Narra _____:
No podía respirar.
Mi cuerpo no respondía mis ordenes, si no a las del mar, con su fuerza poderosa y aterradora que exigía mi rendición a toda costa.
Y yo se la quise dar.
Porque, después de varias semanas, pude sentir. Y las emociones llegaron tan bruscamente, de una forma tan violenta que luchó con garras y dientes, solo para destruirme. El dolor que sentía era sobrehumano. Al igual que el terror.
¿Cómo pude olvidarla?
En un momento tan lleno de caos y dolor, lo primero, y más extraño que hice, fue recordar su risa.
Emma casi nunca reía.
Y cuando lo hacía había alguna clase de poder magnético, como un imán que atrae todo a su paso. Ella no solía reír en eventos familiares o cenas formales.
Solo conmigo.
Darme cuenta de eso, hace varios años atrás, me llenó de orgullo. Sin embargo, en ese preciso instante, solo podía pensar en lo triste que debió de ser su vida. Guardó su felicidad, su risa y amor para mi. Solo, única y absolutamente, para mi.
Y yo se lo pagué de la peor forma.
Recordarlo me hizo dejar de luchar, porque, ¿cuál era el punto? Mi cuerpo, en ese instante, se relajó y solo entonces comencé a hundirme. Porque hacer que los recuerdos desaparecieran por todo ese periodo de tiempo finalmente exigía su precio.
No podía deshacer el pasado. No podía sanar sus heridas, incluso las más profundas. No podía hacer absolutamente nada.
Excepto luchar.
Pero mi cuerpo y mente no me lo permitirían. Me sentía tan... cansada. No tenía ningún propósito luchar. Así que, en lugar de eso, solo la recordé.
Su risa. Sus ojos preocupados al verme lastimada por mis incontables travesuras. Su voz autoritaria, a la cual le temí hasta la adolescencia. Su ceño fruncido cada vez que me veía llorar porque, de las dos, yo fui siempre la más emocional; la que lloraba, reía y se enfurecía. Nunca la vi perder el control. Ni siquiera cuando todo se fue a la mierda. Ni si quiera cuando yo lo perdí frente a ella y le dije cosas de las que siempre me arrepentiré.
¿Qué me dijo aquella vez, la ultima vez que la vi?
-Regresa a casa. Olvida lo que sucedió aquí; esto ya no es tu problema- dijo, con esa voz autoritaria. Y, cuando estaba apunto de salirme su habitación, añadió -Cuídate, ______.
Y la había desobedecido tan exitosamente. Porque nunca pude encontrar mi casa. Porque nunca pude olvidar.
No pude.
Sin embargo, aun podía cumplir su ultima orden.
Así que luché, a pesar de que me sentía mareada por la falta de oxigeno. A pesar de que mis pulmones ardían por toda el agua había inhalado. Estiré mis brazos, en busca de la superficie. Pero ya era demasiado tarde, porque no había superficie y yo estaba tan perdida y sin esperanza.
Entonces, una mano tomo la mía.
Pero para ese momento, yo ya había dejado de luchar. Mi cuerpo se relajó, como si estuviera a segundos de dormirme. Mi mente dejó de funcionar. Mis párpados se cerraron.
Y todo se volvió oscuridad.
***
Hacía calor.
El aire estaba perfumado con el aroma de las flores silvestres que se encontraban a mi alrededor. Mis pies descalzos sentían cosquillas por el pasto, verde y brillante. Me sentía perdida y confundida. Miré a mi alrededor y solo entonces me di cuenta de que reconocía ese lugar.
¿Cómo olvidar el lugar que fue como tu segunda casa?
Entonces, alguien comenzó a tararear a lo lejos. Parpadeé con asombró al reconocer la melodía.
Be My Baby, de The Ronettes.
Y había solo una persona en el mundo que cantaría esa canción estando a mi alrededor.
Mis pies se desplazaron con rapidez sobre la hierba. Mis ojos recorrieron todo el lugar. Mi respiración era inestable cuando finalmente encontré a la dueña de esa voz.
Mi corazón dio un vuelco.
Me daba la espalda. Se encontraba sentada sobre sus piernas flexionadas. Estaba inclinada sobre algo, tan concentrada en lo que hacía que no me escuchó llegar. Su cabello era una mezcla de castaño con mechones plateados entrelazados en una trenza que descansaba sobre uno de sus hombros. Usaba un vestido de pequeños cuadros blancos y negros de hombros descubiertos con manga corta y una falda voluminosa que se soltaba desde la cintura hasta las rodillas. Yo sabía que ese era su vestido favorito; uno de los varios vestidos que guardó de sus días de juventud, con un estilo retro de los años sesenta. Solía ponérmelo cuando salía de su habitación por mucho tiempo, ganándome muchas reprimendas de su parte. Hasta que, finalmente, con esa voz llena diversión mezclada con cariño que tanto la caracterizaba, me prometió que me lo daría cuando fuera lo suficientemente grande como para llenarlo del busto. Ese día estuve tan alegré que no pudo evitar consentirme con muchos dulces y libros.
