Fleur: Memorias del tiempo [D...

defloresescribo द्वारा

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Seguramente conoces el cuento de la zapatilla de cristal, el príncipe y el final feliz ¿Pero qué pensarías si... अधिक

Había una vez
UNO
DOS
TRES
CUATRO
CINCO
SEIS
SIETE
OCHO
NUEVE
DIEZ
ONCE
DOCE
TRECE
CATORCE
BASTIAN
QUINCE
DIECISÉIS
DIECISIETE
DIECIOCHO
DIECINUEVE
VEINTE
VEINTIUNO
VEINTIDÓS
VEINTITRÉS
VEINTICUATRO
DEAN I
DEAN II
VEINTICINCO
VEINTISÉIS
VEINTISIETE
VEINTIOCHO
VEINTINUEVE
TREINTA
TREINTA Y DOS
TREINTA Y TRES
TREINTA Y CUATRO
TREINTA Y CINCO
SILVAIN I
SILVAIN II
TREINTA Y SEIS
TREINTA Y SIETE
TREINTA Y OCHO
TREINTA Y NUEVE
CUARENTA
CUARENTA Y UNO
CUARENTA Y DOS
CUARENTA Y TRES
CUARENTA Y CUATRO
EL DUQUE I
EL DUQUE II
CUARENTA Y CINCO
CUARENTA Y SEIS
CUARENTA Y SIETE
CUARENTA Y OCHO
CUARENTA Y NUEVE
CINCUENTA
CINCUENTA Y UNO
CINCUENTA Y DOS
CINCUENTA Y TRES
CINCUENTA Y CUATRO
CLARICE I
CLARICE II
CLARICE III
CLARICE IV
CLARICE V
CLARICE VI
CLARICE VII
CLARICE VIII
CINCUENTA Y CINCO
CINCUENTA Y SEIS
CINCUENTA Y SIETE
CINCUENTA Y OCHO
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Uno
Memoria I
Dos
Memoria II
Tres
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TREINTA Y UNO

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defloresescribo द्वारा

*Canción en la que se inspiró el cap. arriba en galería*

Acepté la educada inclinación que Dean hizo ante mí en el momento en que la música volvió a sonar y extendí mi mano para tomar la suya. Estábamos cerca del medio, sin llegar a estar en él; situados entre otra multitud de parejas que también esperaban bailar.

El sonido suave del violín había provocado un vaivén elegante en las gloriosas faldas, entre ellas, no muy lejos, la falda blanca y dorada de Clarice parecía resaltar con delicadeza; su graciosa figura había logrado eclipsar a la gran mayoría de las presentes, incluyéndome.

Aunque el vestido que Madame Coté había hecho para mí era una obra de arte en sí misma, el dibujo escondido debajo de la fina capa de gasa apenas podía vislumbrarse; entonces, era normal que la oscura prenda resultara opacada por el puro porte de mi hermana.

Su visión no logró acaparar ni un segundo de mi atención, sin embargo, mi acompañante no tardó en manifestar su insatisfacción. Dando un suave apretón sobre mi mano, Dean me obligó a mirarlo al tiempo que ponía su mano en mi cintura y acortaba la distancia. Aunque no era suficiente.

Con mi mano sobre su hombro sonreí disimulada. Antes, no habíamos tenido que guardar la compostura, no habíamos tenido que reprimir las sonrisas y mantener la distancia adecuada. ¿Cómo sería esto suficiente para mí? ¿Para él? ¿Para ambos?

No obstante, era una experiencia interesante bailar con él de esta forma. Sentía que, de alguna vaga manera, estaba conociendo la otra parte de mí, esa que era bonita y elegante, la de la señorita adecuada de la capital.

Cerré los ojos un momento y escuché el sonido de los violines en conjunto con el piano formando sintonías alucinantes con los demás instrumentos. La cadencia de las notas volvía nuestros pasos más fluidos, como cisnes sobre el agua. Ojalá se viera tan bello como lo imaginaba.

—¿Te disgusta mi rostro?

Abrí los ojos y elevé mis cejas, desconcertada.

—¿Te sientes inseguro sobre tu aspecto? —murmuré, consciente de que estábamos rodeados de personas que sabían sobre mi compromiso con el príncipe. Hubiera sido un caso diferente si fuera una niña soltera; aunque seguro me hubieran tachado de atrevida.

—Temo que mi esposa escape de mí si no me considera lo suficiente hermoso.

—Guarda tus palabras, sinvergüenza y, de hecho... —Estaba por hacerle un comentario respecto a lo falsamente insatisfecha que me encontraba con él, cuando la luz comenzó a bajar de intensidad.

—¿Qué pasa? —Sus manos amables se tensaron y casi quise reírme cuando la repentina presión sobre mi cintura, exenta del corsé, me provocó cosquillas.

—La luna se está acercando a su punto medio y se verá por la cúpula de cristal; es normal que atenúen las luces —contesté.

Las demás parejas, al igual que nosotros, se habían detenido ante la súbita falta de iluminación; pero al momento retomamos el ritmo que de lento se volvió un poco más enérgico. Las faldas flotaban y se perdían en el sonido apaciguado de los zapatos, en los movimientos que mil veces ensayados, se habían vuelto libres tras ser puestos en escena sobre el piso brillante.

—Mira. —Señaló con suavidad mirando hacia arriba—. Pronto la luna estará sobre nuestras cabezas, es algo... nostálgico.

Aprecié la sonrisa ambigua en sus labios y luego miré hacia arriba; bajo su guía, terminamos en el medio del salón con la vista descubierta hacia el cielo estrellado y la luna cada vez más visible.

Di una vuelta y descansé mi mano sobre la suya, en esta casi completa penumbra, solo podía verlo a él y me encontré libre de sonreírle como quería, incluso de entrelazar nuestros dedos; y cuando pensé que el corazón se me saldría del pecho, deseando con todas mis fuerzas que este momento no terminara, una luz pálida se hizo paso a través del cristal, alumbrando cada centímetro del lugar, inclusive nosotros.

Suspiré y volví a dar una vuelta, la falda amplió la distancia al distenderse a mi alrededor como el agua inmensamente apacible; fluyó con naturalidad en torno a mis piernas y liberó en el proceso el intrincado patrón de dibujos que hasta entonces había sido imperceptible.

Una a una, las constelaciones bordadas en la tela comenzaron a tomar luz propia. Sobre mi cuerpo, se había abierto un nuevo cielo.

Jadeé consternada y mi estómago se encogió ante el detalle que la modista no me había revelado. A la luz de la luna, las estrellas se dispusieron una a una en una red entrelazada en el fino hilo tejido bajo la gasa.

Volví a los brazos de Dean en el preciso instante en que la falda cerró su vuelo al terminar la vuelta y; sin embargo, el brillo estaba allí. Sus ojos destilaban un sentimiento de admiración y la sangre se acumuló en mis mejillas. 

—¿Quizá... quizá pueda... robarte ahora?

Me reí y la presión de las miradas disminuyó en cuanto lo escuché. Con mi mano sobre su hombro y la otra firme en su mano, me permití seguir el ritmo de la música; un paso adelante mientras él daba uno atrás, uno detrás mientras él adelantaba uno. Balanceando el peso ligero que ahora parecían tener nuestros cuerpos, olvidé que estábamos en el salón de baile, y que, bajo el descubrimiento de la magia oculta en el vestido, nos habíamos convertido en el centro de atención.

—Si me robas...

—Me estaría llevando un pedazo de cielo. ¿No seré castigado por los dioses entonces? —Sonrió de lado y apretó su agarre sobre mí levantándome apenas, despegando mis pies del suelo. La sensación me abrumó pese a que su boca estaba llena de comentarios revestidos de humor.

—E-estoy segura de que... te perdonarían si estoy de acuerdo. —Contra mi voluntad, tartamudeé.

—De verdad... de verdad espero que me perdonen... —Más que sus palabras, eran sus ojos, que se habían vuelto de un dorado intenso, los que me dijeron qué tan reales eran sus dichos, qué tan sincero era con sus intenciones, qué tanto... me quería.

Sentí la dureza bajo mis pies en cuanto mis zapatos tocaron el suelo y la calidez de su mano me soltó para darle paso a la siguiente vuelta; pero me había vuelto torpe y mis pasos se juntaron unos con otros provocando que casi cayera. El tirón en mi mano aún retenida en su agarre mantuvo mi cuerpo erguido y; sin embargo, como un acto disimulado, ambos terminamos girando.

Nuestras caras estaban tan cerca que pude sentir su aliento un instante antes de que el movimiento ameritara la separación. No me había dado cuenta de cuán borracha podía sentirme en su imagen, que ni siquiera había sido capaz de apreciar el cegador espectáculo que mi vestido había provocado.

¿Cuán alucinantes éramos ahora?

