HABITACIÓN 219

By dvlhersxlf

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HABITACIÓN 219 ¿Cómo saber quién es un asesino? ¿El futbolista perfecto y honesto con mejor reputación de tod... More

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10 - Primera parte
10 - Segunda parte
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12 - Primera parte
12 - Segunda parte
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17 - Primera Parte
17 - Segunda Parte
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25 - Primera parte
25 - Segunda parte
D A T O S

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By dvlhersxlf




Y mientras que Eider creía que todo estaba perfecto,

resulta que a Kyle solo le atraía el juego,

y estaba más concentrado en su oscuro secreto.


—Kyle —susurré. Estaba dormido, completamente dormido.

Al ver que yo no quería ir más allá, ofreció que me quedara a dormir, prometiéndome que no intentaría nada. Y bueno, decidí aceptar, pero más porque estaría con él, para saber que era la que estaba en la pared.

Saqué su brazo de mi cintura y me paré de la cama (o colchón mejor dicho) con sumo cuidado. Sin hacer mucho ruido, me acerqué hasta la pared.

Pude reconocer varios nombres: Gabriel Fletcher. Mamá siempre lo mencionaba en las mañanas cuando leía el diario. Era un empresario famoso, y sobre todo guapo. Recuerdo que dijo que le daba pena la gente que trabajaba para él. Mamá dijo que su empresa era la que aportaba satélites y antenas de internet y celular a nivel nacional e internacional. Que gracias a la empresa Fletcher teníamos todo aquello.

Miro mi celular: junto a las barritas de señal, el nombre Fletcher en mayúsculas me llamaba la atención. Yo era fiel cliente de su empresa.

Ahora, ¿por qué Kyle tendría pegados recortes de noticias acerca de Gabriel Fletcher y otros empresarios en su pared?

Comienzo a sacar foto de la gran tabla tratando de hacer el menor ruido posible. Guardo mi celular en mi bolso y me volteo para volver a la cama. En verdad no es una cama, es una cama plegable casi a raz de piso, que suena cada vez que te mueves. Pero es un cuarto privado, por lo que debe tener sentido.

Tratando de hacer el menor ruido posible, me acuesto junto a él. Siento su respiración en la parte trasera de mi cuello, parando cada uno de los pequeños pelitos que se encuentran ahí. Es un sentimiento agradable, bueno, no tanto que respiren encima de ti, pero su respiración es cálida, calmada; nada comparada con la mía: agitada.

Cierro los ojos coinciliando el sueño luego de unos minutos.

Ya a la mañana, siento el peso de su brazo en mi cintura. Abro los ojos recibiendo el rayo de luz directo a mis ojos, y volteo a mirar la pared.

Los recordes, las lanas, las fotos no están.

Por un segundo pienso que soñé todo, que en verdad no estaba ahí.

Inmediatamente, veo hacia mi bolso. Mi teléfono, ahí estaban las fotos que había sacado.

―Buenos días ―la voz de Kyle me asusta. Me volteo en un instante hacia él para recibir una mirada de confusión de su parte―. ¿Todo bien?

―Sí. ―No parece creerme―. Todo está bien, solo que, tengo que irme. Prometí que iba a desayunar con las chicas.

Kyle asiente y besa mi frente. Con una sonrisa fingida, me paró de la cama y agarro mi bolso. Deposito un corto beso en sus labios y salgo a la velocidad de la luz de ahí.

Sabía que era mala idea involucrarme con Kyle Frederick; debí empujarlo ese día en los bosques; era mala idea, muy mala idea. Ahora estaba involucrada sentimentalmente con alguien que tiene puras fotos de empresarios en su pared y que un día para otro desaparecen, cosa que no tiene sentido absoluto.

Saco mi teléfono de mi bolso y chequeo mis fotos inmediatamente.

Ahí estaba, la pared, los recortes, las fotos, la lana.

Oh mierda.

Entro corriendo a la cafetería y saco una bandeja de forma apresurada, agarrando un plato y sirviendome rapidamente huevos revueltos y algunas tostadas. Sirvo el agua caliente en una taza y coloco un sobre de café con tres cucharadas de azucar. Estoy nerviosa.

Agarro mi bandeja y distingo a la distancia a los demás. Kristen, al verme, alza la mano y me señala la mesa. Por fin una cara conocida, tengo tanto que contarles.

