8-Windsor

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Castillo de Windsor, Berkshire, cerca de Londres


La brisa se colaba fresca aquella mañana por la ventana del salón en el que se encontraba, permitiéndole inspirarse un poco en escribir, por lo que inhaló un poco de aire y lo dejó salir, sintiéndose cómodo. Agarró bien la pluma que tenía en su mano y la introdujo en el frasco de tinta. Quería escribir algo que no demostrase lo ansioso que estaba de volver a verla, aunque si se le llegaba a notar, el asunto le traía al fresco. Estaría bien un inicio de cómo la había pasado o de lo mucho que deseaba ver sus hermosos ojos...

De repente se escuchó la puerta abrirse con adustidad, lo que provocó que dañara la hoja con un rayón de tinta.

Respiró profundo y contó, en un gesto que no se le notara nada, hasta diez.

No es nada, tranquilo... Es sólo tu madre. Se dijo.

—¡Mi amor! ¿Qué haces que te pierdes de mi vista tan rápido?—La voz dulcinea de su bella madre se hizo presente en toda la estancia.

Constantine barrió los ojos por la sala haciendo que su madre se diera cuenta de en donde estaba.

—No es obvio, amada mía... Estoy trabajando—. Movió la cabeza juguetón jactándose de su tono sarcástico.

—Pero cariño que lo estabas haciendo hace unos momentos y sabes que estamos aquí para acompañar a tu tío en el descanso que se a permitido, y quien a propósito me acaba de preguntar por ti ahora mismo, pues dice que no ha disfrutado mucho de su jinete de oro...

—Madre—la interrumpió—, sabes que lo mío es trabajo y que además son muchas cosas que tengo que hacer, entre ellas cosas personales...—De nuevo se le volvía a escapar aquello, era extraño, sentía como que necesitaba hablarle de Enid a su familia, cambió de tema—Y bueno por lo que ves, necesito tiempo para hacer mis cosas, ya que es bien sabido que tengo varias propiedades que atender.

—Te entiendo mi amor, pero supongo un poco que una carta de ese tipo no se escribe cuando se trabaja—su madre se dedicó a sentarse y observar a su hijo con un atisbo de alegría.

Constantine se puso serio para hablar bien con ella.

—No, pero ésta requiere todo el tiempo que le pueda invertir, mientras me sea necesario...

Su madre sonrió, haciendo que se le marcaran las rayas al lado de los ojos.

—Dime...—hizo una pausa buscando las palabras—Ya pensaste en la princesa Alice, porque la familia entera está al tanto de sus sentimientos hacia ti. Hasta tu tío George.

La mujer a quien el paso del tiempo empezaba a marcarla haciendo de su cabello, que antes era de un tono ébano, quedase descolorido con matices blancas que ya se le esparcían por toda su extensión. Se quedó esperando la respuesta esperanzada de que así fuera. De que por lo menos su hijo considerase los sentimientos de la joven.

—Por favor, amada mía—La miró directamente a los ojos marrones, un tono muy común en los Hannover—, que no se me vuelva a mencionar el nombre de la princesa, tengo asuntos más importantes madre, y sabes que ni siquiera me gusta hablar de ese tema.

—Bien, pero me tienes que decir para quién estás escribiendo, ¿la conozco? ¿es de la familia?—Constantine tuvo que hacer acopio de toda su seriedad para tratar de no reír ante la bien notada insistencia de su madre. Les presentaría a Enid a su familia, eso estaba más que claro, pero en su debido momento.

Suspiró.

—Es una pariente de mi amigo Lord Baltimore, conde de Derbyshire. Está recién presentada en sociedad y mis intenciones con ella han sido claras desde la primera vez que la vi, he pedido permiso para cortejarla y eso es exactamente lo que voy a hacer.

Entre dos Nobles Where stories live. Discover now