Entre dos Nobles

By MiSEDG

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(Actualizaciones lentas) 馃搶 +18 Enid Angliana Pemberton crey贸 que el amor lo hab铆a encontrado en Lord Derby... More

1-Sin Palabras
馃毃ADVERTENCIA 馃搶
2-La invitaci贸n
4-Simplemente hermosa
5-Inesperado
6-Volverla a ver
7-Constantine
8-Windsor
9-Baltimore House
10-Sentimientos encontrados
11-Woburn Abbey (I) y (II)
12-Angustias relevantes
13-Russell
14-Juntos al amanecer
馃毃I M P O R T A N T E
15-Petici贸n matrimonial
16-Indecente Propuesta
17-Amor y Cari帽o
18-Completamente Maravilloso
19-Como una flor
20-Delirio
21-Sobran las palabras
22-Su 脕ngel
23-Suya
24-Enfermizo
25-Impotencia
26-Desnudez
27-Refugio
28-Sin aliento
29-D茅jame amarte
30-En Cuerpo y Alma鉂わ笍
31-Compa帽era de vida
32-Cuento de hadas
33-No me dejes
34-Dulzura
35-Felicidad
36-Llamas del infierno
37-A salvo en sus brazos

3-Delaville Hall

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By MiSEDG


Llegar a Londres le pareció un milagro.

Todo el camino desde Derbyshire a la ciudad principal le había parecido tortuoso y eso ni hablar de los días en que tuvieron que detenerse en algunas que otras posadas para poder descansar. En vez de estar más relajada con aquellos días de pausa, Enid se encontraba más estresada.

Con su malestar y todo había sabido sobrellevar los días de camino, lo que era literalmente algo fantástico ya que cuanto más se acercaban a Londres la muchacha dejaba pedacitos de vida por donde pasaba y eso que lo había disimulado bastante bien. Y es que era de esperarse, todo el trayecto lo realizó pensando en cómo iba a soportar tal situación con el Conde, pero lo que más la desbordaba y le hacía retorcer los dedos era el simple acto de mirarle.

Enid no tenía la remota idea de cómo le iba a mirar a la cara y no romperse en mil pedazos. Esos, si quedaban. Por dentro estaba completamente rota, destrozada, casi sin vida... No debería de estar así, se lo había dicho a ella misma a mitad de la noche más de una docenas de veces, pero así estaba, ese era su infortunio, uno simple por haber confiado en la persona menos indicada.

¡Pero por Dios que el hombre la había hecho confiar! Cualquiera habría confiado en palabras y detalles como los que ella había recibido de parte del conde.

Pero Enid sabía que las cosas tenían que cambiar no entendía cómo, pero lo presentía.

De alguna manera lo hacía.

Sí, así iba a ser. 

***

Delaville Hall, Wandsworth Londres

El bullicio de la sala amenazaba con ponerla a delirar.

Enid miraba con ánimos fingidos el entorno del salón en donde se celebraba con alegría, de la cual ella carecía, el recién realizado enlace. El ambiente estaba pulcramente decorado, todo había quedado como la marquesa de Bald dio las instrucciones. Así limpio, recatado y sin exagerar.

La joven dio sus opiniones de vez en cuando. No tenía la menor intención de parecer ingrata y más que eso mal educada. Una de sus sugerencias había sido las posiciones de las antorchas y lámparas que iluminaban dentro del salón y fuera de la mansión. Para ella la luz estaba precisa y suntuosa para la ocasión.

Dejó salir un poco de aire mientras tomaba una copa de vino de uno de los meseros y posaba su media planta de estatura en uno de los mullidos sillones de las mesas que estaban esparcidas por toda el área festiva.

Todos parloteaban por lo bajo sobre como se veía la nueva condesa de Derby con aquel vestido. A ella sinceramente no le interesaba en absoluto cómo se veía, pero por cosas del destino y más del interés individual que tenía ella con la situación, volteó a su encuentro sintiendo casi envidia por la deslumbrante sonrisa que mostraba la nueva condesa y la alegría que destacaban sus ojos.

Con tanta belleza cualquier vestido resaltaría, se dijo.

