OASIS

By SukiiHerondale

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Una sociedad distópica, donde la gente es separada. Tener o no una marca puede decidir tu destino. Tener la... More

OASIS
Ally
Romeo y Julieta
Nathan & Shelly
Deja de llamarme así
Mamá y su historia
Una noche muy larga
Secretos
Diferencias
Eres de los nuestros
Cumpleaños
Regalo de cumpleaños
Una noche en la playa
Chica misteriosa
Seguridad
Otra noche con Evan
Cena
Alison Cooper
El plan perfecto
Informes
Testigos
Muertes
Experiencia traumática.
Chico nuevo
Problemas
Sorpresas
Confesiones y una invitación
Baile
El otro lado
Enfrentamiento
Cena con Evan
Imposible
Samantha
Conversaciones
Verdades
Inevitable
Marinelli
A la mínima
Noticia
Conversación telefónica
Precipitaciones
Final de Romeo y Julieta
Y si...
No te prometo las estrellas.
Buenas noticias.
En peligro
Revelaciones
Promesa
Funeral
Venganza impartida
Un principio
Epílogo.
Evan
Orígenes.
Avicii

Te quiero, mamá

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By SukiiHerondale

Una vez cuando tenía diez años me caí encima de un montón de cactus, se me clavaron pinchos por todos lados.

Samantha me los quitaba uno a uno, lentamente, mientras sonreía y me contaba que el inútil de su hijo siempre se hacía daño subiendo a los arboles más altos. Recuerdo que yo lloraba, me hacía mucho daño, gritaba y le decía que los sacara todos a la vez, ella me dedicó su tierna sonrisa y me dijo que no podía, que tenía que sacarlos uno a uno. En eso momento pensaba que nunca experimentaría un dolor tan atroz como ese.

Pero cuando el nombre de Evan sale de los labios de Gabrielle, es como si todos los pinchos que Samantha me quitó ese día, se me volvieran a clavar en el corazón, mientras que alguien me los quita lentamente uno a uno.

—¿Evan ha muerto? —Pregunto sorprendentemente manteniendo mi voz firme, aunque por dentro estoy rota y no sé cuanto tiempo podré seguir manteniéndome en pie.

Gabrielle me mira con tristeza.

La aparto y me acerco donde está todo el mundo, doy codazos abriendome paso.

Cuando llego, veo a Evan sobre un colchón, está pálido, muy pálido y se encuentra sin camiseta y lleno de sangre.

Grace está a su lado con un trapo sobre lo que parece la herida, en el abdomen.

Seth y Alex están sentados uno a cada lado del colchón, los dos con la mirada perdida. Al lado de Evan hay una chica que le coge la mano y no había visto antes, es rubia y tiene el pelo recogido en un moño mal hecho, tiene mechones de pelo manchados de sangre. Como si se lo hubiera recogido con las manos manchadas de sangre. Lágrimas le ruedan por sus ojos y caen sobre la mano que le tiene cogida.

Vuelvo la vista hacia Evan y entonces lo veo, un movimiento, una respiración pequeña.

Sigue vivo.

Aparto a todo el mundo y echo a correr hacia fuera.

Oigo como Charlotte grita: —Huye cobarde, esto es lo que hace tu gente.— No le hago caso y sigo corriendo tan rápido como no lo había hecho nunca

Al principio pienso que está lloviendo hasta que me doy cuenta de que son mis lágrimas que bajan por mis mejillas y eso me sorpende, no soy de llorar.

Corro tanto como nunca había recordado hacer y en cuestión de minutos ya estoy corriendo por dentro de la fabrica y hasta que no paso por la reja no me doy cuenta que no he cerrado la plataforma metálica. Ahora es demasiado tarde para volver, tampoco me importa. Ahora mismo me da todo igual.

Salto el muro sin vigilar si hay soldados, cosa muy imprudente teniendo en cuenta la seguridad que hay últimamente.

Pero no me importa nada.

