11-Woburn Abbey (I) y (II)

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COMO EL TÍTULO LO DICE, HE DECIDIDO PONER LOS DOS CAPÍTULOS JUNTOS, EL CAPÍTULO VA ESTAR UN POCO LARGO. ESPERO LO DISFRUTEN ♥ 

Woburn Abbey (I)


Los días en que el príncipe estuvo en la mansión todo era felicidad y estuvo bastante contenta por la señorita Enid, cuando notaba las constantes miradas cargadas de un brillo especial que eran lanzadas por su alteza a la joven, miradas que a ella la pusieran a volar si fueran hechas por su esposo... Se alegraba mucho por ella y esperaba la pareja—aunque no oficialmente—se diera como mandaba la ley y llegaran a tener un buen futuro juntos. Pero eso no lo dudaba, podría decirse que ya lo daba por hecho.

Su esposo, en cambio y al contrario de todos, se mostró de una manera inaccesible... Cosa que para su entendimiento pisaba el rango de sospechoso y extraño; porque no pensaba que la presencia de Constantine le molestara a esas alturas ya que sabía, por fuentes confiables, como lo eran: su cuñada y su suegra. Que se llevaban bastante bien y que su amistad era casi de cuando estaban unos adolescentes... hasta ahora.

Intentó, como la buena esposa que se propuso ser, pero con obvia preocupación, saber su malestar—porque todavía le era inevitable contar con que le resultara incómodo el príncipe allí— saber a qué se debía, pero su marido solo se dignó a decirle que nada le pasaba, que estaba bien.

Aquella tarde, probó besarle, para tratar de llamar su atención y, como ya sabía, levantarle los ánimos, porque creyó que estaba falta de eso, por algún problema en su viñedo o alguna mala administración o pérdida. Pero su sorpresa fue mayúscula cuando recibió su rechazo. Evans evitó que le tocara los labios y volteó el rostro, poniendo de excusa de que se encontraba cansado.

Lady Katherine sintió surgir en ella el sentimiento de rechazo que fue abriéndose paso en su pecho, como una flor cuando sale el otoño, por primera vez en su vida. Una corriente de confusión y desencanto la embargaron y en ese momento no encontró como mirarle, ya que la insistente vergüenza de lo ocurrido no la dejaba.

Trató de disipar esos sentimientos y salió de la estancia dejándole solo. Y se propuso ayudar a Enid cuando la notó ocupada en el comedor enseñado a Andrew.

El niño era toda una maraña de sorpresas, porque a su corta edad, impresionaba con su empeño en querer asemejarse a un caballero con su lenguaje y su comportamiento.

—Pero señorita Enid, ¿no cree que se debería de poner así?—sugería Andrew aireando sus modales de etiqueta, ya aprendidos ante Enid.

Vio cómo la joven castaña se inclinaba hacia él con una sonrisa y terminaba de colocar bien el pañuelo en el cuello y en las piernas.

—Sí, pero todo en la vida transcurre paso a paso, y esto lo irás aprendiendo a su debido momento—añadió Enid sentándose a su lado en la amplia mesa, mientras veía a Lady Katherine y notaba su semblante.

Algo le tuvo que haber visto la joven que dejó de sonreír.

—¿No cree que si es así, el mundo tardaría más en hacer las cosas?—Preguntó el pequeño, ajeno todavía a la presencia de su tía política allí.

Una de las cosas que apreciaba del pequeño era su ingenuidad cargada de realidad, que portaba en su diminuta cabecita.

La joven condesa tomó asiento en una silla, entrando en ambiente con lo que escuchaba, embotando un poco su agobiante preocupación, de la extraña situación con su esposo.


***

—Enid, ¿podemos hablar a solas un momento?... Por favor—La voz suave de la condesa llamó la atención de Enid, quien veía al pequeño Andrew retirarse de la sala.

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