43.

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Mentiras y verdades.

Estoy sentada en la mesa principal de Peyton viendo cómo ella teclea algo rápidamente en el celular y luego se deja caer rendida sobre el enorme sofá que tiene en la sala/comedor.

—Ya respondió —me avisa.

La examino sin saber de qué está hablando. A Peyton se le forma una ancha sonrisa en la cara y me observa como si tuviera el ego más grande del mundo.

Alza su mano izquierda y distingo la funda rosa que lleva el celular. Ladeo la cabeza con el ceño fruncido, ella odia el rosa.

Tanteo con mis manos los bolsillos que traigo y comprendo que lo que tiene es mi teléfono. Salto disparada y ella lo tira al otro lado del sofa, riendo.

Al tomarlo veo mensajes en la pantalla.

Me: Papá, puedo quedarme a dormir en casa de Peyton? porfi papi, poooorfi.

Dad: Claro hija, sólo no duerman tarde y no falten a la escuela.

Alzó la vista encontrándome con una Peyton muy divertida al parecer.

—No iré a ningún lado está noche —afirmé algo molesta.

Peyton me hizo un gesto con la mano como diciendo "ya se te pasará".

—Es un bar en el centro —me dijo ignorando por completo lo anterior.
— y se llama me corro.

Abrí los ojos como platos al oír su nombre. Ella rió.

—Ni siquiera tenemos edad —la regañé.

—No necesitas edad cuando conoces al hijo del dueño.

Se encogió de hombros y sacó sus zapatillas para luego subir sus pies al sillón relajada. Tomó una revista de la mesa enana y comenzó a leer desinteresada.

—No iremos —repetí.

Ella me miró llevando su dedo índice a sus labios, lo lamió y pasó a la siguiente hoja de la revista.

—Además ¿De dónde conoces al hijo del dueño? —agregué ante su silencio.

—Del instituto —respondió con una sonrisa perversa—. Se llama Zack y es de último año.

—Es una pena que Zack no pueda verte hoy —me crucé de brazos desafiante.

Peyton me miró por encima de su revista.

—No me retes Jade Vega, no me retes.

Volteo por quinta vez en la cama, no es mi fuerte dormir en lugares nuevos, me siento incómodo y molesto.

Suspiro ruidosamente. En unas horas tengo que ir a trabajar y tendré que desvelarme la noche entera, si a eso le sumo no dormir ni media hora, mañana estaré destruido.

Decido dejar de perder el tiempo y levantarme de la cama. Salgo de la insulsa habitación y me dirijo a la cocina.

Jordan posee muchísimos departamentos mejores que éste y no entiendo cual es el motivo de darme uno tan... tosco.

Paredes blancas, baldosas negras, los únicos muebles que hay son: un sofá verde militar para dos personas, un mesa minúscula de madera dónde puedo comer yo solo, una silla y por supuesto, la cama de la habitación. No tenía absolutamente nada más, ni siquiera acolchados, cubiertos, ni siquiera un closet.

—Tengo que comprar algo para comer —digo para mí mismo.

Tomó mi billetera y veo lo que traigo.

El color de la inocenciaDove le storie prendono vita. Scoprilo ora