Con su color de cabello luminoso y llamativo—que a la joven se le antojaba de un tono zanahoria—con ojos azul cielo, sonrisa destacable, nariz respingona, escote altivo y modales definidos, Lady Katherine Willian, ahora Baltimore, era el par de la belleza que todo hombre que tuviera dos ojos enfrente, recataría de las casaderas de esa temporada o hasta de cualquiera. La joven que le llevaba apenas un año parecía la visión femenina de un ángel del cielo. Tenía encantos y Enid no culpaba a quien se fijara en ella... Bueno en este caso, con cierto conde el asunto cambiaba. No sabía, mejor dicho, no entendía lo que le pudo haber pasado por la cabeza de Lord Evans para que hiciera todo aquello sin ni siquiera tener la cortesía o en su caso, de seguro, desfachatez de avisarle sus... ¿Cómo llamarle? adelantados planes—para no llamarles otra cosa— Entendía o creía entender un poco sus acciones o, al menos se imaginaba el motivo de ellas; lo que le rompía el corazón era que no la hubiera tomado en cuenta y que haya sido capaz de hacerle tal acontecimiento y ni mostrar una pizca de arrepentimiento.

Se acordaba de su llegada a Delaville Hall y de la mirada que éste le dedicó cuando le tocó a Enid saludarlo. No supo cómo definir lo que vio en sus ojos, lo que por ahora calificaría de intenso con aire sospechoso... Más bien, en verdad no sabía cómo clasificar esa mirada ya que fue rápida. Ella no se la sostuvo por mucho tiempo, no pudo. Su corazón no lo logró y ella le hizo caso. Tampoco es que la joven supiera leer las miradas pero de vez en cuando se daba cuenta de algunas cosas en los ojos de las personas.

Lord Evans se veía seguro de lo que hacía y cuando fue el turno de ella en felicitarle por su prontisima unión, Enid no supo cómo le salieron las palabras. Se sintió morir al terminar y agradeció cuando Lady Evelyne se lanzó a los brazos de su hermano.

No le llevaba rencor u odio como era de esperarse de cualquier persona en este caso; aunque temía llegar a tales andadas. No quería odiarlo, esa sería su última voluntad. Además se preguntaba cómo se podía pasar del amor al odio...

—Hacen tan bonita pareja...—suspiró una dama, la más próxima a ella en aquel rincón. Estaba con su séquito de señoras, a las que Enid calificó de muy charlatanas para ser familiares de la aludida.

La joven no puso reparo alguno ante aquel comentario. No estaba capacitada para eso todavía.

Pensó en retirarse ya que en la pista de baile se encontraban los recién casados y Enid no quería ser para nada partícipe de cuando se retirasen a las alcobas.

Sólo de imaginarlo las manos le temblaban.

Se encaminó hacia las presuntas escaleras pero alguien la detuvo a mitad de camino con un agarre suave en el codo.

Enid volteó en busca de la persona y se encontró con un hombre de buen aspecto, alto que desdeñaba una reconfortante sonrisa.

—Disculpe señorita...—el apuesto hombre no dejó en ningún momento de sonreir.

—Enid, Enid Angliana Pemberton—aclaró en un susurro.

—Soy Bretam Bullock es un placer conocerla. He escuchado sobre usted...

—¿Sobre mí? —A la leguas era notoria su confusión.

Una sonrisa se alineó por los elegantes labios de su ahora acompañante.

Aquel hombre estaba cómodo con la recién iniciada charla y Enid intuyó que sabía más de ella por su forma de comportarse que por lo que había dicho.

—Usted ha sido un tema a cotillear, aunque de forma anónima claro, salvo en que es familia del recién casado conde de Derbyshire y que de hace más de un año que se encuentra bajo su protección —hizo una pausa para dar un trago a su bebida y la joven siguió el movimiento con lo ojos —Pues entenderá un poco mi interés en hablarle ahora señorita Pemberton.

Le hubiera podido pasar fácilmente como una persona interesada. Pero la amabilidad y la naturalidad con la que se sinceraba lo hicieron ver de buena manera ante sus ojos.

Quizás no le vendría mal conocer a algunas personas y hacer amistades. Se dijo.

