29-Déjame amarte

945 82 16
                                    

Déjame amarte

Déjame amarte I

Después de que los invitados hubiesen terminado de asentarse en sus respectivas recamaras, tomaron una cena que fue llevada de manera privada a cada una de las estancias ocupadas, y en familia disfrutaron del pequeño menú; un pedido especial por el anfitrión, el príncipe Edwardo.

Los Baltimore de buen gusto y encantados disfrutaron de los alimentos que consistían en una sopa de ganso, tocino y verduras acompañados de una copa de vino tinto y de postre una rebanada de salmón con una limonada. Aunque fueron servidos entrada las seis, algo tarde para la costumbre. Por último, les hicieron tomar dos aperitivos antes de dormir. Fue todo prácticamente al revés, pero ninguno de ellos puso objeción.

La mañana se presentó acorde para la ocasión, acompañada de los amarillentos y cálidos rayos del sol que iluminaron Londres a su paso llevando consigo buenos ánimos para los residentes y la familia real; para quienes el día era de suma importancia, pues bautizarían a la nueva integrante de la familia Hannover.

El bautismo, al cual asistieron todos los invitados sin excepción bien temprano en la mañana, se llevó a cabo en la cúpula del palacio. Todos fueron testigos de los buenos trajes y caras que cada uno presentó mientras la familia real llevaba a cabo más de cerca aquella ceremonia que fue oficiada por el arzobispo de Canterbury, Charles Manners-sutton. La hermosa criatura fue bautizada con el nombre de Alexandrina Victoria, en presencia de sus padres y padrinos y de todos los allí presentes.

Independientemente de todo, Enid solamente tenía ojos para Constantine quien vestía de un blanco perla, una chaqueta con botones de marfil y unas botas del mismo color y el cabello rubio peinado hacia atrás, guantes y un gorro a juego que sostenía en su mano pegado a la cadera. Pues ella, llevaba puesto un vestido que no era de las mañanas pues, estaban en una ocasión especial. Un vestido de mangas cortas color rosa suave bordado en satén y seda la acompañaban haciéndola sentir a la altura de los que la rodeaban. Pero su seguridad se veía flaqueada cada vez que miraba el traje del príncipe. No podía dejar de mirarlo y que Dios la perdonase dado que no estaba atendiendo lo que tenía que atender.

Una combinación de belleza y elegancia... ese era Constantine. Una corriente caliente se asentó en su vientre. Si estaba así con solo mirarle, ya andaban en buenos pasos. Pensó con un poco de mortificación. Nerviosa se alisó la falda. Se encontraba más que incómoda y sin saber qué hacer, de nuevo levantó la vista y se encontró con sus preciosos ojos. ¡La estaba mirando!

Trató de mirar hacia otro lado sintiendo un escozor en las mejillas. Sostenerle la mirada con aquella intensidad de cariño que demostraban sus orbes no la iba a ayudar en nada. De paso se preguntó internamente, el porqué de su nerviosismo. Se encontraba más a la expectativa que nunca y eso que, era de agradecer, que no estaba a solas con él, al menos no por ahora.

Para alivio de la joven la ceremonia no duró demasiado. Cosa que le agradaba ya que estaba empezando a sentirse fuera de sitio y más al no haber podido identificar a la madre de Constantine entre tantos familiares, producto de que desde un principio los integrantes de la realeza prefirieron ahorrarse las presentaciones antes del bautismo. Era un hecho, quería conocer en persona a la mujer que había traído al mundo al hombre de sus más profundos desvelos. Pero la posición en la que se encontraba la familia Baltimore también le había impedido tal propósito.

Suspiró tratando de ser un poco más optimista. Quizás en otro momento. Miró los rostros de sus familiares, e ignoró un tanto el de Evans, quien por supuesto, parecía forzado a estar allí. No la había molestado desde la partida del vizconde de Clarest hace unos días de Delaville Hall. Mejor así. Los demás se veían radiantes y llenos de entusiasmo. No cabía la menor duda de que su tía, la marquesa de Bald, estaba viviendo algo emocionante en mucho tiempo. Y se alegró por ella.

Entre dos Nobles Where stories live. Discover now