Volver a Intentar (Completa y...

By IvonneVivier

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Esta es una historia de amor y pasión, de Laura y Javier, desde primer día que se vieron con distintos ojos q... More

Parte 2
Parte 3
Parte 4
Parte 5
Parte 6
Parte 7
Parte 8
Parte 9
Parte 10
Parte 11
Parte 12
Parte 13
Parte 14
Parte 15
Parte 16
Parte 17
Parte 18
Parte 19
Parte 20
Parte 21
Parte 22
Parte 23
Parte 24
Parte 25
Parte 26
Parte 27 Final
Aviso
Agradecimiento
Agracimiento, otra vez

Parte 1

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By IvonneVivier

Carla no quería oír lo que su amiga le confesaba, la escuchaba con ojos cubiertos  de preocupación y angustia, sabía todo, conocía como nadie la historia, y el motivo que había desencadenado la ruptura -…pero no es esta la solución, no... Aún hay amor entre ellos – pensaba.

Laura seguía explicándole a Carla como se sentía y porque tomaba la decisión que tomaba.

-Ya no podemos seguir intentando Carla, nos lastimamos mucho, cuando decidimos esta separación sabíamos que podría no haber vuelta atrás, o por lo menos yo lo sabía.- Sentenció Laura. –Le voy a pedir el divorcio. Ya estamos grandes, nos conocemos demasiado y no podemos seguir haciéndonos daño, pasamos por algo terriblemente doloroso y no pudimos superarlo. Listo, borrón y cuenta nueva, es muy difícil, para los dos, nos queremos mucho y nuestra historia es hermosa, pero debajo de una terrible desgracia que no pudimos superar, necesitamos recorrer el camino separados, tengo veintinueve años, aún puedo intentar una nueva pareja, él también. Quiero tratar de recuperar algo de la felicidad que perdí, los dos nos merecemos volver a intentar enamorarnos, intentar sonreír otra vez, ¿no te parece que tengo derecho? – le preguntó a su amiga con angustia y la voz quebrada por el llanto reprimido, sus palabras estaban más orientadas a auto convencerse de su idea qua intentar hacerlo con Carla. Hizo una pausa para tomar un sorbo de agua.

 – En el último tiempo de convivencia,  cada vez que hablamos era para discutir, nos mirábamos  con bronca, ya ni compartíamos la cama... –dijo rompiendo en llanto mientras  Carla  trataba de consolarla.

Carla conocía a Laura como nadie, se hicieron amigas de niñas, cuando la familia Cosi se mudó al barrio donde ella vivía. Laura y su mamá estaban solas, su papá había muerto en un accidente dos años antes de la mudanza. Compartieron  navidades, cumpleaños, vacaciones… eran como hermanas de la vida.

También conocía a Javier desde esa época porque era el mejor amigo de su primo Federico. Los cuatro eran inseparables desde la infancia.

Había sido testigo del amor de Laura y Javier, desde el comienzo, había presenciado el primer beso, sabia de su primera relación sexual y todas las dudas que Laura tenía sobre eso, de la emoción de ambos al escucharse decirse “te amo” por primera vez, de los celos indomables de Laura, del apoyo de Javier cuando la mamá de Laura enfermó y murió y del de ella cuando Javier perdió a sus padres en ese accidente, de la ilusión de vivir juntos. Había sido testigo de todas las cosas por las que habían tenido que pasar en sus vidas, pero siempre el amor los había guiado y ella sabía que esta vez así sería también. No dudaba  del amor que sentía el uno por el otro, incluso después de tantas idas y vueltas, de tantos problemas y tanto dolor por la desgracia más absurda que tuvieron que vivir. Por eso no compartía la idea de la separación definitiva, creía en el tiempo, el único capaz de curar heridas y hacer cambiar de parecer. Carla no era de las personas más enamoradizas ni románticas, aun así confiaba en el amor de Laura y Javier.

Mientras volvía a su casa, después de la charla con su amiga,  recordó ese cumpleaños, aparentemente tan lejano, cuando comenzó el noviazgo.

Una semana antes del cumpleaños número diez y seis de Laura, ella, Federico, Javier y un grupo de amigos del colegio habían organizado un festejo, nada especial, al estilo de Laura. Saldrían juntos a bailar al boliche de siempre.

A su amiga no le gustaba festejar sus cumpleaños, desde que su papá había fallecido, pero habían pasado ya diez años y Carla creyó que era tiempo de dejar que el pasado la atormente y pueda disfrutar de su día sin tristezas.