-Tita- balbuceé.
Dejó de tararear. Su espalda se enderezó, soltó lo que sea que sostenía en sus manos y volteó a verme con esa sonrisa que me hacia sentir tan amada y protegida.
-Mi hermosa, bebe- dijo mi abuela con tanto amor -Has crecido tanto.
Me arrodillé frente a ella, sobre el pasto de su jardín. El hermoso jardín de la casa en la que solía vivir. La casa en la que pasé casi toda mi infancia. Me acerqué a ella, llorando como un bebe recién nacido que exigía atención y cuidados de todos. Mi abuela me abrazó con ternura y dejo que llenara de lagrimas su hombro. Mis abrazos rodearon su pequeña cintura, la cual siempre dijo que heredaría cuando fuera mayor. Siempre decía eso. Que las cosas tendrían sentido o que simplemente llegarían a mi cuando fuera mayor. Siempre pensé que ella estaría conmigo cuando eso sucediera.
La abracé con más fuerza.
-No puedo creer que estés aquí- sollocé -No sabes lo mucho que te he extrañado. Me has hecho tanta falta, Tita.
-No llores mi amor, sabes cuanto me rompe el corazón que llores- susurró con afecto.
-Lo siento- hipé -No puedo parar, lo siento.
No podía creerlo. Parecía tan irreal, pero a la vez no. Porque podía sentirla. Su piel suave y arrugada por los años. Su usual aroma a flores silvestres. Su voz suave y hermosa. No lo podía creer. Pensé que jamás la volvería a ver. Pensé que la había perdido por siempre.
-Cariño- me llamó -No tenemos mucho tiempo. Así que necesito que dejes de llorar y me escuches.
A regañadientes me separé de ella. Sin embargo, la sostuve de los brazos por miedo a que, si dejaba de tocarla, desapareciera. Sus preciosos ojos, que eran una mezcla de gris con miel y verde, me miraron con tanto amor que estuve apunto de abrazarla de nuevo. Siempre quise tener sus ojos.
-¿Qué sucede?- pregunté, y de pronto me di cuenta que tenia más de una pregunta -¿Cómo es esto... posible? Pensé que tu... Que habías...
La tristeza en sus ojos me hizo volver a llorar. Y luego sentirme aterrorizada.
-Oh, por Dios- susurré -¿Estoy... ?
-No- su sonrisa triste desapareció, siendo reemplazada por un semblante serio que solía ponerme nerviosa -Aunque estas cerca.
-¿Cómo?- pregunté en un hilo de voz.
Entonces, lo recordé.
El mar. La tormenta. El dolor.
Y Zayn. Siempre Zayn.
-Ese chico guapo,- dijo, como si pudiera leer mi mente -esta sacándote del mar en estos momentos.
-¿Pero si tu estas aquí... eso no significa que yo ya estoy muerta?- mi pregunta era tan extraña que estuve apunto de reírme, algo que solía hacer cuando era más joven y me encontraba muy abrumada por algo.
-Como te dije antes, no. No estas muerta. Te recuperaras.
-Pero...
-Déjame hablar- me interrumpió con gravedad -No creas que eres tu la que tiene preguntas que hacer en esta situación. ¿En qué diablos pensabas al hacerte daño de esa manera? ¿No te enseñé a valorar tu vida? Todos esos años instruyéndote en la lectura, mostrándote lo que el mundo tiene para ofrecerte y tu lo tiras todo a la basura como si no tuviera importancia.
Para cuando terminó, yo ya me encontraba roja de pies a cabeza. Hacia muchos años que mi abuela no me regañaba por mi mal comportamiento. Cuando... se fue, solía extrañar sus regaños. En ese momento, no estaba tan segura. Tenía esa gran habilidad para ser el único ser que me hacia sentir avergonzada por mi comportamiento.
-Yo...
-No he terminado- volvió a interrumpirme, con sus ojos entrecerrados -No pensaste en las consecuencias que esto tendría, ¿verdad? No pensaste en lo que pasaría si tu perdieras la vida por algo que...
-¿Algo que no importaba?- la miré, desafiante -¿Dices que el accidente no importó? ¿Qué lo que nos sucedió a... a Emma y a mi no importó?
