El color de la inocencia

Von LinaAcaria

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James ni siquiera tenía pensado que volver a casa de su madre le traería consigo una responsabilidad semejant... Mehr

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PEQUEÑA JADE
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Von LinaAcaria

Sólo piensan en sexo.

Apreté con fuerza las piernas cuando chupó el lóbulo de mi oreja. Ya podía sentir como faltaba el aire dentro del auto solo por mí culpa y la de mi respiración.

—Dime que es lo que tengo que hacer para que vuelvas a hablarme.

Su voz ronca erizó la piel de mi nuca.

James posó su mano izquierda sobre mi rodilla y comenzó a subirla hasta mis muslos.

—Abre las piernas —ordenó al ver que seguía apretandolas.

¡Por dios! ¿Cuándo comenzó a hacer tanto calor aquí?

Relajé mi cuerpo y dejé que sus dedos se abrieran paso entre mis muslos. Comenzó a acortar los centimetros que quedaban hasta llegar a mis bragas.

Cuando llego a su destino, alejó su mano de golpe.

—¿A qué ya no estás más enojada, eh? —se mofo separándose de mi.

Su risa logro poner mi rostro de un rojo carmesí. Aparte la vista sintiéndome una tonta.

¡Pero si me estaba tomando el pelo!

—Mujeres... —murmuró—, solo piensan en sexo.

Apreté los labios en una línea.
¡Lo odio!

No volví a mirarle hasta que llegamos a la casa.

Él no dijo nada, solo estacionó y espero que bajara. Cuándo lo hice me paré en la acera sin entender por qué me había traído hasta allí.

Observé a James mirar el espejo retrovisor y arrancar el auto dejándome parada allí, con la mente echa un lío.

¿Y ahora qué le pasa?

No pasaron ni cinco segundos que paró frente a mi la camioneta que ya conocía y Elizabeth bajó de ella.

—¡Bueno días, pequeña Jade!
Es una lastima que Evan no se haya quedado a comer con nosotras.

Fruncí el ceño.

—¿Eh?

Elizabeth dió la vuelta a la camioneta y pasó a mi lado haciendo una seña con la mano para que la siguiera hacia la puerta de la casa.

—Lamento no haber podido ir a buscarte. Tuve que quedarme un rato más en el hospital y le pedí a Evan por mensaje de texto que pasará por ti.

—Ah... —solo pude decir, ni estaba entendiendo absolutamente nada.

—Vi su auto alejarse, no me debe haber visto.

—S-si, claro.

El celular de Elizabeth sonó provocando que me exaltará, ella lo atendió y se dirigió a la cocina.

Subí las escaleras aún más confundida que minutos antes.

¿Por qué James fue a buscarme y no Evan?

Después de cambiarme el uniforme por ropa cómoda, lavar mis manos y mi cara y soltarme el cabello, baje las escaleras a paso rápido. Elizabeth seguia hablando por el móvil, y se escuchaba bastante alterada.

Me acerqué a la cocina y logré escuchar algo de lo que le decía a la otra persona en el teléfono.

—¿Cómo que recién recibes el mensaje?....¡Pero es que Jade ya está aquí!....Yo tampoco sé cómo ha llegado, ¡Podría jurar que ví tu auto frente a mi casa!....Evan.... Contéstame....Si tienes que decirme algo, dilo.

Podría jurar que mi sangre se encontraba helada. ¡Ella lo ha descubierto! ¡¿Qué le diré ahora?!

Caminé hacia atrás despacio como si pudiera pasar desapercibida pero el grito de Elizabeth hizo que mi corazón saltara de mí pecho.

—¡Jade!

¡Por dios! ¡Tengo el corazón en la garganta!

—¿S-si?

Eli salió de la cocina con las mejillas algo coloradas.

—Evan llamó.

—¿A-ah s-si?

Si tan sólo la tierra pudiera tragarme...

—Me dijo algo muy curioso —se acercó a mí a pasos lentos—, me comentó que el jamás recibió mi mensaje para ir a buscarte. Parece que se pensó que nadie iba a poder ir a por ti y me llamó para asegurarse de  que estuvieras aquí y no esperando por él.

Tragué grueso.

—Y-yo—

—¿Quién te trajo hasta la puerta, Jade? ¡Dime por favor que no has venido hasta aquí con un desconocido!

—N-no yo—

—¡Si Clara supiera! ¡Podría pasarte cualquier cosa!

¡¿Clara?! ¡Por dios, no! ¡Si mi madre creyera que estuve con un extraño quien sabe cómo reaccionaria.

—¡Jade, dime!
         
***

—¡Joder! —exclamé irritado cuando sonó la quinto ves el claxon del auto detrás de mí.

¡¿Cuándo se pondrá el maldito semáforo en verde?! ¡Hace más de diez minutos que estoy aquí!

La maldita bocina volvió a violar mi tímpano al tiempo que saque mi cabeza por la ventanilla.

—¡Mira gilipollas! ¡Que yo también estoy atrapado aquí, en cuanto vuelvas a hacer sonar el claxon, bajo y te lo meto por el culo!

