51.

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Enfrentarse.

—¿Recibiste otra de esas?

Pey se recarga sobre el casillero que está a un lado del mío y observa la notita color azul que tengo entre mis dedos.

—Ya van catorce —le digo con desinterés guardandola entre mis libros.

Cierro el casillero y camino hacia la clase que me toca. Siento los pasos de Peyton tras de mi pero no quiero tener que confrontarla así que camino rápido.

—¡Jade! —chilla siguiéndome pero ya es tarde. Me he metido en la clase.

Ni siquiera quiero mirar hacia la puerta porque sé que me está mirando. Tomo asiento y mantengo la vista en el pizarrón. El profesor ya está en la sala y los demás alumnos apenas comienzan a entrar.

Sé lo mal que está comportarme como lo estoy haciendo pero simplemente no lo puedo evitar.

—¿Te encuentras bien? —pregunta Lisa en un susurro.

Me preguntó que tan mal me veo como para preocupar a alguien con quién casi no hablo.

Asiento con la cabeza sin mirarla.

Ni siquiera oigo lo que sale de la boca del maestro. No puedo concentrarme, no puedo hacer absolutamente nada, estoy cansada. Tengo un vacío en el estómago que parece un agujero que me está consumiendo.

Estoy destrozada.

Duele hablar, duele pensar, duele llorar y me duele hasta comer. Ni siquiera puedo explicarlo.

Hace una semana no puedo mantener una conversación con Peyton porque me da miedo hablar sobre lo que pienso. Tampoco hablo con papá porque me duele mirarlo a la cara. Ya casi ni siquiera cruzo miradas con Elizabeth porque todo lo que hago es encerrarme en mi habitación.
Tampoco tengo a Ethan porque tuvo que volver a su casa, ni siquiera pude hablarlo con el.

Exactamente una semana que estoy con la cabeza en cualquier lugar.
Después de hablar con Colton, todo quedó en blanco. Es como si quisiera ignorar lo que escuche, lo que pienso y sospecho. Cómo si pensará que hablándolo en voz alta ya no hay oportunidad para que sea mentira.

No puede ser verdad, no quiero que lo sea, no merezco esto y mi padre tampoco.

¡No lo entiendo!

Quiero buscar una explicación lógica, necesito encontrarla y saber que la situación no es peor de lo que ya es.

Por favor... Lo necesito...

—Vega.

Alzó la vista, no me di cuenta lo perdida que he estado. El profesor de biología, que recién ahora noto que está con un libro en la mano, quita sus lentes y me analiza con cara de pocos amigos.

—Lo siento —murmuro apenada.

—Aguarde afuera Vega, por favor.

Muerdo mi labio inferior avergonzada, jamás me ha llamado la atención un profesor, quiero desaparecer, definitivamente.

Tomo mis cosas con la cara probablemente roja, y salgo de la clase. A unos cuantos metros del aula hay un banquito de madera que utilizan por lo general los padres cuando vienen por sus hijos. Apoyo mis libros y me dejó caer rendida.

El color de la inocenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora