden que pueden apoyar mi trabajo adquiriendo el libro en cualquiera de sus formatos y/o compartiéndolo, ya sea en capturas, citas, redes sociales o con amigos para que llegue a más personas y la historia tenga oportunidad de crecer y ser más reconocida.

Los amo!

Flor

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