Hay un solo pensamiento en mi mente, solo uno: Evan va a morir si no hago algo.

Cuando entro a casa no hay nadie como ya suponía, busco por todos lados hasta que encuentro la llave de mi madre de su enfermería particular.

La abro, entro y enciendo la luz.

Cojo una bolsa de deporte y empiezo a meter de todo.

Un par de pinzas, vendas, muchas vendas, guantes de látex, un tubo que no se de que sirve, un paquete de agujas para heridas, tiritas, hilo, cuatro compresas de hielo, una mascarilla de aire, dos botes de alcohol y tres de agua oxigenada, una botella de yodo, un bote de espray antibacteriana, jeringas.

Abro un cajón y veo pequeños botecitos de un liquido, leo la etiqueta.

Anestesia.

Meto un par en la bolsa de deporte. Veo una nevera portátil la abro y hay un montón de bolsas.

Sangre.

Meto un par de ellas en la bolsa.

Sé que debería de coger una de cada tipo de sangre diferente, pero no puedo pensar, es como si una alarma estuviera sonando en mi cabeza.

Cojo cinco frascos de pastillas diferentes y cierro la bolsa de deporte.

Salgo de la enfermería de mi madre, no pierdo el tiempo en cerrar la puerta tal y como estaba, cuando corro por el salón, dirección a la puerta principal me doy cuenta de que no es una alarma en mi cabeza sino que ha saltado la alarma de seguridad de casa.

Se me ha olvidado apagarla, pero me da igual.

Salgo y cierro la puerta con fuerza y corro, con la bolsa de deporte llena hasta querer explotar me cuesta más trabajo correr, pero igualmente hago todo el esfuerzo posible para restrasarme lo menos posible.

Salto el muro y paso tan bruscamente por la ventana que me corto el antebrazo, la sangre empieza a bajarme por el brazo, pero no me importa. No siento dolor en absoluto.

Cuando ya estoy en el bosque no recuerdo nada del camino hacia la fábrica ni recuerdo haber puesto atención por si había algún soldado pero me da igual.

Bajo saltando todos los escalones.

Charlotte se interpone en mi camino diciendo algo pero no le hago caso, paso tan rápido y tan bruscamente por su lado que la acabo tirando en el suelo, no me detengo a escuchar sus protestas.

Solo tengo espacio para un pensamiento: Por favor que no sea demasiado tarde.

Aparto a todo el mundo.

Todos siguen en la misma posición en que los he dejado, solo que ahora algunos me miran sorprendidos incluidos Seth, la chica rubia y desconocida y Grace.

Alex no me dedica ninguna mirada.

Aparto a la chica sin decir palabra.

Le pongo la mano a Evan en el cuello y espero el mínimo índice de vida latiendo en su cuello.

Nada.

Empiezo a ponerme nerviosa. Me llevo la mano a su muñeca.

Nada aún.

Los ojos se me llenan de lágrimas.

Pum.

Abro la boca sorprendida, espero una vez más.

Pum.

No ha sido mi imaginación.

Me limpio las lágrimas que aún no han caído y me levanto.

Abro la bolsa de deporte y tiro todo el material al suelo con cuidado.

Ahora si que tengo la atención de todo el mundo.

—Necesito ayuda. —No miro a nadie más que a Grace, sé que ella estará dispuesta a ayudarme.

Ella asiente aunque sigue sorprendida.

—Estás loca, no puedes salvarle. —Oigo que grita alguien, no contesto, pero Grace sí.

—Ahora no puedo, pero juro que mataré quien acabe de decir eso.— Grita a nadie en particular.

Mi móvil empieza a sonar.

Muy oportuno, pienso con sarcasmo mientras pongo mis manos sobre el trapo que hay encima del abdomen de Evan.

Le digo a Ally que coja mi móvil.

Ella mira la pantalla y me dice que es mamá, yo le indico que descuelgue y que ponga altavoz.

—Noelia, no vayas a casa, ha saltado la alarma algún ladrón...— La interrumpo.

