Narra __________:
Los medicamentos para el dolor me noquearon por completo.
Por supuesto, las pesadillas no tardaron en llegar.
Esta vez, no solo podía escuchar el accidente de auto que tuve hace un par de meses atrás o el llanto del bebe que nunca vio la luz del sol. Ahora yo estaba en el suelo. Había personas a mi alrededor. Brazos que me tomaron y sacudieron con violencia. Fui atacada, asfixiada. Incapaz de detener el accidente que sucedía una y otra vez a solo unos metros de distancia. Una de las chicas que me atacaba se inclinó y me miró con disgusto con sus ojos azules. Tomó mi cabeza entre sus manos.
-No te muevas, puta- gruñó sobre mi rostro.
Desperté gritando.
Una figura en la habitación oscura se movió con rapidez hasta encender las luces. Mi madre se apresuró a acercarse, pero eso solo me hizo gritar más fuerte.
-¡No me toques!- pedí, sin importarme que las lagrimas bajaran sobre mis mejillas -Por favor, solo... aléjate. Por favor.
-___________- mi madre dijo mi nombre como si me suplicara.
-Por favor- enterré mi rostro sobre la almohada a pesar de sentir que me faltaba el aire, temblando tanto que mis dientes castañeteaban -Déjame sola. Por favor.
-Lo siento- susurró y, sin agregar nada más, salió de la habitación.
La escuché hablar con una mujer afuera de mi habitación, asegurándole que me encontraba bien.
-Fue solo una pesadilla- mi madre dijo con voz débil -Se le pasara.
La mujer no respondió rápidamente. Cuando lo hizo, se aseguró de usar una voz más profesional, pero agradable.
-Lo más seguro es que su hija presente síntomas de estrés postraumático- empezó -Es normal que las personas que lo sufren tengan pesadillas que... rememoren la experiencia trágica. Lo más importante es recibir ayuda...
Me tapé los oídos, sin importarme que mis brazos se sintieran adoloridos. Mi respiración seguía siendo irregular y comenzaba a sentir como si realmente me estuviera ahogando. Después de varios minutos haciendo largos ejercicios de respiración, tomé mi celular de la mesita que se encontraba a un lado de mi cama y lo encendí. Había varios mensajes en mi pantalla, pero solo uno me importó.
Val: Zayn y yo aceptamos el trato.
No volví a dormir.
***
Me hicieron muchas pruebas y observaciones a lo largo de la mañana. Una doctora que parecía haber hecho tres turnos seguidos me dijo que me darían de alta en la tarde. Dos policías me visitaron a mediodía.
Levanté una denuncia contra Isabela y sus amigas.
Les mostré el video. Mi madre no fue capaz de verlo por completo, pero no me dejó. Estaba tan pálida que parecía a punto de vomitar. No les dije que fui yo la que buscó a Isabela. Tampoco mencioné que sabia que ella me buscaba. Les hice creer que intenté huir de ella, cuando se me ocurrió grabar nuestra conversación para hacerla confesar. Cuando los policías se fueron mi madre no me habló.
Ni siquiera me miraba a los ojos.
Cuando me dieron de alta, ella esperó pacientemente a que nos encontráramos a solas para hablarme.
-Tu padre esta enterado. Viene en camino. - hizo una pausa -Emma también lo sabe.
Se me cortó la respiración.
-¿Ella también viene?- pregunté en un hilo de voz.
-No.
Y eso fue todo lo que dijo.
Al salir del hospital, me encontré con todos mis amigos esperándome en el estacionamiento.
Valeria y Zayn no se encontraban con ellos.
Incluso Harry estaba entre ellos, mirándome en silencio con expresión triste. Las chicas tenían globos que danzaban con el viento. Uno era de un sol sonriente que decía RECUPERATE PRONTO, el segundo era un corazón rojo con las firmas de todos y el tercero era de la mascara de Darth Vader.
Sin comentarios.