Yo, que le había robado estrellas al cielo nocturno y él que me sostenía diciendo que aún no era suficiente, que aún faltaba. Sin embargo, el momento se acortaba y la luz pálidamente delicada de la diosa Gwen no nos guardaría lo suficiente.

Y cuando la música se detuvo, aunque todavía lo tenía cerca, sentí que me volvía egoísta y mezquina al querer que su mano nunca me soltara; que fuera posible mantenernos así y que mañana no tuviera que despertar pensando que todavía, para mi pesar, no había podido escapar.

Mi pecho subía y bajaba con rapidez al momento en que Silvain vino a reclamar mi tercer baile y por fuerza tuve que ofrecerle una reverencia discreta a Dean quien, a su vez, realizó una más que pronunciada.

—Fue un placer haber obtenido el honor de acompañarla, este viaje no tiene pérdida. —Se incorporó y sonrió al tiempo que el príncipe se colocaba a mi lado. Su gesto rígido.

—De igual forma, aunque temo que un simple baile no sea pago suficiente para mi vida.

Sonreí y me obligué a mantener la emoción dolorosa en mi pecho limitada allí y que no se entreviera ni siquiera un destello en mis ojos. Si hubiera podido, me habría aferrado a él... porque este indescriptible sentimiento de pérdida al ver su espalda alejarse y perderse entre las personas, era demasiado desagradable.

Sabía que era obligatorio, pero me era tan insoportable, que la idea de tener que compartir de nuevo la pista con mi prometido era casi insufrible y; sin embargo, reuniendo mis pensamientos dispersos, sonreí tan pulcra como pude y logré apaciguar la oscura expresión en los irises malvas.

—Mi prometida es la mejor entre todas.

Mi sonrisa se atenuó y acepté la copa que se me ofreció mientras el descanso hasta la tercera pieza se terminaba.

—¿Aún no me perdonas? —en un susurro, Silvain habló acercándose a mi oreja, corriendo a un lado los cabellos que se habían escapado de mi moño. El tacto caliente de sus dedos me hizo estremecer con una sensación, por contrario, helada.

—Me lastimaste —ya sintiéndome cansada, susurré.

Su mano tomó mi muñeca herida y sonrió irónico. El moretón no se veía, pero podía apreciar la burla bajo la capa de preocupación que había puesto.

—No te noté dolorida durante el baile.

—¿Debería decir entonces cómo mi amable prometido, sin consideración alguna, me hirió en un ataque injustificado de furia?

La fuerza aumentó y apreté los dientes; no obstante, me negué a dejar ver que me dolía y levanté la cabeza para sonreír a mi alrededor; a las señoritas que, pese a la presencia de Su Alteza, se habían visto envueltas en el brillo mágico del vestido.

Entre ellas, Clarice se contaba como una. Ahora, su vestido había palidecido en comparación al mío y su sonrisa se había vuelto tan vívida como la de una muñeca de porcelana; sus ojos miraban la falda, el torso y las mangas cubiertas de bordados de estrellas y lunas.

De alguna forma, el vestido, que nunca había dejado de brillar, hizo el trabajo que esperaba. El cabello blanco atado en un moño alto, se había adornado por una peineta de plata y cuarzo blanco que se habían perdido en el blanco de las hebras, notándose solo cuando la luz le permitía un reflejo.

Mirándonos la una a la otra, la diferencia era tan grande como el cielo y la tierra. Así que, incluso cuando la insatisfacción por mi compañero brotaba ácida, el placer de ver que, lo que en un principio había disparado los buenos comentarios sobre mi hermana y ahora lo hacía conmigo, no me lo quitaría nadie.

Ninguna boca estaría exenta de mi nombre.

Me descalcé y tiré los zapatos a un lado en cuanto llegué a mi cuarto escoltada por mi hermano. Él había permanecido bastante callado pese a que la soledad más de una vez nos había dado el paso para poder conversar.

No había dicho palabra alguna hasta que el viaje hubo terminado y nos encontramos frente a la mansión del abuelo, quien luego de reclamar su baile conmigo, se retiró aduciendo que los ambientes cargados de la capital no eran para alguien como él. Aunque yo lo había notado bastante enérgico al momento en que medio salón me vio arrastrada por su paso rápido. Me alegraba que hubiera podido venir, al menos unos días.

Suspiré y pasé la mano sobre la falda del vestido. Cada bordado había sido elaborado al detalle, cada puntada había sido dada con extremo cuidado y dedicación y casi sentí que era una pérdida quitármelo. Pero era necesario.

Me senté en la cama y miré alrededor. Ahora que me había mudado, no podía acostumbrarme del todo a esta nueva habitación; pero de alguna forma, dormir era más fácil.

