33.

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Amargo.

Salí de la habitación dejando a James con el rostro desencajado, parecía no entender las dos simples palabras que había pronunciado.

Y a decir verdad yo tampoco sabía porque las había dicho, ¿Qué si eran verdad? Claro que si, lo eran. Lo he descubierto los días que estuve sin él y sin Ethan en California. Sin nadie que me mantuviera ocupada mi cabeza no paraba un segundo, y en ese tiempo había descubierto tres cosas.

Uno: extraño muchísimo a Ethan.
Dos: James me hacía falta.
Tres y quizás el más vergonzoso y difícil: No he podido para de fantasear con mi vecino mayor.

Mordí mi labio sintiéndome culpable, me he vuelto un desastre.

Entre al baño y comencé a quitarme la ropa dejando sólo mi ropa interior, me coloque la remera grande que James me tendió y luego su boxer usándolo de short.
No pude evitar oler el perfume de James en su ropa, era realmente lindo, siempre tenía aroma a alcohol mezclado con ese perfume y no voy a negar que se me hacía espectacular.

Me observe en el espejo, aun seguía con las mejillas sonrojadas de lo que acababa de decirle a James, ya no era una buena idea si lo pensaba demasiadas veces. ¿Cómo lo habrá tomado?

Bien, no pensaré en eso e ignorare la ansiedad que me causa pensar en la reacción de James.

Volví al cuarto sigilosamente tratando de no despertar a nadie, cuando llegué a la habitación abrí la puerta despacio inclinando mi cabeza dentro y así ver que estaba haciendo James.

Pellizque mi labio con mis dientes observándolo y reprimi las ganas de reírme. Él estaba dormido.

Cerré la puerta tras de mi y me acerqué a él, se veía demasiado tranquilo. Tarde menos de diez minutos en volver y el ya se encuentra en un coma profundo.

Acarié su cara como si fuera lo más frágil del mundo y observé sus oscuras ojeras debajo de sus ojos, hacían contraste en su blanca piel, era obvio que el no estaba pasando las mejores noches.
Muero de ganas de saber que es lo que pasa por su mente, que es lo que lo mantiene tan preocupado, tan enfadado con todo y todos, pero no hay que conocerlo demasiado como para saber que si llegará a preguntarle algo tan íntimo él lo tomaría horrible.

Di la vuelta a la cama para dos, luego de apagar la luz y me acosté a su lado. Me alejé lo más posible de él para no incomodarlo, ni estorbarle y me dormí en cuestión de segundos.



Abrí mis ojos sujetandome la parte baja de mi estómago, punzaba, dolía, no podía volver a conciliar el sueño.
Voltee a ver a James, agradecí que él siguiera durmiendo plácidamente a mi lado. Me sentiría horriblemente culpable si lo despertara.

Sentí nuevamente las puntadas en mi vientre bajo y apreté la zona retorciendome.

Es horrible, ser mujer es horrible.

Me asusté al notar como la cama perdía peso del otro lado, tantee notando que James no estaba, de un momento a otro oí la puerta cerrarse. Él ni siquiera se había molestado en encender la luz, sólo se fue.
Cerré mis ojos con fuerza, me sentía una tonta. Lo he echo enfadar, no hay duda alguna.

Parece que él no estaba tan dormido como creía.
No necesito leer su mente para saber que él no había durmido bien estas últimas semanas, lo había notado también en la casa se playa, su cara demacrada lo decía todo. Y yo lo habia despertado, era obvio que él se iría enfadado.

Refregué mis ojos tratando de que se acostumbren a la luz que acababan de encender. Cuando los abrí me encontré con la silueta de James frente a la cama.

El color de la inocenciaWo Geschichten leben. Entdecke jetzt