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La suerte de cuidarte.

El cambio de clima cada vez es más evidente en la ciudad.

En este momento estoy hecha una bolita en mi cama observando las nubes grises por la ventana abierta. El viento frío golpea la única parte de mi cuerpo sin cubrir, mi cara.

Siento algo de paz, no voy a mentir.
Hablar con mi padre me ha dejado más tranquila conmigo misma. Aunque las noticias que me ha dado no son las hubiese querido oír, es mejor saberlas que desesperarse por no tener idea de que es lo que pasa a mi alrededor.

He tenido pésimos días y tengo que tener algo de fe en pensar que hoy me irá un poco mejor.

Papá ha mencionado que hoy debía verse con alguien quien pensaba que podía ayudarnos y creo que ya es hora de que algo bueno nos ocurra.

Espero que se trate de esa persona.

Doy una mirada de soslayo a la bandeja de la comida de ayer sobre mi mesita. Ni siquiera he terminado todo pero por algo se comienza ¿no?

Mi padre me ha pedido que no asista al instituto hasta que el doctor vuelva a verme y le diga algo bueno sobre mi estado.

Estoy muy cansada físicamente aunque he pasado el día de ayer inconsciente y he dormido toda la noche sorpresivamente bien, supongo que eso se debió a qué papá se quedó a mi lado toda la noche.
El punto es que debo comer más y dormir mejor pero creo que la primer parte es la que más trabajo me llevará.

No puedo comer mucho más de dos bocados de lo que sea sin sentir que llevo un peso enorme en el estómago.

Y creo que quedarme aquí sola no me ayudara en nada.

Dar vueltas sobre la cama a las siete de la mañana, pensando, no me dejará en un buen lugar. Mucho menos si lo que mejor diviso desde mi ventana es la habitación de James.

Desocupada, claramente. Porque el se ha ido de casa de su madre vaya a saber uno a dónde a hacer que cosa.

En este mismo momento el podría estar a mi lado, metido en mi cama abrazándome, pero no. Ni se ha molestado en ver mis mensajes.

Suspiro cansada. De verdad no tengo ánimo como para quedarme aquí.

Quizás no es una mala idea salir a caminar...

Recién las siete y seis y estaré sola por el resto de la mañana hasta que Eli vuelva de su trabajo y venga a casa a asesorarse que coma algo, por pedido de mi padre, claro.

Ni siquiera lo pienso mucho, me calzo unos jeans, las zapatillas y una sudadera negra. Sonrío al verme en el espejo, Ethan ha olvidado está sudadera la última vez que nos vimos y creo que ha pasado tanto que ya es mía.

Lo echo tanto de menos que de alguna forma siento que lo tengo cerca usando algo suyo.

En fin, necesito tomar un poco de aire. Tomo mis llaves y salgo de casa.

Le doy una última mirada al hogar de James antes de salir en dirección al centro.

Lo extraño, maldito terco...

El color de la inocenciaWhere stories live. Discover now