Todo había sido un éxito, sin embargo, el sentimiento de insatisfacción seguía allí, molestándome. Agarré una almohada y la aventé al suelo con un mohín caprichoso. Casi quise ponerme a patalear cuando comprendí que todo se debía a que, aunque sabía que era imposible, todavía esperaba que Dean y yo pudiéramos bailar con libertad.

Incluso si el proceso había sido hermoso y vistoso, la rigidez no había podido desaparecer del todo bajo los cientos de ojos que habían estado allí para observarnos.

Hice un puchero y me quedé sentada durante largos segundos sin moverme, ni siquiera había admitido la ayuda de las pocas doncellas de la casa que se habían ofrecido para desvestirme; así que estaba sola.

El silencio era apabullante y me removí incómoda cuando una corriente de aire se deslizó desde la ventana. Me levanté y di pasos cansados hacia allí, dispuesta ya a mover mi cuerpo desprovisto de fuerza a la cama luego de cerrarla; en mi somnolencia, ni siquiera había recordado que podía hacerlo desde la cama, con un movimiento descuidado.

Y cuando extendí la mano para tirar del marco, un par de dedos conocidos se cerraron sobre los míos.

—¡Ah! —Un gritito sobresaltado acompañó mi gesto al hacerme hacia atrás y aunque la fuerza de la sorpresa me acompañó, no pude liberar el fuerte agarre.

Dean, sentado en el alfeizar exterior metió sus piernas dentro de la habitación y con una sonrisa desfachatada tiró aún más.

—No puedo creer que mi aspecto te desagrade tanto, al punto en que tengas que gritar cuando me ves.

Me llevé la mano libre al pecho y lo miré enojada. ¿Quería matarme de un susto?

—Tienes razón. ¡Eres horrible! —exclamé.

—Shhh. —Me reprendió—. Nos escucharán. —Se acercó y envolvió un brazo alrededor de mí, tirándome más cerca.

Me callé, pero mi ceño no dejó de arrugarse, si nos descubrieran... bueno, en realidad no creía que algo serio pasara en la casa del abuelo; pero sin dudas, no sería algo agradable encontrar a un hombre en mi cuarto.

—¿Qué haces aquí? —Al final, la inconformidad por verme sorprendida en medio de la noche se desvaneció y pregunté lo que era importante.

—Vine a presentar una queja a mi esposa infiel.

—¿Qué? —Sobresaltada, lo miré y pestañeé confundida. Ya había llegado a un acuerdo con que me llamara su esposa, ¿pero infiel?

—¿Con cuantas personas bailaste hoy? —Había una queja infantil en su voz y tuve que reprimir la risa.

—Veamos. —Fingí que lo estaba pensando y empecé a contar con los dedos mencionando nombres al azar al tiempo que, de reojo, observaba su expresión caer cada vez más.

—No bailé más que contigo. —La repentina revelación me hizo cerrar la boca y mirarlo. Todavía estaba sentado sobre el alfeizar de la ventana mientras que yo permanecía parada junto a él.

—Lo sé.

—Y aun así aceptaste tantos bailes, de verdad no piensas en tu esposo para nada.

—No podía rechazarlos, se considera una descortesía.

—Temo que te robarán antes de que yo pueda hacerlo y ese príncipe... —Puso su mano en el justo lugar en donde Silvain me había besado y pasó sus dedos como si quisiera limpiarlo.

—Solo espera un tiempo, hay cosas que todavía tengo que hacer mientras estamos comprometidos.

—Esperé durante tantos años y tengo que seguir esperando. —Apoyó su cabeza contra la mía y empujó casi sin fuerza—. No es para nada justo, quiero dejarlo en claro.

Este acto infantil, que estaba presentando frente a mí, terminó por acabar con mis esfuerzos por no reírme y fui yo quien lo abrazó.

—¿Cuándo he sido justa yo?

Lo escuché murmurar algo por lo bajo referido a que alguien más era una sinvergüenza, que era increíble que se hubiera enamorado de una mujer así y un par de divagaciones más hasta que correspondió a mi abrazo.

—Requiero un pago justo para tal sacrificio —dijo de repente.

—¿Qué pago? —Entrecerré los ojos y lo miré sospechosa. Hacía tiempo que toda insatisfacción se había ido, reemplazada por un sentimiento de comodidad.

—Un beso. 


Gracias a SofiaGarcia559 por su bello arte, si quieren saber su IG, es: @luckytobali 


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Los amo!

Flor

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