—Mamá, no ha sido ningún ladrón he sido yo. —Contesto con la verdad.

—¿Tú? pero... —La vuelvo a interrumpir.

—Mamá, tienes que ayudarme.— Suplico y supongo que nota la histeria de mi voz porque parece no querer hacer preguntas de momento. —A un amigo le han disparado. —Digo sin pensarlo y sin procesar hasta que tal punto es buena idea pedirle ayuda a mi madre.

—¿Disparado? —Siento su confusión pero también su preocupación.

—Sí, su vecino de seis años jugaba con la pistola de su padre y le ha disparado sin querer.—La mentira fluye de mis labios. —Tienes que ayudarme.— Vuelvo a suplicar.

—Dame la dirección iré para allá. —Dice, al otro lado oigo movimiento y supongo que se está preparando.

—¡No! —Replico de pronto. —Vive demasiado lejos, cuando estés aquí ya será demasiado tarde. Lo haré yo, solo dime que hacer. —Sentencio. Ella empieza a regañarme y a decirme que algo así no puedo hacerlo yo sin ningún tipo de formación profesional pero la interrumpo. —Por favor, mamá. —Suplico con las lágrimas detrás de los ojos. Supongo que ella nota mi histeria y mi desesperación.

—Bien, pero no puedes hacerlo sola, necesitas varias manos. —Me avisa.

—Tengo ayuda.— Miro a mi alrededor sabiendo que al menos algunos me ayudaran a salvarle la vida Evan.

—Primero de todo, mientras te preparas se debe mantener la herida tapada, para evitar una hemorragia, pero sin hacer presión. ¿Dónde ha recibido el disparo? —Pregunta.

—En el abdomen. —Digo mojando otro tapo, más limpio y se lo paso a Evan por encima de la herida para limpiarle el exceso de sangre y después para dejar que Gabrielle lo mantenga allí para evitar la desangro.

—No hagas presión, puedes adentrarle la bala y tocar algún órgano, si es que no ha tocado a ninguno todavía. ¿Cuánto ha pasado desde qué le ha disparado? —Cuestiona ella. Miro a Alex en espera de la respuesta.

—Doce horas. —Contesta éste.

Mi madre se sorprende, pero no dice nada, se lo que piensa: ¿Y  por qué no han venido al hospital?

No la culpo, si fuera ella pensaría lo mismo.

—¿Es bueno o malo? — Cuestiono mientras me desinfecto las manos con alcohol antes de ponerme unos guantes de látex. Grace hace lo mismo, siguiendo cada uno de mis movimientos.

—Ahora mismo es bueno porque si aún no ha muerto es porqué no le ha tocado ningún órgano vital. —Explica mi madre desde el otro lado del teléfono.— Bien, ahora que alguien le tome el pulso. —Seth se acerca y le pone la mano en la muñeca. —Decidme cuanto pasa de un latido a otro. —Seth mentiene su dedo pulgar sobre la muñeca de Evan y se mantiene en silencio mientras estipula el tiempo que pasa.

—Tres segundos.— Contesta finalmente. Oigo un suspiro de alivo por parte de mi madre.

—Vale, avisadme cuando el tiempo de un latido a otro empiece a demorarse.—Avisa.

—¿Será malo? —Pregunta él.

—Muy malo. —Responde mamá. —Ahora alguien tiene que manterle la cabeza fría, seguro que tiene fiebre. —Alex le toca la frente y asiente. —No tenéis que dejar que le suba la fiebre.

—Alex, he traído compresas de hielo.— Le señalo.

Él busca en el suelo hasta encontrarlas y se las pone en la frente a su mejor amigo.

—Ahora, escuchame Noelia, tienes que sacarle la bala.—Me dice. Trago saliva. — Hazme caso en todo, ¿vale? — Si antes estaba asustada ahora estoy aterrada.

—Vale. —Logro responder con la voz entrecortada.