—Verá señor Bulock, debo de decir que sus más que sinceras palabras me han dejado muy sorprendida. Ya que como ha de seguro saber, aún no he sido presentada en sociedad y me parece un poco pronto que ya se esté hablando de mi.

—Pues precisamente por eso querida es que me he acercado a ti. Debes de saber cómo vuelan las noticias en esta sociedad y más cuando se trata de una familia así de reconocida como los Baltimore.

—Me imagino —la joven soltó un suspiro. —Si me disculpa me retiro. Quiero descansar un poco...

Antes de que diera con las palabras para dar fin a la conversación él agregó:

—Se que no hemos sido presentados como es debido señorita Pemberton, pero permítame decirle que para mi a sido todo un honor conocer al fin a la hija de Douglas Pemberton. —Con una desenvoltura que a Enid se le antojó bastante elegante, Bretam Bullock depositó un beso en sus nudillos.

—El honor a sido todo mío señor Bullock—se despidió con un ademán de cabeza.

Enid siguió el camino hacia las escaleras pensando en las palabras de aquel apuesto caballero. Parecía como que en verdad la conocía...

Ya no sabía ni qué pensar. Sólo sabía que era bastante guapo para ser un hombre que parecía estar en los treinta y algo. Su cabello negro y ojos verdes le parecieron bastante atractivos para su bien.

Su mente se entretuvo en otra cosa mientras subía y no era algo precisamente reconfortante para su ya devastado estado.

Un matrimonio que se supone se tenía que consumar esa noche fue motivo total de su insomnio aquella noche.

***

El día siguiente no fue mucho mejor que el pasado.

Las Baltimore y la nueva integrante de la familia se encontraban en una de las tantas terrazas de la mansión recibiendo aire fresco. La marquesa de Bald, Lady Jane había sugerido que después de la dichosa jornada de recogimiento y orden de ciertas partes de la casa, salieran un poco a descansar mientras miraban los jardines. Tomaban el té junto con algunos bocadillos de jamón, queso y otros aperitivos, mientras conversaban sobre telas, decoraciones de interiores y vestidos.

Aprovechando también que lord Baltimore no se encontraba en la casa ya que había salido a resolver unos asuntos con el señor Bretam Bullock al parlamento. Hecho que a Enid le pareció interesante, ya que no tenía absoluta idea de que el susodicho conde estuviera ligado a la política. Nunca lo había notado, mejor dicho, no escuchó hablar de ello a nadie. Así que, era un asunto totalmente contradictorio para ella y la imagen que seguía teniendo de lord Evans. No le cabía en absoluto verlo por esos lares...

—Estoy impresionada sobre la cantidad de invitaciones que hemos recibido esta mañana sobre bailes e inauguraciones, después de nuestro reciente enlace—comentaba orgullosa Lady Katherine mientras se llevaba un glacial bollo a la boca.

—Ay me imagino, con lo presuntuoso que es mi hermano—dijo Lady Evelyne revoloteando los ojos en una mueca—Cualquiera quiere tener a los condes en sus fiestas—añadió con un suspiro cansino.

Enid no le veía la gran cosa, pero intuía por algo lo decía.

—Con lo bien que se ven ustedes juntos—la hermana menor de lord Evans, Lady Elizabeth se hacía oír por tercera vez aquella tarde—Y la elegancia que desprenden ligado al buen trabajo de la decoración que tuvo el salón, ayudan mucho esas recientes solicitudes, mi cuñada.

Enid no decía lo contrario en cuanto a la decoración... Pero de lo otro, simplemente no sabía qué decir, así que optó por quedarse en silencio y masticar un trozo de jamón envuelto. Como lo estaba desde hace un buen rato.

—Claro, la decoración—agregó con un sarcasmo resonante Lady Katherine—Debo de admitir que me quedé muy encantada con el entapizado y la decoración de mi habitación y la de mi esposo...

—Hablando de eso, querida—la interrumpió Lady Jane bajando un poco la voz e inclinando la cabeza como quien va a decir el mayor de los secretos—¿Cómo fue tu noche de bodas?

La pregunta fue escuchada por todas a pesar de haber sido un simple susurro.