-Te prometo que va a ser una noche especial – le dijo Carla a Laura el día de la invitación, cuando ya estaba todo organizado.

 Laura a los quince era en chica muy dulce y divertida, siempre sonriente. Alta comparada  con chicas de su edad y delgada, con buena figura, su cabello color miel, largo y brillante enmarcaba  su hermoso rostro, con labios carnosos y sensuales, ojos marrones  muy expresivos y sinceros, tanto que le era difícil mentir u ocultar algo a quien la conocía, sus ojos reflejaban lo que ella pensaba. No se reconocía ni bella, ni sensual, pero lo era y todos los muchachos  se daban vuelta al verla pasar. Era muy atractiva. No le gustaba maquillarse, porque no  quería convertirse en otra persona frente al espejo, era natural y así quería verse.

Javier era dos años más grande que Laura y Carla, compañero de colegio y aventuras de Federico, primo de Carla. Le gustaba mantenerse en forma,  corría  cada vez que tenía tiempo y practicaba muchos deportes. Su  cabello corto de color caoba hacia que resalten sus pequeños ojos verdes, tenía labios gruesos y una nariz que sin ser pequeña era perfecta para su rostro haciéndolo lucir masculino. Siempre estaba prolijo, nunca se lo veía desaliñado y le gustaba oler y vestir bien.

Estaba enamorado de Laura desde hacía tiempo, pero nunca se había animado a decírselo, primero por la edad de ella y después porque dudaba que lo mirase como a él le gustaría, pero su belleza y dulzura lo tenían cautivado y estaba cada vez más decidido a romper el silencio, hablar  con ella sinceramente y contarle lo que le sentía sea cual fuese su respuesta. No sabía qué pensaría ella ante su declaración pero la única forma de saberlo era diciéndoselo. Reconocía que su reputación de mujeriego le precedía, pero todo quedaría atrás si ella lo aceptaba, estaba dispuesto a dejar su libertad por esa niña dulce que no lo dejaba dormir invadiendo sus pensamientos.

 Ya no podía dejar de pensar en ella, no quería esperar más, si lo rechazaba, sabía que sufriría, pero ya sabiendo que no tendría esperanzas, buscaría la forma de olvidarla, tal vez con alguna linda chica intentaría pasarla bien, como siempre hacía y porque no, encontrar el amor.  No le era difícil conseguir quien lo mire, era muy buen mozo. Para él Laura era especial, no era una más,  le gustaba mucho, sus sentimiento por ella superaban los de la amistad, soñaba con besarla  y… muchas cosas más, pero su imaginación de lo que haría no era como con cualquier chica con la que se sueña, con ella era diferente, había dulzura en sus sueños, se sentía enamorado de Laura. Estaba inquieto porque por primera vez iba a conquistar a una chica, no solo era atracción física, sus deseos eran más profundos, no alcanzaría con besarla o simplemente tener sexo con ella, era mucho más lo que quería con Laura y por eso necesitaba que ella sienta lo mismo y formen una relación que perdure en el tiempo, él buscaba hacerla su novia.

Para ella era, Javier era como un imposible, lo miraba de lejos sin percatarse de sus sentimientos, siempre bien acompañado por chicas hermosas que lo rodeaban y lo abrazaban o besaban. Lo veía muy atractivo, tal vez  el tipo de hombre con quien le gustaría estar algún día, pero era “el mujeriego” Javier, ella no estaría en su lista, no era su target y tampoco quería serlo porque no compartía ese tipo de relaciones con los hombres. Simplemente por eso estaba descartado. Aunque a veces se descubría observándolo y pensando cómo, a futuro, le molestaría le presente una novia oficial, la sola imaginación de esa situación la incomodaba y la ponía de mal humor, pero sabía que algún día pasaría y tenía que aceptarlo. Él era  más grande, guapo e imposible.

Ya avanzada en horas la fiesta de cumpleaños, Laura y Javier bailaban en la pista de baile, como normalmente lo hacían, pero un poco más apartados del grupo, mientras Javier tenía otros planes y pensaba la mejor manera de llevarlos a  cabo, Laura solo disfrutaba de su compañía como siempre, sin esperar nada más.

- Vuelvo en seguida, ¿me pedís algo fresco para tomar? – dijo, naturalmente, Laura mientras se alejaba hacia el baño.

