Las galletas de los deseos |E...

By MyCherryBomb

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Luego de varios meses de amor y dulzura, Olivia es asaltada por las dudas. Deseosa de saber si Kevin es el ho... More

Nota de autor
Prólogo
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Epílogo

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By MyCherryBomb

19 de enero, 2019

Kevin sube el cierre de mi vestido rosa antes de depositar un beso en mi hombro. Me siento tan nerviosa. Todo el mundo sospecha a qué se debe la fiesta, aunque no confirmamos nada.

—Tranquila, aceituna —susurra contra mi oído—. Va a estar todo bien, se van a poner muy contentos.

—Sí, seguro —contesto, dándome vuelta para darle un beso. Arqueo una ceja al ver que todavía tiene su cintura envuelta con una toalla—. ¿No te cambiaste todavía? —interrogo. Él niega con la cabeza—. ¿Y qué esperás? ¡Andá a ponerte ropa que ya están por llegar!

Él se ríe y sale corriendo a toda la velocidad hacia la habitación. Ruedo los ojos y contengo una sonrisa, es tan infantil este hombre. Termino de poner los cubiertos y contar platos cuando el timbre suena. Aliso mi vestido y respiro hondo antes de abrir. ¿Será Lorenzo, mis amigas, Joaquín? Uf, estoy nerviosa.

No era nadie esperado. Básicamente la rubia está con una sonrisa falsa pintada en su rostro, sostiene un plato con algo que se ve asqueroso y tiene esas prendas diminutas que no dejan nada a la imaginación. Resoplo con irritación y ella amplia más la sonrisa.

—Vengo a traer una ofrenda de paz. Un flan casero hecho por mí —dice con esa maldita voz chillona—. Por gemir tan fuerte estos últimos días.

—¿Quién es, amor? —cuestiona Kevin desde la habitación. No respondo.

—Mirá, traé la ofrenda otro día porque en este momento estamos esperando gente. Es muy inoportuno el momento en que llegaste.

—Es que me siento muy mal por masturbarme pensando en tu marido... —Abro los ojos con sorpresa y siento como mi cara se va poniendo roja debido a la furia—. Ah, cierto que todavía no es tu marido. Sería una lástima que nunca llegue a serlo...

—¡Te vas! —le grito con todo el enojo y la empujo—. ¡Andate de mi casa y no vuelvas más! ¿Quién te creés que sos para venir y decirme estas ridiculeces? ¡Andate!

Agarro el plato con el supuesto flan y se lo encajo en la cara. Ella grita y me tira un poco a mí, pero por suerte no me da. A causa del enojo, la mano se me escapa y le doy una cachetada bastante fuerte y sonora que le da vuelta el rostro y a mí me deja ardiendo la palma.

Cuando ella está por devolvérmela, unas manos atrapan las suyas en el aire y la empuja hacia su casa.

—Andá, María, andá a tu casa —dice Kevin con tono molesto—. Y dejá de molestar a Olivia.

La rubia gruñe algo inentendible y abre la puerta de su departamento antes de desaparecer de nuestra vista. El nudo de mi garganta sale en forma de sollozo debido a la bronca contenida y mis lágrimas empiezan a salir. Él me toma entre sus brazos y me da un beso en la coronilla de la cabeza.

Volvemos a entrar a casa y me seca las lágrimas con sus pulgares.

—¿Qué pasó? —interroga—. ¿Qué te dijo para que reaccionaras así?

—La odio, te juro —replico con voz temblorosa. Él espera a que le responda y suspiro—. Me dijo que... ay, que se toca pensando en vos y me dio a entender que va a intentar separarnos para que te quedes con ella.

Kevin se pone tan colorado que me da la sensación de que se le vino la imagen de la rubia a la cabeza. Se aclara la voz y esboza una sonrisa.

—¿Y te pusiste celosa? —cuestiona. Ruedo los ojos y le doy un pequeño empujón—. Sí, te pusiste celosa y me defendiste. Qué ternura. —Me da un beso en la mejilla y me abraza—. ¡Esa es mi aceituna! ¡La que pelea por mi amor! —Me río—. Te amo.