Su rostro se suavizó ante la mención de mi hermana.
-Lo que les sucedió fue una experiencia terrible- sus ojos se llenaron de lagrimas -Hubiera deseado estar a su lado cuando pasaron por todo eso. Hubiera deseado protegerlas de eso.
-No es tu culpa- dije automáticamente.
-Tampoco la tuya- respondió, astutamente, recordándome como siempre sacaba de sus casillas a mi madre.
Miré hacia lo que sostenía antes. Era una pequeña maceta marrón con un puño de tierra fértil adentro. Había una planta con sus raíces extendidas alrededor, justo a su lado; su falda voluminosa no me dejó identificar la flor.
-_______, mírame- ordenó con cariño. Mis ojos estaban llenos de lagrimas, de nuevo, cuando finalmente la miré -Lo que sucedió no fue culpa tuya. Fue un accidente.
-Pero si fue mi culpa- mi voz se quebró -Nunca debí sacar a Emma de la casa, fue estúpido.
Hice una pausa, esperando que me regañara por decir una mala palabra como solía hacerlo. Nunca lo hizo. Quizás esas cosas no importan en... ¿Dónde me encontraba? ¿El cielo?
-Estabas asustada. Las personas hacen cosas impulsivas cuando están asustadas. Además, jamás te hubieras imaginado que tendrían un accidente.
-Debí haberlo imaginado. Le dije a Emma que nos protegería. Le prometí que resolvería las cosas y solo lo arruiné todo. Ahora seguramente me odia. Quiero decir, ¿por qué no lo haría? Arruiné su vida.
-Los jóvenes, siempre pensando que es el fin del mundo- suspiró con exasperación -No debí dejarte leer tanto drama; claramente te dejó afectada.
-Creo que esto cae más en lo trágico- dije miserablemente -Emma me odia. Mis padres, la mayoría de mi familia y mis amigos también. Incluso yo me...
Mis palabras fueron violentamente interrumpidas por un chorro de agua que cayó sobre mi rostro. Tosí incontrolablemente y cuando terminé de morir un poco, de nuevo, miré a mi abuela. Ella me apuntaba con una manguera con pistola para riego controlado, la cual goteaba sospechosamente.
-¡Abuela!- exclamé con sorpresa y resentimiento.
-¡_______!- hizo una mala imitación de mi voz, haciéndola sonar mas aguda y aniñada.
-¿Por qué hiciste eso?- refunfuñe mientras me secaba el rostro.
-Porque me cansé de escucharte compadeciéndote de ti misma- respondió con enfado -El mundo no te odia, niña tonta. Y no es el fin del mundo, tampoco. No...
-¡Pero murió alguien!- dije y tan pronto lo hice quise arrepentirme.
No lo había admitido, no desde la ultima vez que perdí en control frente a Emma.
-__________- mi abuela me miró con tristeza -Eso tampoco fue tu culpa.
-No puedo evitar culparme, ¿sabes? Así como tampoco puedo evitar sentir dolor al recordarlo. Y duele terriblemente. Tanto que, a veces, siento como si no pudiera respirar. Como si estuviera ahogándome.
-Mi bebe- mi abuela me abrazó y yo me dejé quererme.
Extrañaba tanto sus abrazos.
-¿Dejara de doler en algún momento?- pregunté -¿Dejare de sentirme de esta forma?
-No por un tiempo- respondió con honestidad -Nunca dejara de doler, no por completo. Solo sabrás superarlo.
-¿Y cuando lo superare?- pregunté con voz quebrada -Me siento tan casada, Tita. Siento como si ya no pudiera seguir.
-No digas eso- me abrazó con más fuerza que antes -No te des por vencida. Eres una de las personas más fuertes que he conocido; justo como tu madre.
-¿Mi madre?
-Si- asintió -Ella también vivió perdidas muy parecidas a las de sus hijas. Ustedes heredaron su fuerza, estoy segura.
-No me siento fuerte. Solo siento dolor.
-Eso esta bien- me miró con determinación -Sentir dolor no siempre es algo malo.
-¿Porque te hace mas fuerte?- adiviné.
-El dolor es el precio que todos pagamos por amar- dijo.
Fruncí el ceño.
-Eso no ayuda mucho, Tita.
Ella se rio y yo la miré embobada. Ya no recordaba su risa.
-Es mejor sentir dolor a no sentir nada en absoluto. Cuando dejas de sentir, dejas de ser humano. Y solo lastimas, sin importar nada. Tu no eres de esa forma. Siempre creí que tu sientes, todo, sin restricciones. Que sientes tanto que eso a veces te abruma. Que sientes tanto que eso a veces sega.