Volví a sentarme tomándome de las sienes. Por lo menos ya no hay tanto ruido.

Bufé.

Estoy tan malditamente tenso. Me fui corriendo cual cobarde cuando note la camioneta de mi madre.
¿Tanto me pesa ser un maldito imbécil? Claro que si.

Si tan sólo mi madre se hubiese desecho de mi como mi padre me podría comportar como la mismísima mierda sin sentir culpa por nada.

Joder, que hijo de mierda has tenido Elizabeth.

La niña tiene razón con todo lo que me dijo.

Cuándo miré al frente la fila de autos comenzó a moverse así que yo también lo hice.

Nunca es tarde para dejar de ser un imbécil aunque sea un poco.

                                  •

Saqué las llaves de mis jeans, buscando la de la puerta principal.
Ésta situación me recuerda a cuando de pequeño me metía en problemas con Elizabeth y volvía cual niño maricon porque no soportaba pensar en mi madre decepcionada de mi.

Reí irónico.

Si tan solo en ese momento alguien me hubiese dicho que sería un total y completo asco como hijo...

Trabé las puertas del auto al salir de él y me paré frente a la puerta principal. No sabía que coño decirle a mi madre y hasta ahora me doy cuenta.

Tarado.

Pegue la oreja a la puerta cuando creí oír a Elizabeth algo alterada.

—¡Jade, dime quién te ha traído en su auto!

Definitivamente esa es mi madre y ese definitivamente es el tono de mi madre enojada.

Pude oír a Jade tartamudear y sentí algo de culpa por ella.

Mi madre se oía realmente enojada.

—Elizabeth —interrumpí entrando. Estaba siguiendo mis impulsos antes de pensar que es lo que iba a hablar con mi madre. Quizás eso podría salir bien o quizás todo lo contrario.

Cuándo cerré la puerta tras de mí preste completa atención a la cara de las dos mujeres frente a mi. Jade me miraba estupefacta y mi madre por lo contrario estaba completamente pálida.

—Ja-james... —pronunció con un hilillo de voz.

—Yo traje a Jade —admití esperando una respuesta de mi madre pero lo único que ella podía hacer era sostenerse el pecho como si hubiese visto un fantasma.

Giré mi vista a la niña y le señalé con la cabeza las escaleras para que me dejara a solas con mi madre. Jade comprendió y desapareció en cuestión de segundos.

Cuándo volví a voltear hacia Elizabeth su mano chocó con mi rostro. Cerré los ojos y suspiré.

Lo merecía.

—Entiendo que estés furio—

Antes de poder terminar ella salto sobre mi envolviendome en un abrazo. Me tensé al instante pero intenté relajarme de inmediato, correspondiendole.

—Pensé las peores cosas —sollozó.

Mi pecho se contrajo al oírla.

—Lo siento —fue lo único que se me ocurrió decir.

Mi madre no me soltó como por veinte minutos y para ser sinceros no me quejaba por ello, no era como si resibiese cariño muy seguido, a menos no de personas que quisiera.
Cuándo me soltó solo se limitó a decirme que cuando tuviera tiempo hablaría conmigo, a lo que yo solo asentí sin decir nada.

Luego solo se dirigió a la cocina a preparar el almuerzo y nos llamó a la mesa a mí y a Jade. Fue horriblemente incómodo el silencio que se hizo entre la niña que aún seguía enojada y mi madre que estaba tomando su tiempo como siempre hacia. Cuándo se recuperará del susto de saber que estoy bien, iba a decirme la biblia completa de los insultos. Se notaba en su cara que esta vez le había echo demasiado daño y eso estaba haciendo que me odie a mi mismo un millón de veces más.

En la tarde mi madre fue al hospital por su segundo turno sin decirme absolutamente nada. Jade se encerró en su cuarto y yo volví al mío. No podía irme, sabía que mi madre solo estaba provandome para saber si me iría de nuevo. No lo haría, por lo menos no antes de hablar con ella.

Tomé mi celular y le mandé un texto a Evan diciéndole que tendría su auto hasta la mañana ganandome insultos de su parte.

Hoy no es mi día.

                              ***

Subí mis boxers y me puse mis pantalones para dormir que encontré en mi armario y salí del baño luego de sacudirme el cabello.
Me tomé mi tiempo para ducharme aprovechando que mi madre no estaba y después de tres horas Jade seguía encerrada en su cuarto.

Al salir del tocador note la habitación de Jade con la puerta abierta y me paré frente a ella. Me apoyé en el marco para así observar que estaba haciendo.

Jade concentrada, haciendo su tarea sobre el escritorio en su cuarto, era una imagen maravillosa para un pobre tío cómo yo.

Su cabello estaba atado en una coleta algo despeinada, llevaba una remera pegada al cuerpo y unos shorts de mezclilla rosas.
Me quedé mirando sus piernas cruzadas, la niña tenía las piernas de una bailarina me atrevo a decir, algo marcadas y para nada flacas con los huesos a la vista.

Su cuerpito se tenso al notar mi presencia pero no volteó a verme.