Todos parecieron sorprenderse al ver mi rostro. Me había visto en el espejo. Lucía como un monstruo. Una enfermera me aseguró que la hinchazón en mi ojo desaparecería pronto y el punto bajo mi labio me lo quitarían en unos días. Mis amigos me trataron como si nada hubiera pasado, como si no los hubiera ignorado todos estos meses. Las chicas fueron menos amables. Exigieron una pijamada para poder hablar de todo. Mi madre se negó de inmediato. No estaba en condiciones de salir de casa.
-Esta bien. Puede ser en nuestra casa- dije -No me siento mal.
-No creo que sea lo mejor que se queden a dormir- mi madre insistió.
-La cuidaremos- Natalia prometió -Estará mejor acompañada que sola en su habitación.
-Si- Mia estuvo de acuerdo -Le juramos que no seremos una molestia. Ni siquiera tenemos que quedarnos a dormir.
Rebeca asintió energéticamente.
-Podemos irnos en la noche. No hay problema.
Todas le suplicaron a mi madre hasta que accedió, con expresión exhausta.
-Solo intenten no alterarla- pidió.
Los chicos se quejaron de no ser invitados. Para no herirlos, les prometí que pronto saldríamos y les contaría lo mismo que a las chicas.
-Supongo que hablaremos otro día- Harry dijo con el ceño fruncido.
Me acerqué a él
-Te contaré todo- juré -Solo... Necesito tiempo a solas con las chicas.
-Pero merezco saber lo sucedido tanto como ellas- se quejó -No es justo.
-Deja de hacer berrinches- Maf se burló -Hablaras con ella mañana.
Harry la miró mal, pero con un sentimiento extra que me fue difícil identificar. Cuando se dio cuenta de que lo estudiaba en silencio, se sonrojó.
-Mañana- me dijo, como si fuera una promesa.
No se acercó para despedirse, lo cual fue un alivio. No me sentía lista para estar tan cerca de la gente aún.
Mi madre se adelantó a la casa cuando Mafer se ofreció a llevarme, lo cual fue bueno porque pronto Ashton comenzó a coquetearme. Dijo que le gustaban las chicas malas. También me dijo que él compró el globo de Darth Vader, por mi nueva actitud. Le dije que se lo metiera por el trasero, lo cual hizo que todos rieran. Sus risas sonaron llenas de alivio. Tal vez me imaginaban frágil. Rota. No supe como sentirme al respecto.
El viaje a casa fue... extraño.
Las chicas hablaban del instituto o de cosas igual de triviales. Sabía que en cualquier momento me atacarían con preguntas, así que disfruté de los últimos momentos de tranquilidad que me quedaban. Mi madre se encerró en su habitación cuando nos escuchó llegar. Las llevé a mi sala de estar. Me preguntaron por mis heridas. Les repetí lo mismo que me dijo la doctora que me dio de alta. Cuando terminé de hablar, el lugar se llenó de un silencio poco característico en ellas.
-¿Qué sucedió, ________?- Kenia preguntó con voz dulce, como si le hablara a una niña pequeña.
Tal vez fue eso lo que hizo que hablara. O tal vez fueron las miradas llenas de amor y preocupación que todas me daban solo y únicamente a mi.
Solo se que, cuando empecé, me fue imposible detenerme.
Les conté todo lo que Zayn sabía.
Les hablé de Emma, del accidente. Mostré incluso mis cicatrices. Les dije sobre el bebé que Emma perdió. Les dije lo que sentí todos estos meses, los secretos que callé y sus razones. Les hablé del trato que hice con mi abuela, de como ahora ella se hace cargo del tratamiento de mi hermana. Expliqué como las drogas eran la única forma de hacerme olvidar lo que había sucedido. Les conté sobre Jess y su recaída. Conté lo que Isabela hizo al culparme. Les expliqué la culpa que sentía desde entonces. Finalmente, dije lo que hice para conseguir evidencias de que Isabela había atropellado a Valeria y Zayn con la única intención de vengarse de mi.
