69.

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Rogandote.

—¿En qué piensas? —oigo que pregunta Gabe ante mi silencio.

Habíamos estado bromeando y riendo anteriormente pero desde que las masajistas entraron a la habitación me quedé callada.

No puedo dejar de pensar en James y Trish. ¿Qué tanto estarían haciendo?

Me está carcomiendo el cerebro.

—Solo estoy relajada —miento. De verdad estoy tensa ahora.

Los últimos veinte minutos he estado con la vista clavada en el techo mientras la masajista pasa aceites por mis piernas y brazos haciendo su trabajo.

Gabe voltea en su camilla y le indica a la mujer que lo atiende que ya puede retirarse, al parecer también le hace una seña a la chica más joven que está junto a mi porque las dos salen del cuarto.

—¿Que pasó? —pregunto sentandome, sosteniendo con mis manos la toalla que me rodea.

El baja de la camilla parándose frente a mi. Mi vista cae directamente en el nudo de la toalla que cuelga de su cintura y a juzgar por lo marcado que luce lo que tiene debajo, entiendo que el no se ha dejado la ropa interior como lo hice yo. Al menos la parte inferior.

—Dijiste que Trish no iba a ser una distracción para ti.

—No lo es.

—No va a pasar nada entre ella y James —asegura tomando mi rostro con una de sus manos.

—¿Cómo estás tan seguro?

—Porque mi hermana es insoportable y James parece tener un carácter de mierda —dice haciéndome reír—. Ahora acuéstate y relájate, tienes que disfrutar.

—Está bien —le sonrío haciéndole caso. Gabe se queda a mi lado y toma uno de los aceites en sus manos. Arrugo mi entrecejo— ¿volverás a llamar a las chicas?

—¿Para que las necesitas cuando me tienes a mi? —bromeo insinuante. Me ha costado tragar cuando ví el aceite escurrir un poco por su ancho antebrazo, las venas sobresaliendo de este me causaban raros cosquilleos internos—. Ponte boca abajo y tranquila, que hice un curso de esto una vez.

—¿Enserio? —arrugo mi nariz volteando un poco insegura.

—No.

Lo oigo reír.

Gabe me pide permiso para tirar mi toalla hacia abajo. Mi piel se eriza cuando mis tetas se pegan contra el frío cuero de la cama.

El comienza a pasar sus grandes manos por mi espalda, masajeando con sus dedos y sus palmas. Gimoteo de placer y su risa vuelve a llegar a mis odios.

—¿Te gusta?

Muerdo mis labios con fuerza. Que mal me he despertado hoy, después de lo de la mañana ya nada se oye normal de la boca de Gabe.

—Si —alargo mi respuesta. No es mi intención que parezca que estoy sufriendo un orgasmo. Son las manos de Gabe que pasan por mis hombros y bajan hacia mis omoplatos con habilidad— ¿Seguro no es verdad lo del curso?

—Seguro. Es un talento natural el que mis manos hagan magia.

Al terminar esa frase sus dedos pasan por los lados de mis senos haciéndome estremecer.
El sigue bajando hasta donde la toalla descansa y está la curva de mi trasero.

El cosquilleo entre mis piernas me hace detenerlo.

—Creo que... ya está.

Después de que casi lo beso antes de enterarme de sus... preferencias sexuales... no puedo permitirme portarme tan tontamente ante su tacto. Es indebido y siento que estoy faltandole el respeto.

El color de la inocenciaWhere stories live. Discover now