Recordé todo lo que hice. Las personas que lastimé. Como tuve que introducir sustancias a mi cuerpo para dejar de recordar, de sentir. Porque todo se sentía como si fuera demasiado.
-A veces me asusta cuando dejo de sentir- admití en un susurro.
-No dejes que tus emociones nublen tu juicio- me aconsejó -Tienes toda una vida por delante. Una vida donde habrá dolor, pero también mucha alegría y amor.
-Pero...
Por un momento, mi abuela se vio borrosa, como si estuviéramos bajo el agua. Ella frunció el ceño.
-A llegado la hora- dijo -Tienes que irte.
-¿Qué?- exclamé con horror -¿Por qué? No quiero irme.
-Tienes que- ella dijo con tanta ternura que quise sacudirla.
¿Acaso no se daba cuenta de que si yo me iba ya no la volvería a ver?
-No quiero dejarte- dije frenéticamente -No puedo perderte de nuevo. No puedo. Por favor, no hagas que me vaya. Por favor.
Me tomó del rostro.
-Tienes que irte, cariño. Tienes que vivir.
-¿Por qué?- pregunté con tanta tristeza en mi corazón.
Mi abuela me soltó y tomó la planta que escondía. Era una orquídea.
-Es la favorita de Emma- murmuré.
-No te des por vencida, ______- dejó la flor sobre mi regazo -Se fuerte.
Entonces me volvió a abrazar. Y yo le correspondí el abrazo, con fuerza, negándome dejarla, incluso cuando mis pulmones comenzaron a arder. Incluso cuando una voz muy familiar comenzó a llamarme. Incluso cuando todo comenzó a verse borroso de nuevo. Enterré mi rostro en su cuello y cerré mis ojos con fuerza.
-Te amo, te amo, te a...
***
Sentí como si todos mis órganos internos se sacudieran con brusquedad antes de expulsar agua por mi boca y nariz. Comencé a toser desconsoladamente ante el ardor en mi pecho, nariz y garganta.
-Respira- Zayn me ordenó con voz ronca -Respira, maldita sea, respira.
Y respiré.
Tomé grandes bocanadas de aire, desesperada, adolorida, pero viva.
Estaba viva.
-Maldición- Zayn me atrapó entre sus brazos y me acunó contra su pecho -Pensé... pensé que habías muerto, ______. Pensé que había llegado demasiado tarde.
-Estoy... estoy bien- dije entre respiraciones.
-No hables. Respira, solo respira.
Entonces me abrazó un poco más y yo, sintiéndome finalmente protegida y fuera de peligro, descansé entre sus brazos. Sintiéndome demasiado cansada como para moverme, cerré mis ojos y unos minutos después quedé profundamente dormida.
****
Desperté sobre algo cálido y vivo.
Zayn.
Mi cuerpo estaba sobre el suyo. Con mis piernas entrelazadas entre las suyas y mi cabeza plácidamente acomodada sobre su pecho. La noche anterior vino a mi mente como una película en cámara rápida. Sin moverme mucho, miré a mi alrededor. Nos encontrábamos en la parte trasera de su auto y ya era de día. Probablemente era tarde, por la posición del sol. Pensé en moverme y despertarlo, pero el temor de verlo los ojos y hacerme responsable por mi comportamiento de los últimos días, uhm, mejor dicho: los últimos meses, me hacia querer huir y esconderme.
Pero ya no huiría.
Intenté incorporarme, pero mi mano se recargó en el lugar menos apropiado de la anatomía masculina. Zayn gruñó y sus ojos color miel se abrieron por completo. Entonces ambos nos incorporamos con rapidez, como si nos temiéramos el uno al otro. Mi codo golpeó con una de las puertas y la cabeza de Zayn se estrelló con el techo del auto, lo cual lo hizo gruñir un poco más y maldecir.
Entonces nos miramos a los ojos.
-Lo siento- dije atropelladamente.
Zayn inclinó su cabeza ligeramente.
-¿Por que te disculpas exactamente?- preguntó con voz ronca, debido a que acaba de despertarse.
-Por todo- respondí, pero se escuchó más como una pregunta.
-Eso abarca mucho, entonces- dijo con sequedad.
Me hundí un poco en mi asiento. Zayn suspiró.
-Será mejor que te lleve a casa. Tu madre esta...
-Por favor, no me lleves a casa- supliqué.
Zayn parpadeó, claramente no se esperaba esta actitud de mi parte.
-Eso esta fuera de discusión- dijo finalmente -La policía te esta buscando, _____.