—Así que seguirás ignorandome —afirmé cuando volteo su rostro como si yo tuviera alguna peste encima.

Ella pareció hacer un gran esfuerzo para concentrarse en su tarea.

—Te salvé de un lío allá abajo, ¿No es suficiente para que quieras hablar conmigo?

La miré divertido cuando frunció su frente como si quisiera contestarme algo pero no lo hizo.

Demonio —la oí murmurar.

Jade colocó su codo sobre el escritorio y apoyo su mejilla sobre su mano como si eso hiciera que ella pudiese ignorarme aún más.

—¡Oh, vamos!

Le dió la vuelta a la hoja del libro que estaba usando, queriendo fingir desinterés.

—¿Al menos podrías decirme porque estás haciéndome la ley del hielo?

No podía evitar divertirme con toda esa situación. Se me ocurren un millón de maneras de hacerla perder el enojo.

La niña negó todavía sin dignarse a voltear y se me ocurrió una idea.

—¿Estás enojada porque no hice lo que me pediste cuando lo propuse? —pregunté divertido.

—¡Claro que no!

Pegó un respingo de golpe.

Dejé salir una carcajada. Le di al clavo.

—Es eso ¿no? —reí aún más fuerte.

Jade arrugó su nariz enfadada.
Se levantó de su silla y camino hacia mi dispuesta a sacarme de la habitación pero la detuve y tapé su boca antes de que pudiera decir algo.

—Si es eso tranquilamente podemos resolverlo —sonreí fingiendo inocencia y ella dejó de luchar para que la soltará. Alzó una ceja interesada—. Pídeme lo que querías.

Jade se negó y se alejó de mi.

—No iba a pedirte nada.

—Mentirosa.

—¡Yo no miento!

—Pues hoy le mentiste muy bien a mí madre.

Aguante la risa al ver su rostro rojo sin saber que contestarme.

—Bien —soltó, pareció pensar en algo unos segundos y luego volvió a hablar, —sácate la ropa.

—¿Eh?

Fruncí el ceño ¿oí bien?

—Me dijiste que te pidiera lo que sea—se defendió.

—¿Quieres que me desnude?

Arqueé mi ceja cuando ella asintió dudosa.

—Bien.

Saqué mis pantalones de algodón sin quitar mi mirada de la suya, disfrutando lo nerviosa que se veía. Cuándo me enderece tomé el elástico de mi boxer.

—¡No! ¡¿Qué estás haciendo?! —chilló.

—Me pediste que me saque la ropa —me defendí burlón.

—¡Me refería hasta ahí! —señaló algo exaltada.

—Tienes que ser más específica la próxima vez, podrías ver más de lo que deseas.

Jade mordió su labio inconscientemente puesto que cuando notó mi sonrisa apartó la mirada.

—Ya hice lo que me pediste.

Señale mi pijama tendido en el suelo.
Ella asintió y se acercó a pasos torpes hacia mi. Se colocó frente mío y alzó sus delicadas manos hasta tocar mi cuello.

Yo sólo me dediqué a ver qué es lo que iba a hacer.

La niña pasó sus dedos por la piel de mi cuello, pareció estar muy concentrada en ello, entonces entendí que estaba trazando mi tatuaje.
De aquél pasó a los de mis brazos, como si estuviera acariciandolos. Parecía estar trazandolos.

Carraspee cuando pasó a los tatuajes de mí pecho, esa zona era bastante sensible para mi.

Jade lo notó y atrapó su labio inferior entre sus dientes.

Cerré los ojos cuando bajó sus finos dedos a mi abdomen, la piel se me erizó cuando Jade se detuvo al borde de mis calzoncillos, tirando hacia bajo un poco de mi lado izquierdo.
Cuándo la pequeña descubrió el tatuaje debajo de la tela lo acaricio unos momentos.

Si se sigue demorando tanto tiempo en ese tatuaje, no solo notará tinta debajo de mis bóxers.

Me alivie cuando dejó en paz aquella zona pero la alarma dentro de mi cabeza volvió a sonar cuando bajó arrastrando su dedo índice hacia mi pierna derecha.

¿Desde cuándo está niña se anima a ser tan descarada conmigo?

Miré hacia el techo, no iba a torturarme tanto como para verla agachada frente a mi. Claro que no.

Sentí sus dedos subirme la única tela que me cubría supongo yo para observar el dibujo en mi muslo. Maldecí por hacerme ese tan cerca de la polla.

La pequeña repitió nuevamente lo anterior con los otros tatuajes, torturandome al acariciarme.

O a la niña le han salido cuernos y se convirtió en demonio o su inocencia estaba por asesinarme.

—¿T-terminaste? —pregunté con la voz ronca cuando se puso de pie demasiado cerca de mi, rozando todo mi cuerpo. Absolutamente todo.

Ella asintió inocente.

—Sólo quería contar tus tatuajes—Se encogió de hombros.

Gruñi al notar que no estaba totalmente dormido de piernas hacia abajo.

La niña dejó escapar una risita dejándome como un tonto y para cerrar dijo la peor frase que podría haber dicho.

—Hombres —negó—, solo piensan en sexo.

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