32-Cuento de hadas

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Ni en sus más anhelados deseos Enid iba a pensar en que, después de lo ocurrido entre ellos en horas del almuerzo; Constantine pediría su mano en matrimonio delante de todas aquellas personas de rodiilas.

Tubo que pellizcarse una mejilla, allí de pie, para poder salir de ese ensueño en el que se encontraba, pero el beso cálido que recibió de los labios del príncipe en su mano, la hizo entrar en la realidad, por el fuerte sentimiento y la inmensa conciencia de más, de esa caricia en su piel. Reaccionaba a él de todas las maneras y no lo podía evitar.

Su pulso se debilitó y solo fue consciente de la felicidad que sentía y de cómo todos los sentimientos acumulados en ese momento hacían mella con ella y con su cuerpo.

Estaba tan ensimismada mirando la mano que él le sostenía que no fue consciente de los aplausos y las felicitaciones a su alrededor, quizás las estaba escuchando, pero no era consciente de ellas en sí. No sabia lo que decian con exactitud. 

—Enid cariño necesito que llegues aquí conmigo—le suplicó el príncipe con una sonrisa al verla perdida en sí, hablaba en voz baja. Estaba encantado de que todo había salido bien, tan encantado de que ella reaccionara así y de que al mismo tiempo Evans desapareciera del salón por la noticia. Que Enid lo perdonase, pero las dos cosas lo llenaban de un sentimiento de satisfacción que lo estaba asustando. Claro, en algun momento tendria que confesar todos esos sentimientos duales ante ella, pero ese dia llegaria. 

—Sí... Sí, lo siento—susurró mirándole a la cara también sonriendo. ¡Dios mío, estaba llena de felicidad y ese hombre era la maravilla que la provocaba!

Lo miró y vio en sus ojos un brillo tan bonito que sintió un vuelco en el corazón.

A Constantine le gustaba ver aquella mezcla de sorpresa y amor en sus ojos. Era como si aquel tono verde claro se volviese más verde... todo matizado por las expresiones.

—Descuida cariño, he quedado fascinado con tu reacción, tus ojos y la forma en la que has reaccionado dicen que te ha gustado mi propuesta de matrimonio—le guiñó un ojo juguetón más que cómplice—. Nos están felicitando, es nuestro deber responder.

Enid abrió los ojos sorprendida. ¡Que descuidada estaba!

—¡Oh, sí! Perdona mi descuido—. Se puso alerta y empezó a sonreír de buena gana a aquellas felicitaciones que llegó a escuchar— ¡Muchas gracias!

Pasaron aproximadamente cinco minutos que transcurrieron en agradecimientos y sonrisas de enamorados. La joven se mantenía de pie gracias al pilar que era Constantine a su lado, él se mostraba atento a todos, pero también ella y no la perdía de vista.

La marquesa de Bald junto con Lady Evelyne se acercaron a ellos con sonrisas deslumbrantes.

—¡Cuanta felicidad sentimos por ustedes! —expresó la hermana del conde con una amplia sonrisa, se le veía feliz.

—Me alegro mucho por ustedes en verdad—Lady Jane se acercó a Enid y le sostuvo las dos manos.

La joven inspiró profundo a ver si recibía un poco de aire en sus agitados pulmones, sintió en ese momento que debía prepararse; no sabía, pero veía una alegría tan intensa en los ojos azules rasgados de su tía y eso, sin saber por qué, la ponía nerviosa.

—Gracias tía...—No supo por qué, pero carraspeó sin querer cuando notó que la mujer miraba a Constantine.

—Me siento tan contenta porque has encontrado a un hombre que en verdad te merece cariño—sus ojos azules volvieron a donde Enid—Querida de todo corazón espero y deseo que seas feliz, te lo mereces y —después de dar una sonrisa a la joven, centró su mirada de sabiduría en el príncipe—, Alteza, es un honor recibirlo en la familia prontamente, sabe que es bien recibido por todos los Baltimore y confío en que hará muy feliz a mi querida Enid.

Entre dos Nobles Where stories live. Discover now