―Eider. ―Casi choco. Will agarró mi bandeja en un reflejo rápido antes de que se me cayera. Oh mierda, un Frederick―. ¿Estás bien? Te pusiste pálida, como si hubieras visto un fantasma.

Las palabras ni salían de mi garganta. Oh, no te preocupes, Will, es que en la habitación de tu hermano, donde por cierto me quedé a dormir anoche, hay una pared llena de fotos muy sospechosas y mi imaginación piensa que está planeando un asalto, pero aparte de eso, nada.

―Tierra llamando a Eider.

―Tengo que ir a sentarme, Will. ―Fue lo único que salió de mi boca.

―¿Segura que estás bien?

―Permiso.

Puedo escuchar como me llama, pero decido ignorarlo. Con sumo cuidado me siento al lado de Mickey, apoyando mi cabeza en mi mano, ignorando por completo a Will. Sentía su mirada en mi nuca, sabía que estaba confundido, pero no podía lidiar con él ahora. No sabía nada de él.

—¿Todo bien, Eider? —preguntó Sasha. Ahora resulta que se junta con nosotros. No parecía molestarme, tengo muchas otras cosas de las cuales preocuparme comparadas con si Sasha puede sentarse en una estúpida mesa o no.

Sí, me veía extraña. Tenía agarradas las mangas de mi suéter con las llenas de mis dedos y estaba encorvada, como si tratara de esconderme bajo la mesa. Estaba nerviosa, y cuando actuaba así normalmente nadie me preguntaba.

No era la reina en la preparatoria, aunque eso se podía inferir perfectamente. Era más bien extra, fuera de la vida de las personas.

Vivía en un pueblo pequeño en Kansas, y no mentiría si digo que mi única amiga era la bibliotecaria. Entre clases iba y, sujetando mis libros de biología y química avanzada, le hablaba de mi vida en mi casa. Claro está que ella me mandaba a callar cuando hablaba muy alto.

Aún así, gracias a Kenya pude sobrevivir.

Por lo que estaba acostumbrada que nadie me preguntara si estaba bien. La universidad es distinto.

En la universidad tengo amigos.

En la universidad no soy la misma Eider con las gafas grandes y gordas, los brackets azules y morados, el pelo plano sin forma, los granos y la escasa experiencia con el maquillaje.

En la universidad nadie me conocía por como era antes. Cuando me miraba, veían una chica normal, como cualquier otra. Tal vez ahora era guapa, como dijo Mindy hace unos días. Ahora no tengo ni idea lo que soy.

—Mickey. —El chico, al escuchar su nombre, se voltea enseguida hacia donde estoy yo, mirándome fijamente. Saqué mi celular y le mostré la foto, temblando—. ¿Para que alguien necesitaría una pizarra así?

Mickey mira la foto y veo a Rachelle asomarse. Él parece confundido por lo que ven sus ojos, y trata de analizar cada sector de la pizarra, haciendo zoom y moviéndose por todos lados, poniéndose el celular cerca de los ojos.

—Bueno, para muchas cosas. Por las anotaciones a los lados, es como si buscara una persona. Esto parece muy elaborado. —Mickey voltea a verme—. ¿A quién le pertenece esta pizarra, Didi?

—¿Cuanto tiempo demoraría quitar todo esto de la pared? —seguí, esquivando la pregunta de Mickey.

—Si está pegado a la pared y sin perder la información: un día. A menos que sea una pizarra de corcho. Ahí simplemente la quitas de la pared. —Miró mi bandeja—. Eider por favor responde mi pregunta.

¿Cómo decirle a mis mejores amigos (y Sasha) que estaba en la habitación del chico con el que me besé y donde por cierto, dormí anoche? ¿Y cómo explicarles que no se trata del chico que ellos creen, si no de su hermano?

—Estaba en la habitación de Kyle Frederick. —Ignoro el grito ahogado de Sasha. Dramática—. Necesito saber si no es lo que creo que es.

—¿Qué hacías en la habitación de Kyle Frederick? —interroga Rachelle.

Ahora solo me quedaba decir la verdad.

—Me quedé a dormir ahí anoche. —Sasha volvió a hacer un grito ahogado y esta vez, con toda la valentía que me quedaba, le metí una tostada con huevo y mantequilla en la boca y me volteé nuevamente hacia Rachelle y Mickey—. ¡No me acoste con él, dramática! Solo nos besamos y... y me ofreció quedarme a dormir porque mi habitación estaba muy lejos y no quería que caminara de noche sola.