Sentí que hablé por horas. Y tal vez fue así, porque cuando terminé sentí la voz ronca.
La primera en abrazarme, o en intentarlo, fue Fanny. Cuando me alejé con terror, se detuvo. Todas me vieron con una tristeza que yo sentía desde lo más profundo de mi alma. Las chicas comenzaron a hablar entonces.
Nadie me juzgó.
Nadie me miró como si fuera un monstruo.
Nadie dijo que lo sucedido había sido mi culpa.
Lloraron por mi accidente. Por el bebe que aun permanece en lo más profundo de mi corazón. Me apoyaron. Cuando dejaron de llorar, me prometieron que nunca volverían a dejar que me alejara de ellas. Yo les prometí que no volvería a recurrir a las drogas.
-No puedo creer que ocultaste esto por tanto tiempo- Mia dijo con expresión herida.
-Se que sonara estúpido, pero pensé que me juzgarían. Estaba aterrada de contarles la verdad porque no quería me miraran de la misma forma que Emma me miró cuando despertó del accidente- dije en un hilo de voz -No quería perderlas, también.
-__________, esto no fue tu culpa- Rebeca dijo. Su nariz estaba roja por llorar -Fue un accidente.
-Si- concordó Diana -¿Cómo ibas a saber que las cosas terminarían de esa manera?
-Lo pude haber evitado- insistí.
-No estas segura de eso- dijo Kenia -Dijiste Emma llevaba semanas teniendo problemas con el embarazo.
-Pero nunca creí que perdería el bebe- dije miserablemente -Y no solo sucedió eso. Ahora tiene que tomar terapias intensivas para volver a caminar, mientras que yo estoy perfectame...
-No hagas eso- Fanny me interrumpió -Nunca pienses de esa forma. Es un milagro que salieras tan bien de un accidente como ese. No lo lamentes.
Miré hacia el suelo.
-No lo hago- respondí.
Ignoré a ese sentimiento de amargura que me inundo de pies a cabeza cuando desperté en ese callejón. Sola. Aun con vida.
-No vuelvas a ocultarnos nada, ¿me oyes?- Mariana dijo con voz quebrada -No más secretos.
-No más secretos- repetí en un hilo de voz.
Pero había más secretos, por supuesto.
Solo no me sentía lista para decirlos. No en ese momento, cuando, por primera vez en semanas, sentía que el mundo estaba lleno de posibilidades.
Comenzamos a ver películas. Como en los viejos tiempos. Me sentí tan profundamente sorprendida de lo cómodo que fue estar a su alrededor. Bromeamos como antes, incluso estuve a punto de reír en varias ocasiones. Me dijeron que me ayudarían con el instituto cuando les dije que lo más seguro era que no regresara por el resto de la semana. Me avisaron que tendríamos mucha tarea para hacer en Semana Santa. Cuando anocheció y dijeron que tenían que irse, las acompañé a la puerta, a pesar de todas sus protestas. Fue entonces cuando las risas cesaron.
Mi padre estaba afuera de mi casa.
No me importó la ola de terror que me atravesaba cada vez que alguien me intentaba tocar. No me importó que las chicas nos miraran fijamente o que aun tuviera un montón de vendas para proteger mis costillas magulladas. Corrí hacia de mi padre y lo capturé en un abrazo que dolió hasta los huesos.
Literalmente.
-Mi niña- mi padre dijo contra mi cuello con voz débil -Mi hermosa niña.
Las chicas se fueron. Sus autos se alejaron de mi casa y yo aun me aferraba con fuerza de mi padre.
-Oh, papi- lloré por primera vez desde que desperté en el hospital -¿Dónde estabas? ¿Por qué no volviste por mi?... ¿Ya no me quieres?
Tembló como si él también llorara. No fui lo suficientemente valiente como para verificarlo.
-Lo siento tanto- fue su única respuesta -Lo siento tanto, mi niña.
Lloré aun más. Principalmente, por que después de tanto tiempo, finalmente me sentía protegida.