Javier se acercó a la barra, pidió un par de  gaseosas y esperó nervioso,  ese era el día, el momento, para bien o para mal, la decisión estaba tomada, le declararía su amor a Laura.

-¿Cómo lo estás pasando?- preguntó Javier cuando Laura volvió.

-Muy bien –respondió ella mirándolo - gracias por venir hoy y estar conmigo…

-De nada, realmente disfruto de tu compañía, no es un sacrificio para mí -afirmó Javier, tomó un trago de su gaseosa, hizo una pausa y la miró a los ojos. –Laura, no quiero disimular más lo que me pasa y necesito decírtelo. Me gustás mucho – dijo, decidido, sin titubeos y acercándose más a ella. – No me animé antes a decírtelo porque no sé si te pasa lo mismo, pero ya no puedo más, necesito que lo sepas, aunque me rechaces.

Ella lo miró en silencio, aunque sonriendo, sin saber qué decir, ni cuando hablar, ni qué pensar de lo que había escuchado. Sólo lo miró y quería gritar que él también le gustaba pero de su boca no podía salir más que una sonrisa por los nervios que le estaban jugando una mala pasada.

Se hizo una pausa incómoda, y aunque fueron pocos segundos, Javier sintió que pasaron horas.

-¡Por favor decime algo!, no me hagas  esperar más –rogó Javier ansioso y sonriente, mientras  miraba fijamente su rostro hermoso, que también le sonreía, la tomó de las manos y la besó dulcemente solo presionando apenas sus labios en los de ella, cuando, sin palabras, con una sola mirada y en silencio, ella le dijo “también me gustas” lo pudo ver en sus ojos. Ella simplemente se dejó besar.

Carla, desde la otra punta de la barra con Federico y unas amigas, miraba contenta lo que pasaba, eran la pareja ideal, ella se había dado cuenta hacia mucho de los sentimientos de ambos y estaba disfrutando ese momento, contenta por sus amigos.

Javier no podía creer lo que estaba pasando, volvió a besarla mientras  le tomaba la cara  con ambas manos, ella no se resistió, sentir sus labios húmedos y tibios  era lo que había deseado desde hacía tanto tiempo, cada vez que lo veía.

Laura sentía que en sus pulmones colapsarían si no volvía a respirar con normalidad, por su cabeza aún rondaban las palabras de Javier  y sentía su hermosa boca sobre sus labios, pero la dudas la carcomía, porque Javier siempre estaba con diferentes chicas, ninguna le duraba y no le tenía confianza, no quería ser una más de su lista, de eso estaba segura.

Javier sabía lo ella pensaba de él porque siempre se lo decía, eran amigos y se conocían mucho, por lo que aunque su deseo de besarla era enorme, debía dejarlo para otro momento y contarle de sus sentimientos, asegurarle que la quería de verdad y alejándose un poco de ella aun en contra de su voluntad, le dijo…

–Laura lo vengo pensando desde hace meses. Estoy seguro de lo que siento por vos, no voy a exponerte, ni a lastimarte. No sos una chica que conozco hoy y mañana no me acuerdo. Lo que siento por vos viene de hace mucho tiempo pero no me animaba a decírtelo por nuestra amistad, pero no aguante más, sentí la necesidad y consideré este un buen momento.

-Pero… y todas esas chicas con las que salías, nunca estabas sólo, siempre estabas besuqueando a alguna – pregunto Laura, insegura e ingenua.

-Tengo necesidades, soy hombre, además, quería buscar una reacción tuya, para adivinar si sentías lo mismo por mí. Darte celos, ¿lo lograba? –preguntó él con picardía.

-Me molestaba mucho, pero nunca creí que tenía oportunidad con vos, siempre te vi como un imposible. –Le respondió Laura tímidamente.

-No lo soy. Me gustás vos y nadie más, por eso formalmente te pregunto, ¿querés ser mi novia?  – le preguntó con una sonrisa sincera.

-¿Novia? ¿Oficial? – sin poder creer lo que le estaba escuchando Laura se sonreía nerviosa – ¡De tu boca la palabra novia no puede salir!

Laura sentía que flotaba de felicidad, nunca había imaginado a Javier como su “novio”, era el chico más lindo del planeta y pensó que jamás la miraría a ella. Sin embargo, estaba pasando, no solo la miraba, también la besaba y le preguntaba si quería ser su novia. Sentía que sus  sueños  se estaban haciendo realidad. Como le había prometido Carla, esa sí había sido una noche especial.