Kristen, luego de haberse quedado callada, fue la que habló luego de unos cuantos segundos de silencio en lo que era juzgada por mis amigos (y, nuevamente, Sasha):

—¿A qué te refieres con su habitación? O sea, ¿en el campus? —Asiento.

Interrumpe Sasha luego de tragarse la tostada:

—Eso es imposible —dicta—. Los Frederick viven en una casa afuera del campus, los cuatro. Ninguno tiene habitación en el campus.

Eso no podía ser cierto. Esa era su habitación, ¿o no?

—Claro que si: la 219, Edificio B Sur —repito cada palabra que Kyle me había dicho el día anterior.

—En el Edificio B Sur está desde la habitación 182 hasta la 218. ¿No será Edificio C?

Negué con la cabeza. No, yo fui al edificio B Sur, recuerdo perfectamente la calcomanía polarizada que cubría toda la puerta. Era una gran B.

—¿Y cómo llegaste a besarte con Kyle Frederick? —Lo chismosa a Sasha nunca se le quita.

—El día de la fiesta, me llevó a los árboles y nos besamos. —Todos abrieron los ojos—. ¡Pero no le pueden decir a nadie!

Veo cómo Sasha, quien estaba escribiendo un texto, borra todo y pone su teléfono de vuelta en la mesa, esbozando una sonrisa tímida. Siempre chismosa nunca inchismosa, Sasha Pieterse.

—O sea que se han visto desde hace dos días —aclaró Kristen—. ¿Y no nos pensabas decir?

—No creí que iba a ser algo que se repitiera. —Miro sus caras confundidas—. No veo nada con Kyle y, siento que las cosas entre Will y yo pueden funcionar. Y lo de Kyle fue súper espontáneo, para nada planeado y de verdad no sé si quiero que sea algo a largo plazo, o siquiera algo. Lo único que estoy segura que quiero en este momento es saber que rayos es esa pared y por qué no estaba esta mañana cuando desperté.

Mis amigos (y Sasha) parecieron entender de que yo no quería hablar más del tema porque en seguida cada uno comenzó a analizad.

—Yo conozco a estas personas —anunció la rubia, quien fue la última en ver la foto—. Claro, mira —se inclinó y me mostró el celular—: Ahí está Gabriel Fletcher, the Fletcher Communications. —Señala a otro en la foto—. Él es Javier Hernández, creo que es un tenista. Y este es Francis Green; el papá de Hanna. Es escritor.

—¿Quién es Hanna? —pregunta Kristen.

—¿La novia de Justin? ¿Esa Hanna? —Sasha asiente.

Ahora se volvía más complicado ya que gente cercana estaba en la pizarra. Pero, ¿cuál es la relación que conecta un tenista famoso, un empresario millonario y un escritor?

—La empresa patrocina a un tenista, pero este decide salir con la marca de la competencia por lo que la empress le paga a un escritor para que escriba una mala reseña del tenista indagando en su pasado y así termine siendo eliminado del torneo por... una adicción a esteroides. —Todas volteamos a ver a Mickey, sorprendidas. Él, levantando la vista, nos mira a cada una y se encoge de hombros—. Es solo una suposición.

Menso cuento se lanzó este.

Veo como un libro cae a mi lado y de inmediato, guardo mi celular en mi bolsillo, volteándome para ver de quien se trata: Kyle Frederick, en todo su esplendor, está sentado junto a mi, con su cara de rudo y su pelo oscuro, mirándome fijamente.

—Tenemos que hablar, princesa —dice Kyle, más bien ordena. Nuevamente, me vuelvo a sentir chiquita.

—Estoy ocupada, Kyle.

El chico mira alrededor, posando su mirada en cada uno de mis amigos, hasta llega a Mickey, quien se encontraba detrás de mi. Al parecer mi mejor amigo no entendía que detrás de mi no me protegía mucho.

—Ok, termina de desayunar. —Vuelve a posar esos ojos azules en mi—. Pero es importante, Eider —susurra. No sabia si él podía escuchar mi corazón latir tan rápido, pero si lo hacía pues fingía muy bien—. Cuando salgas de aquí, veme en la biblioteca. Buen provecho, princesa.