***
Era medianoche cuando comenzaron los gritos. Mis padres llevaban casi una hora discutiendo en su despacho. Mi padre alzó la voz en varias ocasiones. Escuché la palabra "Responsabilidad" salir muchas veces de sus bocas. Mi madre sonaba a la defensiva en varias ocasiones. Cuando escuché a mi padre mencionar LA, me puse los auriculares y escuché música.
Sirvió.
La música siempre serbia.
Todas estas semanas pensé que me había desecho de ella, pero nunca me haba sentido más cercana que en ese entonces. El cuaderno nuevo lleno de letras que se encontraba en mi escritorio era una prueba insólita de eso. Me acerqué al escritorio y abrí el cuaderno. Había llenado más de la mitad con frases, sentimientos hechos palabras. Esa era mi única forma de no volverme loca por completo. Nunca toqué nada con al guitarra, sin embargo. No estaba lista para escuchar todo lo que sentí durante esas semanas horribles. Como prueba, abrí el cuaderno en una pagina cualquiera y leí un poco.
Oculta bajo finas sabanas de seda. Se dio cuenta que cuando se vive por años en la oscuridad, terminas encariñándote de ella.
Quieta.
Despierta, susurró su madre con ternura. Porque no vendrán a salvarte.
Quieta.
Cerré el cuaderno. No podía hacerlo. Leerlo hacia que mis pulmones de cerraran. Mi respiración se cortaba y solo tragaba grandes bocanadas de aire con pánico. Mi corazón corría a velocidad dentro de mi pecho y mis manos temblaban sin control. Recuperé el aliento después de varios minutos, aun con los gritos furiosos de mis padres a solo unos metros de distancia.
***
Dormí solo cuatro horas. El resto del tiempo miré el techo de mi habitación. Pensé en Valeria. En la forma de arreglar las cosas con ella. No me rendiría tan fácilmente. Diana me había confesado que Val se preocupó mucho cuando se enteró de lo sucedido. Eso me dio esperanza y la valentía necesaria para enviarle un mensaje pidiéndole que hablemos.
Recibí una respuesta hasta la tarde del día siguiente.
Accedió a hablar conmigo. Le dije que iría a su casa después de salir con Harry. Mi corazón vibró con un sentimiento que tardé en reconocer.
Era alegría.
Después de durar toda la mañana convenciendo a mis padres de que Harry me cuidaría bien, aceptaron que saliéramos.
Sin embargo, me obligaron a descargar una aplicación en mi celular para mantenerme localizada. Su petición me dolió. No porque me tendrían vigilada, sino porque mis acciones los habían afectado tanto que ya no confiaban plenamente en mi. Acepté de inmediato, haciendo un gran esfuerzo por no temblar mientras le pasaba mi celular a mi padre. Habíamos tenido una gran platica la noche anterior. Me dijo que no quería que me volviera a meter en problemas. Prometió que no volvería a alejarse por tanto tiempo. Pareció querer agregar más, pero solo se calló.
Supongo que ninguno se encontraba listo para hablar sobre lo que sucedió en LA.
Cuando le pregunté por mi abuela, se limitó a decir que sabia sobre mi "accidente". Dijo que todos allá se encontraban preocupados, lo cual me fue difícil de creer. Me pregunté si algún día mi familia seria capaz de perdonarme. Volveríamos a vernos, eso era algo definitivo. No podíamos seguir tratándonos como piezas de un maldito tablero de ajedrez. No quería regresar y temer por cada uno de mis pasos, cada una de mis decisiones. No de nuevo. Además, no quería que mis primas les insinuaran a mis padres sobre las drogas.
Por supuesto, mis padres aun no sabían nada sobre las drogas.
Planeaba cerrar con ese capitulo de mi vida para siempre. Era una promesa que me hice a mi misma cuando vi la preocupación por la que hice pasar a todos.
Tal vez dolería menos con ellos a mi lado. Tal vez un día lo olvidaría.