—Es muy sencillo: busca la bala, encuentrala y sacala. —Me dice. Dicho de esa manera parece fácil. —No puedes cometer ningún error. —Avisa.

Asiento aunque no me vea.

—Supongo que con unas pinzas servirá. —Dice hablando consigo misma. —En la enfermería no había un utensilio quirúrgico para mantener abiertas las heridas durante una operación así que tendrás que usar unas pinzas. —Me explica. —Alguien tiene que mantener la herida abierta para ti, mientras buscas. — Miro a Grace y ella asiente.

Le paso un par de pinzas que rocío con alcohol para desinfectarlas.

—Mamá he cogido anestesia. —Digo de repente acordadome de los pequeños botecitos que me he llevado conmigo. —¿Se la inyecto?

—No, no, no.— Se apresura a decir.—Debes tener una buena formación para aplicarla, podrías matarle, además lo que hace la anestesia es ralentizar el corazón y ahora mismo no necesitamos que su corazón vaya más lento. —Dice. Trango saliva cuando oigo la palabra matarle. —Después de tanto tiempo seguro que está inconsciente, no se enterará del dolor. —Me asegura mi madre.

Levanto la mirada hacia Evan, está sumido profundamente en un estado de inconsciencia que no tiene siquiera idea de lo que está sucediendo aquí.

Grace mantiene la herida unos centímetros abierta.

—Nadie puede desconcentrarte, es muy importante que no te molesten, puedes tocar algún órgano vital y matarle —Dice con severidad. Allí está de nuevo esa estúpida palabra: matarle.

—Señora, no creo que necesite más presión de la que ya tiene.— Replica Alex, le entiendo, pero mi madre es así. Aunque eso es algo que ahora mismo agradezco.

—Lo sé, pero lo tiene que tener muy en cuenta.—Dice ella.

Suspiro con el corazón latiendome con rapidez. El silencio es absoluto y abrumador, mientras yo me adentro con unas pinzas en la herida buscando la bala, con sumo cuidado.

En mi cabeza estoy buscando algo grande y de color plateado, pero cuando la veo es algo pequeño, de color bronce y lleno de sangre.

—La veo mamá. —Digo sin levantar la mirada de la herida.

Como si por el mero hecho de perderla de vista un segundo fuera a desvanecerse.

—Con las pinzas cogela con cuidado y extraela lenta y cuidadosamente.— Y eso mismo es lo hago, mis manos están temblando.

Grace me coge la mano con un movimiento firme, le dedico una mirada y ella asiente hacia mí.

—Lo harás bien, confío en ti.— Con esa simple frase siento la suficiente confianza en que Evan se va a recuperar de esta.

Extraigo la bala poco a poco y la dejo en el suelo.

—Ya está.—Le aviso a mi madre mientras suspiro de alivo. Lo he hecho.

—Ahora tienes que cerrar la herida. —Me dice. De golpe me siento estúpida por haber creído que ya había terminado. Pues claro que debo cerrarle la herida.— ¿Has cogido aguja e hilo? —Oigo que cuestiona desde el otro lado de la línea.

—Sí. — Contesto mientras Grace tapa la herida de nuevo intentado parar la hemorragia y yo cojo la pequeña cajita de agujas y el hilo.

Me tiemblan tanto las manos que me cuesta pasar el hilo por el agujero, Gabrielle tiene que quitarmelo para hacerlo ella misma y me lo vuelve a entregar.

Me vuelvo a acercar a Evan.

Respiro hondo y empiezo a cerrarle la herida.

Después de unos cinco minutos eternos, acabo.

Se lo digo a mi madre.

—En casa había unas bolsas de sangre que tenía que llevar al hospital. ¿Has cogido alguna?

—Sí, un par.

—Bien, le tienes que hacer una transfusión de sangre, pero es importante que sea su mismo grupo sanguíneo.

—¿Cuál es el grupo sanguíneo de Evan? —Miro a los chicos pero ninguno contesta.

Alex se encoje de hombros, pálido.

