61.

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Hermanos.

—Pide lo que quieras, yo lo pagaré—ofrece Jason.

Judas se reacomoda en el asiento frente a nosotros y sin siquiera tomar la carta, llama a la mesera y le pide un sinfín de cosas específicas que parece haber memorizado.

Jason alza las cejas molesto y me observa arrepentido de lo que dijo.

—Veo que vienes seguido por aquí —asumo intentando aligerar el ambiente.

Todo el camino hemos estado en silencio, siguiendo a la niña como perros falderos para que termine guiandonos a un humilde restaurante que se encontraba a unas calles.

—Venia —corrige—, antes lo hacía, desde que mi madre falleció hace meses no pisaba este lugar.

—Lo siento mucho —decimos al unisono.

La tensión en el aire vuelve a sentirse y todo se torna incómodo nuevamente.

—¿A qué se debe eso?

Noto la molestia en la voz de Jason y miro hacia donde el lo hace.
Por el cuello de la playera de Jud se asoman moretones y quizás algunos raspones que no llego a distinguir porque ella se tapa de inmediato.

—No me han dicho porque tenían tanta urgencia por hablar conmigo —dice cambiando de tema.

Jason me dedica una mirada preocupada, pero definitivamente no es el momento para agobiar a la desconfianza niña con preguntas o ni siquiera nos dará la oportunidad de acercarnos.

La camarera interrumpe el intenso clima dejando tres platos y dos postres frente a Judas. Ella agradece y cuando la mujer se va comienza a comer como un niño hambriento.

—Nosotros... conocemos a tu padre —digo siendo lo primero que se le ocurre a mi débil mente para comenzar la conversación.

Jason bufa a mi lado impaciente.

—Imposible —rie—, ni siquiera yo conozco al desgraciado ¿por qué abrían de conocerlo ustedes?

—Por que somos sus hijos —contestó Jason. Volteo a verlo con los ojos abiertos— ¿Qué? Esto se está volviendo más largo de lo que debería.

—¿Qué dijiste?

La comida parece atragantarsele en la garganta.

—Que somos tus hermanos niña.

Golpeo mi frente con la palma de mi mano sin poder comprender porque Jason es tan estúpido.

—Eso es imposible —niega repetidas veces dejando de lado sus cubiertos —No sé que clase de broma estúpida es está pero mi única familia es Ciro. No hay nadie además de él.

—¿Ciro? —Jason levanta la voz. Paso mi mano por mi cuello nervioso, no me gusta para donde va está conversación— ¿Me estás diciendo que te fias de ese hijo de puta golpeador?

La niña se vuelve completamente roja y mira a Jason como si quisiese asesinarlo.

—¡¿Y de quién mierda debería fiarme?! ¿De ti? ¡¿Oyes lo que dices imbécil de mierda?! ¡Ni siquiera te conozco!

Genial, todo el mundo está mirándonos ahora.

—Eres una niña idiota. Preferiría quedarme en la calle antes que vivir con ese pedazo de mierda.

Judas se levanta de golpe haciendo que todos los que están a nuestro alrededor hablen por lo bajo.

—Pues niño ese es solo un privilegio de hombres porque fíjate que si yo me quedo en la calle puedo recibir cosas peores que un simple golpe.

El color de la inocenciaWhere stories live. Discover now