Lo que Javier buscaba con Laura no era no era el tipo de relación a la que estaba acostumbrado tener, chicas que se entregarían a él en el momento que se lo pida y al poco tiempo de salir no volver a verse, ni tampoco era ella ese tipo de mujer, Laura era distinta y él la quería también de manera distinta. A pesar de su juventud la experiencia le decía que en la intimidad con Laura la sensación sería otra, porque lo que sentía por ella era otra cosa, era especial, ella era una clase de mujer diferente, por eso le gustaba más aún…por su ingenuidad y espontaneidad, era natural y alegre, todo eso de ella le fascinaba. Ya había disfrutado de tener chicas dispuestas a pasar el rato, o unos días, solo para divertirse, ahora buscaba algo serio y eso lo encontraba en Laura, esperaría el tiempo que sea necesario para que ella se sienta  cómoda con él y ese día no tendrían sexo, por primera vez estaría con una mujer que le inspiraba los más hermosos sentimientos y haría el amor con ella , para ambos sería como la primera vez, porque estaba seguro que estar con Laura sería una sensación muy diferente a las que había tenido hasta ahora.

Después de seis largos meses de noviazgo, de contarse sus sentimientos, compartir silencios, de verse a diario, besarse, abrazarse, acariciarse y desearse en secreto; Javier seguía reprimiendo  sus deseos, sufriendo silenciosamente, su cuerpo ya no podía resistir la necesidad de tenerla, no lograba controlar sus neuronas revolucionadas, su ansiedad de verla desnuda, de conocer sus reacciones al tocarla. Necesitaba liberar su mente y su cuerpo para poder dormir una noche sin las interrupciones de ella en su cabeza y la necesidad de autosatisfacerse lo invadieran o lo obliguen a una ducha helada para bajar su calor. 

Buscó el momento y lugar justos para avanzar, sabía que ella lo deseaba tanto como él, podía sentirlo en su cuerpo y en sus besos, verlo en sus mejillas y en su mirada, pero la había respetado, recordaba  que habían hablado de sexo hacía un tiempo y ella se había mostrado insegura y tímida, ambos deseaban que sea algo especial, ella quería esperar un poco más y él había aceptado, pero ya no, no podía hacerlo más, su cuerpo necesitaba el cuerpo de Laura. Cada vez que la tenía cerca, en sus brazos, la besaba o la acariciaba sentía que se quemaba por dentro y sabía que a ella le pasaba lo mismo, lo sentía en su piel, percibía cómo se aceleraban los  latidos  de su  corazón cada vez que apoyaba  su cuerpo en el de ella y como se agitaba su respiración cuando la abrazaba o le rozaba sus pechos con las manos. Estaba seguro que lo deseaba, como él a ella y que su cuerpo también era un torbellino de deseos.

Una noche de sábado, salieron con sus amigos, Carla con su novio del momento y Federico siempre con alguna chica nueva.

Javier se quedaría solo en su casa porque sus padres habían salido de la ciudad por unos días. Sabía que Laura tenía un horario de llegada, el que siempre cumplía por respeto a su madre y para evitar cualquier error que haga que no puedan verse a diario como a ellos le gustaba. Había calculado el momento preciso para tener tiempo de llegar a su casa a tiempo. Estaba muy ansioso y distraído esperando ese instante crucial.

Procuró separarse del grupo, y besándola en un rincón del boliche,  sin dudar un momento, aun agitado por el efecto de los provocativos besos que cada vez lo descontrolaban más, se animó - Lau, mis papás están de viaje, ¿querés que vayamos a casa un rato? – y siguió besándola restando importancia a la pregunta, la notó dubitativa pero esos besos no lo provocaban solo a él, ella también estaba deseándolo en ese preciso instante en que con una suave y apenas audible voz dijo -Bueno – la notó avergonzada, pero no le pareció raro, así era ella.

 Laura sabía que había una consecuencia con esa respuesta pero estaba decidida, quería entregarse a su novio, lo amaba y quería que lo supiera, lo deseaba tanto como él a ella.  Javier era lo que siempre esperó y la respetó a cada instante, aun cuando ella podría haber desistido de la espera en uno de esos arranques pasionales que los invadía a solas. Estaba segura, era en ese momento, esa  noche y con él.