Solo sabía que las drogas ya no eran la única solución viable. No cuando me hacían actuar de forma tan estúpida. No cuando me dejaban con enormes lagunas que tenía que llenar Jessica o cualquier otro pobre diablo que me acompañó durante la noche.
Necesitaba cambiar.
Estaba arreglándome para ver a Harry. No quería llamar la atención a mis brazos con moretones más de lo que lo conseguía mi ojo morado o la férula en mi mano. Usé un suéter ligero color durazno y unos jeans rasgados estilo boyfriend que mi madre odiaba con todo su ser. Dejé mi cabello suelto; quería ocultar la herida en mi nuca. No era tan grande, pero tuvieron que raparme un poco para poder curarla. Las chicas me juraron que si recojo mi cabello casi no se nota. Pero, honestamente, la idea de ir por ahí con una sección de mi nuca rapada no era de mis ideas favoritas. Tuve mucha suerte de que fuera una herida superficial, por supuesto, el golpe me dejó inconsciente, pero después de varias pruebas y análisis determinaron que no era nada tan grave como se pensó al principio. Por supuesto, si presentaba dolores de cabeza fuertes o mareos, debería regresar de inmediato al hospital. Mi ojo era lo que más me preocupaba. Ya no estaba tan hinchado como el día que desperté en el hospital, pero seguía siendo una mancha morada y azul que llamaría la atención de todos. Me puse unos lentes de sol enormes que en realidad pertenecían a mi madre; con ellos puestos parecía incluso normal. También me coloqué un poco de brillo labial y rubor; más que nada por vanidad.
A las cuatro de la tarde Harry llegó por mi. Tardé solo unos minutos en comprender a donde nos dirigíamos.
-Es una broma- me quejé -Solo te quieres burlar de mi.
Harry se rio mientras se estacionaba. Habíamos llegado al restaurante donde tuvimos nuestra primera y única cita. El mismo lugar donde me confesó sus sentimientos.
-¿Qué? Este es como, no se, nuestra guarida- bromeó, alejando algunos rizos color caoba de su frente.
Rodeé los ojos.
-No somos Batman y Robin- repliqué con ironía -Y pensé que este lugar quedaría borrado de nuestras memorias desde que... ya sabes.
-¿Desde que me rechazaste tan cruelmente?- Harry prácticamente tarareó.
Parecía de buen humor, lo que debo admitir, me puso un poco nerviosa. Pasé mi mano sana por mi rostro con vergüenza.
-No fue un rechazo tan cruel- murmuré.
Alzó las cejas.
-Cállate- gruñí.
Abrió su puerta, demasiado alegre para mi gusto.
-Espero que los juegos estén desocupados- dijo de forma burlona.
-Eres peor que un niño.
También era un idiota. Pero, en el fondo, yo también deseé que los juegos estuvieran desocupados. Así que supongo que ambos éramos idiotas.
Sin embargo, no jugamos al principio.
Me quité los lentes de sol al entrar al restaurante. Después de pedir nuestra orden y de que la señorita que nos atendió mirara a Harry como si lo odiara, comenzamos a hablar.
-Creo que la mesera piensa que yo fui el que te golpeó- Harry dijo con el ceño fruncido, mirando de reojo a la señorita.
-Si te comportas como un idiota, lo insinuaré- dije con rapidez.
Harry me miró con los ojos verdes muy abiertos.
-No lo harías- dijo indignado.
-Entonces, compórtate- alcé la barbilla con aire satisfecho.
-Eso si es cruel- se quejó -No puedo creer que siga considerándote mi mejor amiga.
La pequeña sonrisa que comenzaba a tirar de mis labios desapareció. Un sentimiento agrio se esparció por mi estomago.
-Yo tampoco- murmuré.
-Hey- Harry se intentó acercar, pero se detuvo cuando me vio alejarme con brusquedad. Algo me dice que se lo esperaba, por la mirada en sus ojos tan llena de pesar -Lo siento.
Respiré profundamente.