Y sin decir más nada, agarra su libro y se va, cruzando las puertas de la cafeteria y espantando a todo ser a su paso.

Volteo a mirar a mis amigos abrazándome a mi misma. Respiré hondo tres veces, tratando de calmar mis nervios, antes de hablar.

—No tengo ni idea que me va a decir, pero en realidad quiero averiguar que es esa pizarra.

—¿Kyle sabe que tomaste estas fotos? —Niego con la cabeza—. Solo digo: se veía molesto.

—Kyle Frederick vive molesto —corrigió Rachelle mientras que yo terminaba mi café—. Es un grumpy cat humano. No me sorprendería que le grita al shampoo en las mañanas porque le cae en los ojos.

Miro a los cuatro y termino de comer mi desayuno. Les envío la foto a cada uno y luego me levanto de mi asiento.

—Solo, averigüen lo que puedan cada uno por su cuenta y después en la tarde, como a las cinco, nos juntamos en mi habitación. Cathy me dijo que iba a salir hoy por lo que tenemos hasta las tres de la mañana para descifrar quienes son las personas en la tabla y como se conectan. Debido al poco tiempo que lo conozco solo puedo estar segura de una cosa respecto a Kyle Frederick: es capaz de cualquier cosa.

Y esa siendo mi última palabra, salgo de la cafetería con rumbo a la biblioteca.

Kyle Frederick es capaz de cualquier cosa.

Era completamente cierto. Su actitud, su capacidad innata de complementar a alguien para conseguir lo que quiere. Es bueno, y todavía no sé si seguir a mi cabeza o mi corazón.

He aprendido a no juntarme con gente mala o peligrosa toda mi vida, después de todo vivía con esa clase de personas. Sé perfectamente lo que es bueno para mi y lo que no lo es.

Y hasta que no descubra a Kyle mintiéndome en el acto, no voy a poder evitar tener una confianza ciega hacia él.

Porque confío ciegamente en el tipo en el cual no hay que confiar.

―Eider, viniste ―dice sonriendo al verme llegar junto a él. Trato de esbozar una sonrisa, aunque lo único que sale es una mueca―. Quería saber si estabas bien: saliste prácticamente huyendo esta mañana.

―Estoy... perfecta ―mentí. Dios, las mentiras.

Apreto mis mangas con las yemas de mis dedos mientras me apegó a mi suéter, dedicándole una última mirada a Kyle. Sus ojos recorren todo mi cuerpo, de pies a cabeza. No le puedo ser sincera, tal como él no me fue sincero a mí.

―Creo que... no nos podemos seguir viendo. ―Ni siquiera mantengo contacto visual con él, porque se me estruja el corazón con solo ver sus ojos―. Necesito... tiempo.

Y ahí es cuando Kyle me sorprende. Se ríe, se ríe de mí. Se está riendo. Espero que eso sea una risa, tiene una bella risa, pero no me gusta que se está riendo.

―No necesitas tiempo, porque no hay nada de lo que hay que tomarse tiempo. Eider ―me llama, pero aún no alzo mi mirada. No puedo verlo, no puedo demostrarle el dolor que siento―. Tú y yo, no somos nada. ¿Crees que no se me ha olvidado que eres la tipa de mi hermano? Solo fueron unos cuantos besos que no significaron nada.

―Solo estás diciendo eso porque sabías que no iba a elegirte y estás dolido y esta es tu forma de decirme que lo estás. Y lo lamento pero, necesito tiempo para pensar y aclarar mi mente, Kyle.

Y por primera vez en toda la conversación, alcé mi vista hacia él. Su mirada fría, como apretaba los pómulos y respiraba hondo me hacía añicos el corazón.

Soy muy mala para las relaciones de amor.

—Entonces esta es tu manera de decirme que escoges al estúpido, arrogante y deshonesto de mi hermano.

La chaqueta de cuero sonaba cada vez que Kyle respiraba o se movía. Las cadenas rechinaban entre ellas, y temí que eso fuera lo único que se escuchara, en vez de palabras.

—Tú me dijiste ese día en el auto que sabías que yo lo escogería a él. —Mira hacia otro lado—. Y te equivocaste.

Se voltea de inmediatamente hacia mi, con un destello de esperanza en los ojos.