Partieron sin hablar, él quería llegar rápido y ella se moría de vergüenza y de miedo, casi ni conversaron en el auto, la situación era incómoda pero sabían que sería solo por pocos minutos. Ambos alucinaban, adivinaban, imaginaban y se excitaban con esas imágenes que inventaban en sus cabezas, sus fantasías estaban anticipando el momento que era inevitable.

Cuando llegaron a la casa, Javier la tomó de la mano, siempre mirándola a los ojos, haciéndola sentir cómoda, y cuidada. La dirigió a su habitación. Entraron y cerraron la puerta.

Laura estaba agitada, nerviosa, pero totalmente decidida a querer entregarse a su novio, quería tanto como él hacer el amor esa noche. Se dejaba llevar, los besos de Javier la mareaban, la desinhibían, hacían que se sienta segura de sí misma como mujer.

Él la deseaba tanto que no podía contenerse, haciendo un gran esfuerzo apartó su boca de la de ella y mirándola dulcemente,  le preguntó si se sentía bien, ella solo asintió con la cabeza y lo besó. Sería suya hoy  y para siempre.

La besó tan dulcemente como pudo, mientras le quitaba la ropa lentamente, tanto que le resultaba una agonía. Laura sentía vergüenza de su cuerpo desnudo, pero, a la vez, sentía tanto deseo por ese hombre que la estaba desnudando  y que, frente a ella, comenzaba a sacarse la camisa, que sintió la necesidad de abrazarlo y pegarlo junto a su cuerpo. Él sintió sus manos como brasas que lo quemaban y ella se estremeció al sentir la piel de su espalda.

Sus besos se intensificaron en el momento que se  descubrieron semidesnudos, compartían sus alientos calientes y su agitación era evidente, no había vuelta atrás, era necesario seguir disfrutándose y conociéndose, dar ese paso tan importante que sabían que los uniría más si acaso eso fuera posible.

 Laura ya no se sentía ni tímida ni expuesta, deseaba a Javier, disfrutaba de como la acariciaba, la tocaba y la recorría con sus labios, mientras la dejaba totalmente desnuda y se quitaba también su ropa. Se acostaron sobre la cama, suavemente sin dejar de besarse. Él se separó un poco de su boca para observarla y deleitarse con su cuerpo desprovisto de las prendas, esa tela molesta que siempre interfería en sus caricias, pero no en ese momento que podía disfrutar su piel, suave, firme, tibia. Ella lo observó mirarla con el deseo destellando de sus hermosos ojos y lo deseo más, necesitaba decirle que le gustaba verlo desnudo por primera vez, que su cuerpo la fascinaba, que se sentía cómoda con lo que estaban viviendo y que de saber que eso sentiría lo hubiese provocado antes, pero no se atrevió, simplemente le dedicó una sonrisa, tal vez un poco atrevida, pero no pudo dominarlo y lo besó acariciando su espalda, su cuello y su pelo.

-¡Sos tan hermosa! –le dijo Javier. -Te quiero. - Y se recostó sobre ella.

Sentir su piel desnuda tocando la de él la hacían estremecer. Javier la besó una vez más, la miró decidido como avisándole que ese instante entraría en ella y la haría suya y ella sonrió tímidamente en respuesta,  suavemente la penetró, lentamente y se detuvo en el instante que los ojos de Laura se llenaron de lágrimas por el dolor y el placer que sentía, una hermosa mezcla de ambos.

Inmóvil dentro de ella la besó sin prisa, sin fuerza, necesitaba que ella se sienta confiada, se acostumbre a él, para poder de una vez demostrarle cuanto la deseaba. Tal vez no sería su mejor experiencia pero decididamente el comienzo de una nueva etapa entre los dos.

Laura empezó a ser consiente de ese cuerpo extraño que la invadía y la llenaba. Ya no sentía dolor de a poco fue sintiendo los movimientos lentos de él en su interior y se descubrió sintiendo placer, ese placer prometido del que había leído tanto y era más que lo que las palabras escritas decían, era indescriptible, comenzó a sentir calor, el sudor humedecía su cuerpo y sus labios se entreabrían liberando algunos suspiros imposibles de retener.

Javier estaba flotando con lo que sentía, ella lo recibía sin reservas y él le daba su cuerpo que había estado privado de esa caliente sensación única que daba el entrar  en el cuerpo de una mujer, en ese  momento su mujer, su novia, su amor y por fin descubría lo que era hacer el amor, sentirse hechizado por una mujer y dejarla que se robe su placer, su deseo, su fantasías.

