26-Desnudez

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Desnudez

St James palace

A Constantine le dolía la cabeza. Ni el ungüento, ni el té para el malestar preparado por uno de los médicos de la familia, habían hecho su trabajo y pensar en la situación en la que había dejado a Enid en Delaville Hall complicaba su estado. Eso le hacía doler más la cabeza.

Se removió en el sillón con la cabeza palpitando al punto de hacerle creer que ese era su castigo por haber salido de palacio sin el consentimiento de nadie y estando en peligro. A su regreso, fueron recibidos por el Duque de Essex su tío el príncipe Guillermo, padre de su primo Edison también duque de Bedford y por un contingente de guardias con la mirada afilada y el rictus inexpresivo. Él nunca había pasado tal vergüenza magistral y más cuando le dijeron en la cara que lo estaban buscando por todo Londres en el poco tiempo que había durado desaparecido y que esos no eran comportamientos de un príncipe, a parte de que, el quedarse bajo los muros de palacio, había sido una orden del príncipe regente, para cuidar de él. Y sin decir más nada que eso, le sepultaron de volada una desobediencia de su parte que lo dejó pasmado y sin saber en donde colocarse. Se acordaba de todo eso y la cabeza más le palpitaba. Y ni hablar de el brillo de indignación que tenían los ojos de su madre cuando entró en su alcoba para guarecerse del inmenso bochorno. Eso lo había catapultado a un foso que no sabía que existía en su dignidad como persona, hasta que había contemplado a su madre a la que por consiguiente pidió sus más sinceras disculpas por aquella falta...

Meció la cabeza en el espaldar de la silla y cerró los ojos ya que no podía enfocarlos por el dolor. Ya no quería ni pensar. Se había sentado en la silla para ponerse a prueba y ver hasta dónde podía llegar con todo y su malestar y ponerse al día con sus acciones... porque tenía bastantes.

 La mesa de su escritorio se encontraba copada por mas de dos pilas de papeles y documentos que tenían que ver con sus propiedades y todos los trabajos que hacía. Y dado que no estaba acostumbrado a la vagancia hizo un intento, que por supuesto no le había resultado. Su estado era tan tal que había pedido que lo dejasen solo porque la sola presencia de personas a su alrededor lo ponían en un estado de histeria que lo preocupaba. Vestido de manera informal, con la camisa de batista a medio abotonar y con un pantalón de textura fina, estiraba las piernas en todo su esplendor buscando la manera de tener un poco de comodidad.

Las misivas de parte de su primo Devon Byron no habían llegado con la última explicación que esperaba para terminar de dar el paso magistral con Enid. Su preocupación por sacarla de las garras malintencionadas de Evans lo estaban consumiendo día a día. La quería a su lado, siendo su esposa, la madre de sus hijos, su compañera, su amante, su única fuente de fuerza, su motivación. Estaba bastante seguro de que ella era lo que necesitaba y lo que siempre había buscado sin haberlo hecho. Sentía que una vida a su lado sería la misma providencia mandada por el todopoderoso por agradecimiento de sus actos. La joven era un ángel y él estaba convencido de que así sería el resto de sus días junto a ella. Ella era una flor y como tal, temía que si no actuaba rápido peligraba al lado de Evans, quien iba a hacer que se marchitara y que dejase de alumbrar con su luz. Esa luz que lo envolvía...

De repente le pasó por la cabeza el nuevo primo de Evans que había salido de la nada y de sus apresuradas y retorcidas intenciones. Frunció el ceño en respuesta evocando aquella interminable conversación que había sido digno de presenciar en Delaville Hall por su escapada de palacio. No le había gustado para nada y menos cuando se hablaba de matrimonio y él no era tomado en cuenta. Pero por ahora, aunque poco, se conformaba con lo que había dejado bien claro ante los Baltimore.

Pero es que eso no valía para nada... Enid peligraba allí y en todos los sentidos.

El toque de la puerta interrumpió sus pensamientos y despejó la presión que ejercía en su frente la acción de tener el ceño fruncido.

Entre dos Nobles Where stories live. Discover now