—¿Ahora me vas a decir que no vas a ir corriendo a sus brazos? ¿Que ya no vas a contestar sus mensajes con esa sonrisa que pones? ¿Que ya no le va a hablar más? —Ahora soy yo la que desvía la mirada—. Porque si es así dímelo de una maldita vez para así ir yo mismo a restregárselo en la cara de idiota que tiene.

Sabía que si no me controlaba iban a terminar echándonos de la biblioteca, pero es que su manera de interpretar las cosas no podía ser más errónea.

No podía decirle la verdad, pero tampoco podía mentirle. No podía decirle que el tiempo era para averiguar en realidad si él era peligroso, pero tampoco podía mentirle diciéndole que iba a dejar de ver a su hermano.

Dios tengo tantas cosas que explicarle a Will.

—Solo te estoy diciendo que me des un puto tiempo, Kyle. —La elección de mis palabras pareció sorprenderle—. Porque para que sepas, asshole, yo también soy una persona. Así que deja de hacer conclusiones estúpidas y erróneas y solo déjame en paz hasta que yo diga.

Su mirada estaba fija en mi, en mis reacciones, en mis gestos. Tal vez él podría interpretar cuantas ganas tengo de pegarle un puñetazo en la cara con solo ver mis acciones.

—Y si no quiero.

Suspiré cansada.

—Pues esa es mi decisión y te la mamas. —Demasiadas groserías por hoy, Eider.

Hubo unos segundos de silencio antes que él susurrara:

—Y si no puedo.

Me dio un vuelco en el corazón, y, por primera vez en la vida, dejé a Kyle con la palabra en la boca. Me fui de ahí a paso lento, inseguro.

¿Y si no había hecho lo correcto? ¿Y si lo había hecho, por qué deseaba con tantas ganas volver a cometer aquel error que había dejado atrás hace unos segundos?

¿Por qué me había dolido el pecho cuando él dijo que yo no le importaba? ¿Acaso él me gustaba?

No, Eider, lo conoces desde hace una semana, no, no y no.

Recuerdo a papá diciéndome: "En los libros, las parejas que inician desde el principio o se arman muy rápido, normalmente no terminan juntas. ¿A quien le interesa leer un libro que desde el inicio ya la pareja está feliz?"

¿Y si yo y Kyle éramos esa pareja?

Kyle Frederick

El filo de una navaja, brillante y peligroso. Capta tu atención al instante, deseas tocarlo con todas tus desesperadas y sedientas ganas, como un niño ante un dulce, como un perro ante un hueso; pero luego, te cortas, te duele, y solo te arrepientes de haberla tocado en primer lugar.

Como Eider Reed.

Solo puedo recordar lo excitante que me parecía su nombre en mis labios. Lo caliente que me ponía cada vez que decía esas palabras. Como saboreaba cada letra que salía de su boca.

Oh Eider: lo único que haces es que yo te desee más de lo que ya te deseo ahora. Tú gimiendo mi nombre, tus labios sobre los míos, presentándote como mi chica ante todos, incluso mi hermano.

Deseo probarle a todo el mundo que tú eres mía.

—¿Ocupado? —la voz de mi hermana me saca de inspiración por completo. Layla está parada apoyada en la pared, jugando con la llave en sus dedos. Inmediatamente, bajo mi mirada hacia mi pantalón: con solo pensar en ti, Eider—. ¿Quieres que vuelva más tarde?

—Solo cierra la puerta —ordeno y ella de inmediato lo hace—. ¿Trajiste lo que te pedí o estuviste muy ocupada acostándote con el repartidor?

Layla rodó los ojos y sacó el paquete de su mochila. Me paré de la cama plegable, quitándoselo de las mano y colocándolo con cautela sobre el escritorio en donde había besado a Eider hace menos de veinticuatro horas. Todo aquí me hacía pensar en ella.

—No me gusta que me llames puta. —Ay, Layla.

—¿Has escuchado esa palabra salir de mis labios, hermana?

—No, pero...

—Entonces no te he llamado puta, Layla.

Volteo a mirarla sacado una navaja de mi bolsillo y abriéndola para comenzar a romper un lateral del paquete. Siento la mirada asustada de mi hermana.

—Siempre asumes que me acuesto con todo ser humano qué pasa frente a mi.

—¿Acaso es mentira?

Su silencio hace que suelte una risa seca y gruesa. Está asustada, lo puedo ver en cómo sus ojos perdieron su color azulado y como tiembla cada vez que me acerco a tocarla. Tantos años para poder tenerla donde quiero.

