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              "Dieciséis, parte dos"

—¿Ah?—Quedé atónito.

—¿Dije que por qué me encuentro en sostén y bragas?

Eh... Cómo le explico...

                      •Flashback

—Si contesto ¿dormirás?

Me tiembla la voz y eso me hace sentir un imbécil.

Jade asiente pero no confío en ella ni en su peligrosa mirada.

—S-si—Digo con la garganta seca.

—Si ¿Qué?

Pregunta disfrutando la maldita situación. Se inclina hacia adelante y pasa su lengua por mi labio inferior.

Creo que pierdo la conciencia unos segundos y me obligo a recomponerme.

Los pantalones me están fastidiando muchísimo.

—Fantaseo contigo—Admito y la escucho reír.

La odio.

—Y en tus fantasías... ¿Qué hacemos?

—Ya basta, Jade. Fue suficiente.

Me levanto de la cama con ella encima y la tiró sobre esta. Jade se echa a reír como una loca, de nuevo. ¿Pero es que tengo cara de payaso?

Levanto sus piernas y saco sus zapatillas una por una. La niña me mira con su dedo índice entre sus dientes.

—Si no me vas a contar tus fantasías ¿Puedo contarte las mías?—Dice con la voz aterciopelada.

Me ha puesto tan caliente que estoy seguro que puedo hervir agua más rápido que una pava.

—No.

Coloca sus pies en mi estómago y fija sus ojos en mi. ¿Soy muy imbécil si la intriga me está matando y quiero preguntarle qué ha fantaseado conmigo?

La respuesta es si.

Siento bajar uno de sus pies por mi abdomen hacia mi bragueta. Lo quito intentado regular mi respiración.

—Estás enorme—Dice sentándose en la cama con su cara clavada ya sabemos dónde. La observó apretar sus muslos y morder su labio inferior notablemente fuerte.

Tengo que taparme la cara y correrme para evitar tanto sufrimiento. Me acerco a la puerta caminando como mi entre pierna me permite pero la escucho un ruido algo alto y volteo de prisa.

La niña está tendida en el suelo.

—¿Estás bien?

La levanto con una sola mano.

—No puedo sacarme el vestido...—Lloriquea tocando su rodilla derecha, supongo que se ha golpeado—, ayúdame.

Ella se para frente a mi tambaleándose y me observa con las manos altas esperando que la desvista.

Suspiró pesadamente recordando la vez que ella cuido de mi y saco mi ropa para después dejarla limpia en mi habitación.

No parece estar queriendo intentar otra cosa...

Asiento con la cabeza y meto mis dedos por debajo del borde de su vestido subiendolo. Ella ni siquiera parece inmutarse y por otro lado estoy yo, que me suda el cuerpo y se me acelera el pulso.

Jamás me había sentido tan crío frente a alguien.

Saco el vestido rojo por sus brazos y ella queda expuesta, tiene un sostén del mismo color sin tiras que la hace ver hermosa y unas bragas negras.

El color de la inocenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora