37-A salvo en sus brazos

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Cómo el estruendo de un rayo surcando tronador un cielo gris, Constantine cabalgaba sin descanso con el corazón en la mano, incómodo con un dolor infernal de caderas que no se comparaba en lo más mínimo en como se sentía, mientras rebotaba en el asiento por la rapidez que llevaba; pero le importaba en las más mínimo. La urgencia de estar con ella y llevársela consigo era tan inmensa que sentía que le salía por los poros. El deseo de protegerla y guareserla podía con él.

Había salido tan pronto leyó aquella carta de parte la marquesa de Bald que explicaba que Enid estaba ambarazada y que había ocurrido un incidente con Evans al saber la noticia de su estado.

Había partido tan solo con un caballo y un cambio de monturas que logró conseguir en un intercambio de bolsas de monedas en unas posadas en las que, cruzando por necesidad se había detenido solo para realizar el trueque, mas explicando quién era para conseguir lo que quería continuó con su camino.

No veía el momento de su llegada, sacarla de aquel lugar y alejarla de ese hombre que le había hecho tanto daño.

Cada vez que escuchaba los cascos del caballo y miraba al frente como alma poseída no podía dejar de imaginar las peores escenas para con ella; le chirriaban los dientes de tanto apretarlos producto de la rabia que sentía. No se podía controlar, por lo menos iba liberando algo de su frustración con la energía que descargaba en su manera de hacer correr ese pobre animal del cual no sabía ni el nombre. En parte había sido su culpa que todo eso le pasara. Al estar esperando el tiempo y tratar de planear la fecha de la boda más ir lento por ella, lo puso a perder mucho tiempo y a dejarla a merced del lobo en dónde vivía. También estaba enojado con él y se lo recriminaba cada dos segundos.

La noticia de un embarazo debía de estar llena de alegría y gozo, lastimosamente ésta no había sido así para él, en su caso.  

Llegó a la mansión Baltimore en Derbyshire más rápido de lo que ágilmente había calculado. Saltó del caballo con una destreza irreconocida cómo propia e ignoró a todos los mozos de cuadra que se le acercaron para ayudarle con las riendas del caballo.

— ¡Se-Señor!

Fué la expresión de sorpresa que obtuvo del mayordomo cuando irrumpió en la mansión sin mucho recato y le pasó por el lado en dirección a dónde sabía estaba la habitación de la joven.

— ¿Está en su habitación?— preguntó de paso al hombre que lo seguía sin saber qué hacer. Pues claro, se entendía que él estuviera con las manos atadas, él había llegado, entrado sin ningún gesto de decencia y caminaba imponiéndose en la casa de sus amos, obviamente sin su previo consentimiento.

— ¿Se refiere a la señorita Pemberton?—la voz del mayordomo Bruce quedó amortiguada por la espalda de Constantine con la cual chocó de repente. 

Evans estaba al frente en medio del pasillo. 

Había detenido sus pasos de pronto ya que al frente de él se encontraba el causante de toda la desgracia en persona. Apretó los puños en un gesto amortiguador de la picazón que sentía en las palmas de sus manos. Igonoró por completo el golpe que habia recibido del mayordomo en la espalda. 

— ¿De quién más hablaría yo Bruce, si no de mi prometida?— pronunció  con los ojos puestos en su contriante, haciendo enfasis a propósito en cada una de sus palabras.

Sabía que sus ojos probablemente desprendían llamas, tal y como se sentía por dentro. Se quemaba del enojo y la frustración de no poder haber hecho nada. Inspiró aire profundo para controlar la voz y que no le saliera partida por la impotencia, necesitaba calmarse, tenía que encontrarse con Enid en estado racional, ella necesitaba de él y esperaba lograr esa misión, ahora más que nunca, ya le había fallado, no volvería a hacerlo. Eso se lo juraba tres veces.

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⏰ Last updated: Aug 06, 2023 ⏰

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