Logro abrir el paquete, pero Layla pone una mano antes que pueda ver el contenido.

—Es una pistola, ¿verdad? —la pregunta de Layla me da más risa que antes.

—¿Por que clase de psicópata me tomas, hermana?

—Por la clase de psicópata que me hubiera hecho cargar una pistola por todo el campus para luego verme la cara de idiota.

Riéndome por última vez, abro el paquete, dejando ver el contenido.

Saco una vieja libreta y la hojeo sonriente. Me siento como un niño cuando le regalaban un auto a control remoto y este venía con pilas incluidas.

—¿Que es eso?

—Un regalo que no te interesa saber para quien es.

El silencio se crea en la habitación hasta que Layla interrumpe con otro interrogatorio estúpido.

—¿Es para Eider? Porque ella está con Will. —Se queda en silencio—. ¿Vas a matar a Will?

—¡No voy a matar a Will, Layla, Dios! —exclamó burlonamente mientras guardo la libreta en bolsa de regalo—. ¿Para que desperdiciar balas en un zoquete que lo más importante en su vida es un deporte que en diez años más no va a poder servir? No... Will se matará a él mismo si sigue cómo está. Hay gente que sí merece la muerte.

Y antes de escuchar las preguntas de Layla, saco la pizarra de corcho del armario y vuelvo a colocarla en la pared. No podía arriesgarme que Eider la mirara a plena luz del día.

—¿Quienes son todos esos, hermano? —pregunta Layla acercándose a mi.

Una sonrisa se forma en mi rostro al ver la intriga en mi hermana: quería unirse al plan.

—Uno de estos es nuestra próxima víctima, hermanita. —Alza las cejas—. Uno de estos hombres mató a nuestro querido padre. Solo falta averiguar cual.

¿Ves, Eider? No soy malo: solo soy una persona un tanto vengativa. Y cuando logre mi venganza, seré todo tuyo. Podremos ir a esos paseos en la playa que tanto te gustan; podremos quedarnos hasta tarde en la biblioteca leyendo, jugando con nuestros dedos, podremos quedarnos todo el día en la cama soñando con el otro.

¿Que puedo decir? Soy un romántico. Ella me motiva a ser romántico.

Eider Reed es alguien incomparable, alguien con quien no pensaba encontrarme hasta terminar mi plan, pero da la casualidad del destino que lo hice. No la puedo perder, y menos antes Will.

Pero sé que ella al final me elegirá a mi, así lo planeé y así se hará.

—¿Cómo estás tan seguro?

Sonrió nuevamente.

—Porque papi le debía dinero a todos ellos, Layla, y el dinero mueve el mundo. —La miro—. Y si papá les debía dinero.

—Entonces nosotros también.

—¿Que hice yo para tener una hermana tan inteligente, Jesús?

Layla comenzó a peinar su pelo castaño mientras observaba la pared con detenimiento, viendo cada recorte con suma precisión. No sabia en un principio si era buena idea unirla en mi plan, pero ahora que lo veo, tal vez sea para lo mejor.

—¿Y que planeas hacer con el asesino?

Miro la pizarra.

—Todavía no lo decido: depende de cuál sea el asesino claro. Y antes de ponerme a investigar —Layla se voltea hacia mi—: tengo que conquistar a una chica.

—¿Sabes la historia del león que se enamoró de la oveja?

Me volteo hacia mi hermana, quien ya se encontraba apoyada nuevamente en la pared. Su mirada fija en mi, observándome.

—Ambos se enamoraron —comentó sonriendo.

—Que estúpida oveja: el león se la comerá pronto —digo casi burlándome de la fábula de mi hermana.

—O que masoquista es el león.

La miro por un segundo. ¿No nos estará comparando a Eider y a mi con una oveja y un león? No, Layla es cruel y una sin vergüenza, pero, ¿ir en contra del amor? Nah, a Layla le apasiona el amor. Sobretodo porque no puede sentirlo.

—¿Cómo crees que reaccionará Eider cuando se entere de todo tu plan maquiavélico contra el asesino de papá?

—No tengo que imaginar nada porque nunca se enterará. ¿Y quien te dijo que era un plan maquiavélico? Ni siquiera yo sé que voy a hacer con él.

Y con una última risa, agarro el regalo y salgo sonriente de la habitación.

La habitación 219.

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