Nos besamos por un instante hasta que suena nuevamente el timbre. Kevin hace una señal de que va a abrir mientras yo voy al baño a retocarme el maquillaje que se me borró por las lágrimas. Al salir, Lorenzo y su hijo están hablando del plato de flan tirado en el pasillo.

—Qué desperdicio —murmura el viejo y sonríe al verme ni bien levanta la vista—. ¡Olivia! —Entra a máxima velocidad y me da un sonoro beso en la mejilla—. ¿Cómo estás? ¿Ya te mostró Kevin la nueva temporada de calzoncillos? ¡Traje souvenirs para todos los invitados! —exclama levantando una bolsa gigante y luego la deposita en el sillón.

—No creo que sea buena idea, pa... Son algo raros —comenta Kevin mirándome con expresión de pánico—. Mirá lo que son, Oli.

Hago una mueca y revuelvo el interior de la bolsa para sacar el supuesto regalo. Estallo en carcajadas cuando veo que la ropa interior que trajo tiene una foto nuestra impresa en la tela. Es una en la que estoy abrazando a Kevin mientras nos miramos a los ojos.

—Es divertido —digo—. Yo creo que hay que repartirlas.

Él me mira como si estuviese loca y mi suegro esboza una sonrisa de suficiencia.

—¿Qué es lo que van a decir? ¿Voy a ser abuelo? —cuestiona con impaciencia y saca algo más de la bolsa. Me lo entrega y es un pequeño calzoncillo de bebé—. Estaba ansioso —agrega.

Kevin se ríe y lo saca de mis manos mientras lo mira con los ojos brillantes. Por Dios, creo que las ganas de ser padre le salen hasta por los poros.

—¿Y si no es varón? —interroga. Luego piensa en lo que dice y se encoge de hombros—. Quiero decir, deberías hacer una bombacha de bebé y la guardamos en el cajón hasta que sea el momento, ¿no? —dice mirándome. Asiento con la cabeza.

—Tenés razón. Lorenzo, todavía no vas a ser abuelo —replico. El hombre bufa y se encoge de hombros.

—Está bien. No hay problema, solo espero no estar muerto para cuando nazca. —Se ríe entre dientes mientras se sienta en el sillón.

El timbre vuelve a sonar y me dirijo a abrir mientras Kevin se queda charlando con su padre.

Del otro lado del umbral se encuentran Pablo y Julián, los saludo con un cálido abrazo.

—¿Qué pasó acá? ¿Alguien vomitó flan? —cuestiona mi hermano. Me río y niego con la cabeza.

—Me peleé con la vecina. Pasen, chicos.

Ellos entran y, antes de cerrar, me doy cuenta de que Estela y Joaquín vienen a lo lejos. Me quedo en la puerta esperando que lleguen y me saludan con un abrazo y un beso en la mejilla. Ellos también miran el desastre de la entrada, pero no dicen nada.

Solo faltan mis amigas, así que con Kevin decidimos ubicar a los invitados en la mesa para que se vayan preparando para la cena. Mientras ellos están en la cocina, yo me siento sobre el borde del sillón y muerdo mis uñas. Mi prometido vuelve y me mira con preocupación.

—¿Estás bien? —interroga. Asiento con la cabeza y esbozo una sonrisa forzada. Él hace una mueca—. ¿Te preocupa la vecina?

—Sí —respondo y suspiro—. Es muy linda y le gustás, me da miedo de que caigas en su trampa... —Chasquea la lengua y toma mi mano para mostrármela.

—¿Ves esto? —cuestiona señalando el anillo—. Es compromiso, amor. Estoy comprometido con vos, con esta relación, con nosotros. Dejá de desconfiar. —Me mira a los ojos y acaricia mi mejilla con su pulgar—. Te amo como nunca amé en mi vida, sos todo para mí y jamás podría dejarte por una rubia que lo único que tiene para ofrecer es un buen cuerpo. En realidad, no podría dejarte por nadie.

Sonrío ante su declaración y le doy un pequeño beso que él intensifica.