Perdió su mirada en el rostro de su novia, estaba hermosa, con los ojos cerrados, esa  lágrima rebelde que había quedado en su mejilla sonrojada por el calor y esos  labios tentadores que le decía que podía seguir, que ella estaba disfrutando y sus apenas perceptibles suspiros, era perfecto, todo ese momento era para él el broche de oro de una espera  agonizante pero que bien había valido la pena.

La pasión lo descontroló al sentirla entregada y necesitó liberarse, dejar el control de lado y se movió, ya no tan lentamente dentro de ella,  entrando y saliendo, una vez y otra vez hasta sentir a Laura temblar de placer al compás de las entradas de su cuerpo. Acercaba sus labios a los de ella para sentir su tibio aliento en su boca y que ella absorba sus jadeos, los que su interior le provocaban. Sentía como ella recorría su sudada y caliente espada con sus dedos y apretaban sus músculos haciendo que pierda la noción de todo, sus piernas enredaban su cadera por primera vez, esa  sensación era única, ella lo invitaba a seguir, a hundirse en ella tanto como pudiese y eso hizo hasta que oyó su tímido gemido final y el cuerpo de Laura se tensó en un intento de retener esa nueva sensación. Javier necesitó un par de movimientos más para poder liberarse, ese dulce sonido que salió de Laura  lo ayudó de una manera que ni él  pudo imaginar, un gruñido y un ahogado suspiro de placer acompañaron ese deseado momento culmine dentro de ella y se dejó caer  abatido y satisfecho, apoyó su agitado pecho sobre el de ella, la miró a los ojos y la besó.

-Te amo –le dijo sonriendo, mientras se recostaba de lado y la tapaba con la sábana, para después abrazarla.

-Yo también te amo. – le confirmó ella con una sonrisa  dibujada en su sonrojado rostro.

Después de un rato adueñándose nuevamente de todos sus sentidos, aun con el sabor dulce del placer vivido y sin muchas palabras, se vistieron. Él la llevó a su casa, al dejarla la besó nuevamente y volvió a decirle cuanto la quería.

Laura aún estaba desconcertada por lo que había sentido, lo que habían vivido para ella había sido hermoso y especial, pero no se sentía cómoda aun poniéndolo en palabras, Javier lo sabía, no la presionaba, con solo haberla visto sentir placer le alcanzaba, ya se darían las cosas más naturalmente, después de todo, su novia era una tímida joven sin experiencia y eso era lo que lo que, por el momento, lo seducía de ella.

Los meses pasaban y el amor crecía, se hacía cada vez más intenso, aprendían a divertirse  y disfrutarse sin vergüenza,  se conocían mucho como amigos pero estaban conociéndose como pareja y se gustaban, se querían, se deseaban.

Laura poco a poco perdía su timidez y descubría su sensualidad lo que a Javier lo enamoraba aún más y más, lo cautivaba simplemente verla perder el control ante el deseo, lo enloquecía con el solo hecho de ser ella, naturalmente, estaba completamente enamorado de su novia. La amaba y la deseaba con la misma intensidad, eso lo perdía y lo obligaba a caer en la tentación ante sus besos y caricias.  

Muchas de las noches de salida terminaban en la cama, y en cada una de esas noches el disfrute era más intenso, más natural. Laura sentía el poder que ejercía en él, sabía lo que provocaba en Javier y le gustaba, la hacía sentir sexy y deseada, ya no se sentía esa niña confundida y temerosa, se sentía una mujer, joven aun con mucho por recorrer, pero ya no una niña.

 En una de esas noches Javier simplemente se quedó mirándola perdido en su belleza y solo pudo decirle -Te deseo tanto Laura que no me dejas pensar, cada día estoy más seguro de que sos la mujer de mi vida, con la quiero pasar el resto de lo que me queda por vivir, suena cursi pero es lo que siento-  y con un suspiro, levantándola hasta apoyarla en su vientre la llevó nuevamente hacia la cama, la dejó suavemente sobre el borde y la observó embelesado. Ella lo miro de la misma  manera, con ojos enrojecidos de placer y deseo, bajó sus manos por el pecho él, acariciando cada centímetro hasta su vientre, se recostó en la cama, para que él caiga sobre ella, rendido, una vez, más a sus encantos, besándose apasionadamente, tocándose, como si sus cuerpos se pertenecieran uno al otro, disfrutaron su desnudez, se observaron, sin vergüenzas ni prejuicios e hicieron el amor apasionadamente, como siempre.

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