-No- negué con la cabeza -No te disculpes. No tienes la culpa de nada. Yo solo...
-No tienes que explicarme nada, _________- Harry dijo con una seriedad que nunca había visto en él -Se que no estas lista para grandes muestras de afecto.
Miré mis manos con vergüenza.
Debió hablar con una de las chicas antes de verme, probablemente Mafer. Lo cual no estaba mal, solo que me ponía un poco nerviosa. No sabía que era lo que le había dicho. Tal vez le pidió que fuera gentil conmigo y por eso no actua como si realmente me odiara por todo lo que le hice. Tal vez le dijo que no fuera duro conmigo porque estaba frágil.
Tal vez, tenga la razón.
-¿Crees que estoy rota?- pregunté, incapaz de callar mis pensamientos más tormentosos.
-No- respondió de inmediato, lo cual me sorprendió un poco -No estas rota, _______. Por supuesto que no lo estas.
-A veces me siento así- admití, mirándolo a los ojos -Rota.
Harry negó con la cabeza. Pensé que me miraría con la misma tristeza con al que lo hizo cuando salí del hospital, pero en su mirada solo vi al mismo chico obstinado que no paró hasta que accedí a salir con él.
-Eres la chica más fuerte que conozco- dijo con determinación -Y la más valiente, también.
-Sucedieron tantas cosas, Harry- susurré -Ya no soy la misma chica de antes.
Entonces, le dije la verdad. Las misma que le conté a las chicas y a Zayn. Esta vez no se me quebró la voz. Tampoco sentí como si volviera vivir el maldito infierno por el que pasé. Entendí que cada vez se hacia más sencillo; decir lo que sucedió. Cada vez dolía menos, de hecho.
Cuando terminé, Harry no intentó abrazarme o decirme que todo estaría bien.
En su lugar, dejó sobre la mesa un puñado de fichas para jugar.
Pasamos el resto de nuestra salida jugando, como si fuéramos realmente dos niños pequeños e ingenuos. Incluso sonreí cuando le gané en el juego de zombies que tanto amaba de ese lugar. Harry me culpó de hacer trampa y yo lo culpé de ser un mal perdedor. Después de jugar, comimos. Conversamos de cosas triviales, bromeamos y por primera vez en semanas, aguanté la risa cuando una de mis bromas hizo que le saliera refresco de la nariz. Pasar tiempo con él me hacia olvidar de los problemas que siempre ocupaban mi mente cuando me encontraba sola. Debí recurrir a él y a mis amigas desde un principio. Me habría evitado tantos problemas. Realmente me sentía agradecida de que ellos aun me aceptaran en su vida a pesar de haber sido la peor amiga del mundo.
Juré en ese mismo momento, sin la más mínima duda en mi corazón, que nunca volvería a decepcionarlos.
Cuando le dije a Harry que tenía que ir a casa de Valeria, pagamos la cuenta y nos metimos a su auto.
El viaje fue asombroso.
En la radio pasaban Are You Gonna Be My Girl? de Jet. Harry subió el volumen hasta que el interior de mi cuerpo vibró por la música. Incluso bajó el techo de su auto descapotable. Di un grito llenó de euforia mientras alzaba mis brazos al aire y dejaba que mi cabello volara a mi alrededor sin control alguno, sintiéndome libre por primera vez en semanas. Harry cantó conmigo hasta que nuestras gargantas dolieron. Cuando llegamos a casa de Valeria apagó la radio y regresó el techo a su lugar. Me miró mientras intentaba desheredar mis rizos con mi única mano sana. Cuando finalmente lo miré, me regaló esa sonrisa con hoyuelos que tanto amaba.
-Sigues siendo la chica más fuerte y valiente que conozco- dijo, sin ninguna duda.
-Te quiero tanto- sentí como mis ojos se llenaban de lagrimas -Lamento todo por lo que te hice pasar, Harry. No quería herirte, yo...
-Esta bien- me interrumpió con gentileza -Siempre supe que no era a mi a quien querías. Por lo menos no de esa forma.