Pasa un minuto de lenta agonía y nadie sabe darme una respuesta.

Entonces se me ocurre algo.

—AO. —Suelto.

—¿Cómo lo sabes? —Pregunta Grace. Vuelvo la mirada hacia ella.

—¿Recuerdas a Samatha? —Ella asiente. —¿Recuerdas esa vez cuando te hiciste daño y ella mientras te curaba comentó que todas la personas tenían la sangre diferente? Ella dijo que la suya es AB y que la de su hijo era AO. — Le explico, ella frunce el ceño. No tengo idea de porque Sammy sabía eso, pero me voy a fiar de su veredicto seis años después.

—Sí, pero ¿qué tiene que ver Samantha con Evan? —Pregunta confundida la pelirroja.

—Samantha era la madre de Evan.—
Ella abre los ojos sorprendida y por poco no se cae su mandíbula al suelo.

—¿En serio? —Asiento.

—Tendremos que probar con esa información. —Aviso.

—Noelia, es importante que sea la misma sangre, sino no coagulará bien, los glóbulos rojos... —Empieza a soltarme un rollo médico al que no quiero prestar atención.

—Mamá.— La interrumpo para que se calle. Tendremos que arriesgarnos. —¿Hay alguna bolsa de sangre AO?— Le pregunto a Alex que se ha puesto a mirarlas.

Levanta una de las bolsas

—Una de ellas es AO.— Me muerdo el labio.  Espero que esté en lo cierto y me acuerde bien del comentario de Samantha. Espero que sea AO de verdad.
—Son solo cinco litros. —Dice mirando la etiqueta.

—No bastará.— Dice mi madre. —Si lleva sangrando tanto tiempo, no bastará. —Entonces se me ocurre algo muy estúpido y mi madre parece leerme la mente porque dice: —Noelia ni se te ocurra, sé que quieres salvar a ese chico, pero no lo hagas. —No la escucho, me levanto buscando las jeringas que he traído, cojo todas las que hay.

—No hay otra salida.—Le digo.

—Noelia no. Solo tienes diecisiete años, debes ser al menos mayor de edad, previamente se tienen que llevar a cabo algunos análisis antes de ser donante de sangre, no puedes darla así coml si nada. Y el procedimiento de sacarla es a goteo, no con una jeringilla. —Me espeta desde el otro lado de la línea. Y lo que dice tiene mucho sentido, pero mi cabeza solamente ha quedado nublada por el pensamiento de que tengo que salvar a Evan.

—¿Mama qué más puedo hacer? —Pregunto retóricamente.

—Cariño, sé que quieres salvarle y puede que seas la única persona que pueda hacerlo, siendo también AO pero no puedes arriesgarte. —Me pide. Noto la suplica en su tono de voz.

¿Tan peligroso es?

—Mama, no pasará nada, luego me paso por el hospital y me haces una transfusión. —Le digo para que se quede tranquila.

—Oh dios mío, pero que cabezota eres.—Se queja.

Eso último me recuerda a Evan, le miro que yace inmóvil en el colchón. Debo salvarle.

Le entrego las jeringuillas a Alex.

Él arquea las cejas y niega con la cabeza.

—O lo haces tú o lo hago yo misma, y no puedo hacerlo sola.— Le amenazo. —No escojas entre Evan y yo. —Le pido. Veo como traga saliva debatiéndose.

¿Qué debe debatir? Es su hermano el que está allí y a mi hasta hace poco me odiaba.

—Chicos, más vale que os deis prisa, su corazón empieza a ir más lento. —Avisa Seth desde el otro lado del colchón.

Devuelvo la mirada hacia Alex y le entrego las jeringuillas.

Le doy el brazo que no está herido y él me inyecta la aguja en el antebrazo, justo sobre la vena que sobresale de mi piel.

Extrae un bote y se lo pasa a Seth y así seguidamente con trece más.

Cuando se acaban lo botecitos me doy la vuelta.

