33-No me dejes

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Cuando logró agudizar un poco los sentidos... El cuerpo que tenía encima cayó a su lado, después de que sintiera como otro dos hombres salían corriendo. Escapaban de lo que habían hecho y al observar en su dirección no pudo ver nada de ellos salvo sus siluetas escabullirse por los arbustos; al menos notó que iban vestidos igual que todos los pajes de los Hannover, malditos fueran.

Al verle la cara a la persona que estaba a su lado. Volteó lo más rápido que le permitió su estado y vio que el cuerpo tirado de frente al suelo tenía una daga insertada en el costado izquierdo y... No podía concentrarse, no mientras esos temblores estuvieran apoderándose de su cuerpo debido al susto que se había llevado y que todavía seguía vigente en ese momento. Temblaba tratando de comprender lo que acababa de ocurrir, pero no estaba en el estado de procesar bien lo sucedido, primero tenía que identificar a aquella persona que sin duda lo había defendido y salvado.

Dios mío estaba con su tía cuando... ¡Buen Dios ¿Cómo estaba su tía?! la buscó y vio que se acercaba a donde él estaba con el cuerpo, se acercaba gateando como su vestido se lo permitía con los ojos  que transmitían susto, miedo y sorpresa. Seguramente su cara también expresaba todo aquello. 

Su tía lo miraba con ojos desorbitados a él y al cuerpo a su lado.

Un pequeño quejido captó su atención y miró el cuerpo que todavía no había identificado, se dio cuenta de que se movía de manera que parecía como si quisiera observarlo.

— Alte...za —balbuceó el desconocido con la cabeza pelirroja en dirección contraria.

Entonces con los sentidos y la existencia agitada entendió. Su cerebro se congeló y dándose cuenta de que Cyril estaba cerca cuando empezó el paseo con su tía se abalanzó sobre su agitado cuerpo.

Cyril.

¡Con un demonio, se trataba de su Cyril!

De su fiel y atento paje, el único con el coraje para entregar la vida por él cómo le mostraba lo sucedido. 

De la manera más delicada que pudo recostó la cabeza en su regazo tratando de no lastimarlo. Necesitaba servir de apoyo para él, que lo sientiera cerca, de que no estaba solo. 

—Tranquilo compañero —trató de tranquilizarlo apresurado. De repente se encontraba bien y no tenía otra cosa en mente que auxiliarlo— No te muevas, te harás más daño

Acariciaba sus rizos rojizos cómo si con eso le ayudara.

Cómo se trataba de Cyril no le puso atención y se volvió a mover, ahora arrastrando la cabeza para mirarlo a los ojos. Reaccionó incorporándose debido al miedo que sentía de que se estuviese lastimando mucho más de lo que ya estaba. Estaba desesperado y la ayuda no llegaba ya que estaban alejados de palacio, se encontraban en el invernadero.

Sus ojos conectaron y Constantine sonrió marcado por la tristeza. El verde celeste de su paje era casi cristalino... Notó como hacía esfuerzo para hablar.

—Se encu-cuentra...bien, que bue...no—susurró mientras gorgoteaba sangre de su boca debido al dolor punzante que le producía la puñalada.

A Constantine se le encogió el corazón y se le aguaron los ojos.

—Chisss—solo pudo decir en respuesta.

No quería que sufriera y mucho menos a causa de él, ese hecho le estaba haciendo un hueco en el corazón que seguramente nunca cerraría. En ese momento sentía de todo: rabia, orgullo por la valentía de su joven paje, esperanza, muerte y un sin número de emociones que se consolidaban en una sola que se situaba con ferocidad en su garganta: impotencia.

Entre dos Nobles Donde viven las historias. Descúbrelo ahora