Mis amigas irrumpen en la casa con sus maridos, sus bebés y los cochecitos. Casi me dan infarto.

—Podrían tocar el timbre antes —digo tomando la mano de Kevin y vamos a saludar a los recién llegados.

—¿Interrumpimos un momento romántico? —pregunta Romina sonriendo.

—Algo así. Vamos a comer que son los únicos que faltaban —contesto.

Los seis nos dirigimos a la cocina y se saludan entre todos antes de sentarse. Julián, Pablo y Cinthia ya están bastante enterados de por qué la cena, pero los demás no paran de hacer teorías y todos creen que estoy embarazada.

Kevin y yo servimos el asado al horno que hicimos, acordamos que daríamos la noticia después de la cena, así que estoy bastante nerviosa y casi no puedo comer por la ansiedad.

Todo pasa más rápido de lo que esperaba. Lorenzo no para de hablar de calzones e incluso está preguntándole a mis amigas si ellas usarían bombachas con diseño de almeja. No puedo evitar estallar en carcajadas.

—Miren —dice el viejo rebuscando en su bolsa. Saca un calzón con un dibujo de huevos y salchichas y le da uno a cada hombre—. Se los prueban y después me dicen qué tal. Y para las chicas... —Saca bombachas con forma de almejas y las reparte. Esto es increíble. Kevin no sabe dónde meterse y yo solo me río.

Este hombre es genial. Y pensar que al principio me caía mal.

Después de comer, llevo los platos a la pileta y Kevin se levanta aclarándose la voz cuando vuelvo a acercarme a él. Muero de vergüenza, pero a la vez de ternura con su mirada.

—Como bien sabrán —comienza—, Oli y yo estamos hace casi un año juntos. Ya todos saben que estamos conviviendo. Y decidimos dar un paso más porque... —Suspira y me mira—. Yo decidí proponerle casamiento porque la amo con todo mi corazón y sé que jamás voy a amar a nadie tanto como la amo a ella. —Sonrío.

—Y yo decidí aceptar porque también te amo como jamás imaginé —replico con un nudo en la garganta. Los familiares aplauden mientras nos besamos.

—¡Se nos casa la Oli! —exclama la colorada.

Me río y asiento con la cabeza. Muestro el anillo y enseguida todas las chicas, y Pablo y Julián también, se tiran de cabeza para mirarlo.

Los hombres felicitan a Kevin con palmadas en la espalda y luego intercambiamos besos entre todos.

—¡Pero eso no es todo! —grita mi prometido—. Ya tenemos fecha para casarnos legalmente y va a ser el quince de marzo. Así que ese día se lo reservan. Sobre todo Joaquín y Romina, ya que si aceptan, queremos que sean ustedes los testigos.

—¿No era quince de junio? —pregunto con tono confundido. Sonríe y me guiña un ojo.

—Conseguí una fecha más cercana.

Los nombrados abren los ojos de par en par y los otros aplauden nuevamente. Todavía estoy sorprendida, no me esperaba esto para nada. ¡Faltan dos meses! Oh, Dios, no falta nada, voy a morir.

—Creemos que deben ser ustedes porque fueron los malditos responsables de nuestra unión —comenta Kevin al ver que yo no puedo hablar. Ellos se ríen y asienten con la cabeza. Romina no da más de la emoción, hasta lágrimas le caen y es raro verla así. Me acerco a ella y me abraza con fuerza.

—Gracias —murmura. Joaquín tiene una sonrisa tan amplia que me hace recordar a la primera vez que nos vimos, así que cuando paso por su lado también le doy un abrazo.

—La mejor cuñada del mundo —dice señalándome. Me río.

—Y bueno, esa es la noticia que queríamos darle —agrega mi prometido.

—¿Entonces no hay bebé? —pregunta Joaquín. Lo miro y niego con la cabeza.

—No, no hay bebé todavía —responde Kevin con una expresión triste que intenta ocultar—. Y ahora vamos a comer el postre hecho por mi bellísima futura esposa.

Vuelve a besarme y me siento en el cielo. Este hombre es lo que más amo en el mundo. Y ahora estoy tan nerviosa, ¡dos meses!

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