-Lo siento- repetí.
-Estoy bien, ________. Mírame- alzó los brazos como si quisiera que lo examinara, sin dejar de sonreír -No estoy herido. Estoy bien.
-Pero si estas triste- insistí -Puedo verlo.
Harry suspiró y miró hacia el frente mientras colocaba las manos sobre el volante.
-Pero no es por ti.
-¿Es por Maf?
-¿Por qué seria por ella?- preguntó, aun sin mirarme -Tiene novio.
-Lo sé- asentí con la cabeza -Pero ella también luce triste.
Harry no respondió.
-Los amo mucho a ambos- le confesé -Espero que algún día arreglen... sus problemas.
-Yo también, _______- miró hacia la casa de Valeria -Uhm, creo que esta conversación será para otro día.
-Harry...
-Valeria te espera.
Miré hacia la casa de la que una vez fue mi mejor amiga. Ella se encontraba sentada sobre una banca mecedora que su padre instaló cuando compró la casa hace varios años atrás. Valeria y yo solíamos platicar en ese mismo lugar hasta la madrugada, cuando su madre nos hacia entrar con seriedad por estar tan tarde afuera.
-Ve y recupera a tu otra mejor amiga antes de que te obligue- Harry bromeó.
-Lo haré- murmuré, completamente aterrada y aun sin moverme -Es solo... Tengo miedo.
-Mmm, sip- Harry miró a Valeria con las cejas alzadas -Ella es aterradora con esas muletas y ojos de princesa.
-Es una de las personas que conoce mi alma mejor que nadie... y me odia- susurré.
-¿Quieres escuchar un secreto?
Lo miré con confusión, completamente desorientada sobre el rumbo de nuestra conversación.
-¿Qué?
-Justin me dijo que anoche Valeria le llamó y ambos conversaron por horas.
-¿Por qué eso es un secreto?- entre cerré los ojos.
Harry sonrió con ese cariño que solo tus seres queridos más exasperantes producen.
-Porque hablaron de ti.- me informó -Durante horas.
Parpadeé y volví a mirar a hacia el lugar donde se encontraba Valeria. Ella había cerrado los ojos y su cabeza miraba ligeramente hacia arriba, como si estubiera descansando.
-¿Qué dijeron?
-Al parecer, ella estaba tan aterrada de hablar contigo, como tu.
-¿Por qué?- pregunté, completamente intrigada.
La sonrisa de Harry solo se extendió.
-Eso es algo que tu deberas preguntarle.
En lugar de contestarle con un insulto, bajé del auto. Harry se rio con fuerza hasta desaparecer con su auto. Miré su estúpido descapotable irse con resentimiento y, finalmente, caminé hacia Valeria. Ella permaneció quieta. Su bonito rostro me miró con una expresión dificil de desifrar. Mi corazon latía con tanta fuerza que pensé que terminaría por romper el resto de mis costillas. Cuando llegué a solo unos pasos de ella
me detuve, completamente petrificada. Eso le dio tiempo para examinarme de pies a cabeza.
-Tenemos que detener esta amistad.
No estaba segura de seguir respirando.
-¿Qué?- susurré.
-Dime algo, ¿si yo salto de un puente, tu iras detrás mio?- preguntó con una ceja en alto.
-¿Qué?- repetí, más perdida que nunca.
Valeria suspiró y apuntó con su mano, la misma que llevaba una ferula identica a la mia, mi cuerpo entero.
-Estamos llevando esta amistad a un nivel profesional de goals. Solo mirate.- chasqueó la lengua -No pude estar una semana con una ferula sin que tu corrieras desesperada por conseguir la tuya. Definitivamente somos friendship goals.
-¿Ah si?- murmuré.
-Si- sonrió y fue como recibir regalos la mañana de Navidad -¿Por qué no te sientas? Creo que tenemos mucho de que hablar.
Sin dudarlo ni un solo segundo, me senté.
Supongo que no era tan aterrador como esperaba.