Grace le ha enganchado la bolsa de sangre a Evan, con el tubo que no sabía de que servía y le hacen la transfusión gota a gota.

Y esperan a que se vaya vaciando la bolsa de sangre para ir inyectándo detentro de ella mi sangre.

—Ya está mamá.— La aviso.

—Entonces ahora solo toca esperar a que despierte.— Y aunque no lo diga todos lo entendemos.

Si es que despierta.

Me levanto y le cojo el móvil a mi hermana, no había reparado en que estaba temblando hasta que le veo la mano con la que lo sostiene.

No sé si es por oír la voz de nuestra madre o si es por Evan.

Bajo a su nivel, le beso la sien y le susurro un "Lo has hecho muy bien" ella sonríe y yo la abrazo.

Me levanto y salgo fuera.

Quito el altavoz y pongo el teléfono en la oreja.

—¿Mamá?, ¿sigues allí? —Pregunto sentándome en el suelo.

—Sigo aquí.— Responde ella.

—Gracias, no sé como agradecertelo.— Le digo de corazón.

—No lo tienes que hacer, al fin y al cabo es mi trabajo. —Dice desde el otro lado de la línea intentando quitarle hierro al asunto.

—Mamá le has salvado la vida.—Replico con significado.

—No, cariño, yo no. Tú le has salvado la vida. —Me replica de vuelta.—Ya hablaremos de todo esto cuando vuelvas a casa.

—¿Quieres qué vaya a casa?— Inspiro hondo mirando a mi alrededor, la oscuridad más absoluta me rodea y después de todo el estrés que he sufrido me siento en paz. Solo hay un pequeño rastro de inquietud por si Evan finalmente no logra salirse y no despierta, pero él es fuerte. Confío en su fortaleza, saldrá de esta.

—No, aunque debería decirte que sí, porque necesitas sangre, pero por ahora quedate con ese chico, pasa la noche a su lado y mañana ya hablaremos de todo esto.— Oír a mi madre decir todo eso a pesar de lo que ha pasado las últimas semanas entre nosotras, hace que los ojos se me inunden de lágrimas, pero no derramo ninguna.

Entonces le suelto algo que no le había dicho desde hacía años: —Te quiero, mamá. — Ella inhala bruscamente. Sé que la he sorprendido.

—Te quiero también pequeña.— Contesta y sé que sonríe, lo noto en su voz. — Cariño, si te encuentras mareada, ven al hospital. — Me avisa.

—Vale, mamá y gracias. —Ella no dice nada

—Noelia dame la dirección, me paso a ver como está todo. —Dice de repente. Trago saliva. 

—No, mama, no pasa nada. Van a llamar al médico de la familia.— Miento pero ahora me siento culpable por todo lo que ella ha hecho por mí esta noche.

—Vale. — Termina por ceder y cuelgo.

Me quedo sentada con la espalda contra el árbol por al menos dos horas más.

No quiero volver adentro.

Quiero ver a Evan, pero verle tan indefenso y pálido me duele.

Y pensar que puede que no despierte y no volver a oír unos de sus comentarios sarcásticos...

Además tampoco quiero ver a la chica rubia, seguro que ella tiene algo que ver con lo que le ha sucedido a Evan.

Inhalo hondo y me levanto.

Me acerco al colchón donde se encuentra Evan.

Todo el mundo o la mayoría ha vuelto a sus sitos.

Grace sigue cerca de Evan contolando la sangre, ya no queda casi nada en la bolsa ni en los botes.

Seth, Alex y la chica rubia también siguen cerca de él.

Ella le tiene cogida la mano.

Me siento al otro lado, y mojo un trapo y se lo paso por la frente.

Aunque ha recuperado parte del color en la cara, sigue teniendo fiebre.

Tendría que haber cogido un termómetro.

No le hago caso a la mirada penetrante de la chica que siento sobre mí, en realidad me da igual incuso quien sea.

Me quedo cerca de Evan.