El espacio en donde se encontraba el cuarteto se sumió asombro y gritos ahogados.

—¡Ma-Madre!—Lady Elizabeth miró a su progenitora sin creer lo que le acababan de pronunciar sus labios.

—¿Qué pasa hija? Cualquier madre también quiere saber cómo trata su único hijo a su esposa.

Se escuchó la risita chillona y llena de curiosidad de Lady Evelyne quien al contrario de su pequeña hermana no se encontraba escandalizada con el nuevo tema, sino todo lo contrario. Ya quería saber algo de su hermanito en esos ámbitos.

Muy lejos de por donde estaban las otras damas Enid sentía un dolor oprimente en el pecho y en la garganta que dejó de masticar por un momento sintiendo las lágrimas amenazando con salir.

La aludida se sonrojó y bajó los ojos cosa que puso casi a saltar de la silla a Lady Evelyne provocando que su madre le recordara como comportarse, aparte de que ya era madre de dos niños.

—Fue maravillosa —Se sinceró—, su hijo es todo un caballero...

Finalizó con la cara del color de un tomate.

A Enid de repente le dio un mareo, ésta haciendo un movimiento con la mano le pidió a una de las criadas que le sirviera un vaso de agua.

Después de beber un poco y estabilizarse se quedó allí sentada escuchando aquella interminable conversación.

***

Dos meses después, Delaville Hall, Wandsworth Londres


Desplazó sus ojos por la ventana de la carreta y miró el paisaje.

Las cosas no habían cambiado mucho en los años, recordaba la fachada de la entrada de la mansión de los Baltimore en Londres como la de su propia casa en Yorkshire. Lo único que alteraba el ambiente mientras se acercaban era la cantidad de faetones que veía parqueados alrededor de la mansión de su amigo.

Parecía como si estuvieran de fiesta.

Que bueno, llegaba en buen momento, se dijo.

Suspiró cuando al fin su carreta se detuvo y salió sin esperar a que Milton su cochero, le abriera la puerta.

Sonrió cuando sus pies tocaron el suelo y aspiró el aire de Londres por primera vez, al aire libre, después de que se apeara de aquel barco. No había visitado a su familia, en especial a su madre a la que siempre visitaba desde llegaba de sus viajes y a la que ahora tenía noticias que darle. Pero eso podía esperar.

Esperó que le abrieran la puerta de la casa. Y recorrió con tranquilidad los pasillos por los cuales era guiado a lo que dedujo era un salón.

Ya en la puerta que daba acceso al salón de fiesta, se detuvo mientras veía a un hombre de edad avanzada que se dirigía hacia él con pasos rápidos y elegantes. Le hizo una venía con suma etiqueta. Y el joven reconoció esa venia y sonrió al recordar a Bruce el mayordomo de la familia en aquella mansión.

Le hizo un gesto con la cabeza mientras se quitaba los guantes blancos a juego con su casaca y se los pasaba a Cyril, su paje.

—Es un honor tenerlo por aquí, señor—decía el mayordomo mientras le hacía una seña con las manos dándole permiso para que cruzara y terminara de pasar la puerta—Venga le guio.

Bruce se acercó a un hombre que parecía que tenía una larga lista con lo que debería de ser los nombres de los invitados y le habló al oído algo que el joven dedujo era su nombre ya que el receptor se había volteado sorprendido mientras le hacía una apresurada reverencia.

Luego se escucharon los golpes rítmicos de un bastón que captaron la atención de todos. Hasta la de los músicos.

Con un profundo carraspeo el hombre con el listado prosiguió a anunciar lo siguiente:

Esta noche tenemos el grandísimo honor de recibir la presencia de su Alteza, el príncipe Constantine Russell de Hannover, Duque de York y Conde de Norfolk.

Los presentes allí se inclinaron de inmediato haciendo una profunda reverencia. A lo que el recién presentado príncipe respondió con un ademán de la cabeza. Sin faltarle la distinguida sonrisa. Se terminó de adentrar en aquella sala. 



****

Bueno a este capítulo sólo le adé algunas que otras cositas... Espero y lo hayan disfrutado, me lo dejan saber en los comentarios. ♥ 

Besos y gracias por leer. 

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