-Lo se, pero... - me odié, más de lo que ya lo hacia, por lo que estaba apunto de pedirle -No puedes decirles lo que sucedió anoche, Zayn.
Zayn me miró con incredulidad.
-¿Piensas que me guardaré lo de anoche?- preguntó con furia -¡Estuviste a punto de morir, ____! ¿No ves la gravedad del asunto? Si yo no te hubiera encontrado tu probablemente te habrías resbalado y ahora estarías...
-Pero no lo estoy- dije al ver que él no era capaz de terminar -Estoy viva, Zayn. Gracias a ti.
-No me des las gracias- dijo con brusquedad -Te resbalaste por mi culpa. Te asusté y...
-No- dije abruptamente -No pongas esa clase de culpa sobre tus hombros. No te dará nada más que dolor y angustia, Zayn. Créeme.
Zayn me estudió con detenimiento. Tenia una expresión ilegible en su rostro que comenzaba a ponerme nerviosa.
-Una.
-¿Qué?
-Dame una, solo una razón, ______- dijo, mirándome de esa forma penetrante que siempre lograba meterse bajo mi piel -Solo una razón para que no te lleve a tu casa y le diga a tu madre lo que te sucedió.
Zayn pedía solo una razón, pero yo tenia millones. Había solo un problema. No entendería ninguna de ellas. Porque él no sabía lo que yo sabía. Él no sabía lo importante que era que yo mantuviera un perfil bajo de aquí a verano. No sabía lo que había en riesgo.
Ante mi silencio, sus hombros se desplomaron y su hermoso rostro me miró con tristeza y decepción.
-Ve al asiento de copiloto, _____. Te llevaré a casa.
-Te contaré la verdad.
Se hizo el silencio entre los dos. Zayn se quedó increíblemente quieto.
-¿De qué hablas?- su voz fue suave cuando dijo las palabras con lentitud.
-Quieres saber porque me he comportado de la manera en la que lo he hecho todo este tiempo- alcé mi barbilla, mirándolo con determinación -Para eso, necesitas saber lo que sucedió durante las vacaciones de navidad.
Zayn entrecerró tus ojos.
-Si solo estas burlándote de mi, puedes...
-No es broma, Zayn- lo interrumpí -Estoy cansada de guardar este secreto. Estoy cansada de sentirme de esta forma.
-¿De que forma?- preguntó de inmediato.
-Como si estuviera sola.
Zayn inhaló profundamente antes de mirarme de nuevo.
-¿Cuál es esa verdad?
-Sucedieron muchas cosas durante las vacaciones, pero, la más importante... la que lo cambio todo, sucedió la noche de navidad- pensé que sería difícil decirlo, pero pronto me di cuenta no lo era.
Contarle esto a Zayn era como contármelo a mi misma.
-Esa fue la noche que terminamos- dijo con una voz extraña.
Pronto me di cuenta de que estaba relacionando mi comportamiento con lo que sucedió entre nosotros.
-No es lo que piensas- me apresuré a corregirlo -Eso no fue lo peor de esa noche.
Zayn no dijo nada, así que seguí.
-Esa noche, poco después de que tu y yo termináramos, yo... tuve un accidente.
Los ojos de Zayn fueron rápidos en escanearme de pies a cabeza y cuando no encontró alguna herida, preguntó:
-¿Estas bien? ¿Qué sucedió? ¿Qué tan grave fue?
-Fue muy grave- respondí -Fue un accidenté automovilístico.
-Jesucristo, _____- Zayn intentó acercarse, pero se lo pensó mejor y se quedó en el mismo lugar -No te detengas, por favor.
-No estaba sola durante el accidente- proseguí, con un nudo en la garganta -Mi hermana me acompañaba. De hecho, ella iba conduciendo. De las dos, fue... la que salió más herida. Desconozco su situación actual, pero se que, antes de irme de LA le iban a hacer una cirugía. Después de eso tendría que hacer ejercicios todos los días, por varios meses. A lo mejor por toda su vida.
-Maldita sea- Zayn abrió sus ojos con incredulidad y horror.
Y todo fue mi culpa, quise decirle. Pero aun no llegaba a esa parte de la historia.
-Pero eso no es todo- dije en un hilo de voz.
Zayn me miró con temor y tristeza.
-¿Qué no me has dicho?
Lo siguiente que diría era lo que más me atormentaba. La razón por la que tuvimos que huir aquella noche. La razón por la que hice tantas cosas malas, tantas promesas que ahora me veo obligada a cumplir.
-Emma estaba embarazada.
**********
PREPÁRENSE PORQUE ESE NO ES EL UNICO SECRETO.
LOS AMOADORO -MIRANDA.