Levanto la mirada y se la dedico a ella, es tan diferente a mí, mientras que ella tiene el pelo de un rubio claro, yo tengo el pelo castaño, mientras que sus ojos son de un azul penetrante los mios son de un marón chocolate, mientras que su mano coge la de Evan con cuidado, yo lo hago con fuerza.

—Gracias.— Me sorprende ella. Su voz es tan melosa y dulce que te hace pensar en la miel. —Le has salvado la vida. —Dice con la voz entrecortadamente. —No sé que haría si él hubiese muerto. —Las lágrimas se deslizan por sus mejillas mientras le da una leve y suave caricia a Evan en la mejilla.

—¿Podrías contarnos al menos qué ha pasado? —Le pregunto con brusquedad sin querer seguir viéndola llorar.

—Evan me ha salvado la vida.— Dice todavía con la voz entrecortada. Las lágrimas no se detienen y ahora parecen que bajen con mucha más rapidez. Y tengo que admitir que aunque esté llorando está preciosa.

—Ashley, tendrás que ser más clara. —Le espeta Seth con brusquedad. Algo se remueve dentro de mí.

Alex tenía razón.

Evan ha vuelto a por ella.

A por Ashley.

—Hará unas semanas, los soldados de Cherwood mataron a mi madre—Sentencia. Entonces recuerdo la conversación de los dos soldados detrás  del muro, antes de que mi padre aumentara la seguridad. —La mataron y se quedaron su cadáver. Quise... —Se calla, todos la miramos expectantes, esperando a que continúe su relato. Respira hondo y continua. —Quise ir a la frontera para que al menos se apiadasen de mí y me devolvieran su cuerpo. —Grace inhala bruscamente, Seth abre la boca sorprendido y yo quedo petrificada pero Alex se enfada.

—¿¡Acaso te has vuelto loca!? —Grita, Ashley se sobresalta y Evan dice algo en sueños, pero no despierta.

—Alex.— Le aviso para que baje la voz.  Él mira a Evan y luego vuelve la vista hacia la chica.

—Pensaba...— Ella no continúa.

—¿Y Evan te dejó ir? —Interroga él ahora más serenado.

—No, él no lo sabía. —Trsga saliva y hace una pausa que se me antoja larguísima antes de seguir:— Cuando llegó a Cherwood, se enteró de lo de mi madre pero desde hacía más de una semana que yo no volvía a la comunidad, había estado vagando por el bosque. Me encontró Ryan, no sé porque pero le conté que iría a intentar recuperar el cuerpo de mi madre, supongo que se lo dijo a Evan.— Se encoje de hombros.

—Estás mal de la cabeza. ¿Acaso no sabes qué cuando matan a alguien ese alguien les pertenece? — Escupe Alex. Seth le dedica una mirada.

Una mirada, que no logro descifrar, pero tiene algún significado.

—El caso es que Evan llegó a tiempo antes de que me ejecutarán a mí también, se encontró con un soldado apuntándome en el pecho. —Cuando dice eso Seth aparta la mirada y Alex palidece. —Evan se interpuso entre la bala y yo, estaba herido, pero me arrastró fuera del alcance de los soldados. Pensaba que me llevaría a Cherwood pero no lo hizo. Me dio instrucciones explícitas de como llegar a Fairwood, en caso de que él... de que él... —No continua, ni falta que hace. En caso de que él muriera.

La chica, Ashley, empieza a llorar otra vez, pero nadie hace nada.

Nadie dice nada.

Todos estamos procesando lo que acaba de contarnos.

El muy idiota de Evan se interpuso entre un soldado y ella y le salvó la vida, arriesgando la suya propia, sin importarle lo más mínimo haber muerto.

Pasan al menos cuatro horas más, donde hemos terminado de hacerle la transfusión y le hemos desenganchado el tubo de la muñeca. Y después de ese tiempo es cuando Evan muestra signos de vida, porque entonces se remueve, abre la boca y dice una sola palabra.

—Ashley.— La chica le coge la mano.

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