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Observo a Kevin en silencio mientras se pone el bañador. Él me mira de reojo y no dice nada hasta que termina de incomodarse.

—¿Qué? —pregunta cortante. Ruedo los ojos y me encojo de hombros.

—Nada, ¿no te puedo mirar? —Vuelvo mi vista al teléfono en mis manos y suspira.

—¿Por qué no venís conmigo? —interroga—. Nos vamos a divertir. Hace mucho que no hacemos algo divertido, dale.

Se sienta a mi lado y me envuelve entre sus brazos. Asiento con la cabeza.

—Está bien. Solo porque me lo pedís así, bien tierno —replico dándole un beso.

Me levanto y busco la bikini que tengo enterrada en el fondo del armario. Me la pongo y Kevin me mira con expresión sorprendida.

—Me queda horrible, ¿no? —Bufo—. Debo tener la malla enteriza por algún lado...

Me agacho para mirar abajo de la cama y mi acompañante me da una nalgada que me hace respingar y hace que me levante.

—Uno, no te queda horrible, más bien todo lo contrario. Y dos, deberíamos hacerlo en la posición de perrito más seguido porque tu culo es...

Mi risa lo interrumpe y niego con la cabeza.

—No sigas, por favor —digo—. ¿Entonces estoy bien así? —cuestiono. Hace un gesto afirmativo y me pongo un vestido.

—¿Por qué de repente querés verte bien? —pregunta—. Hace un mes te daba igual el qué dirán. ¿Me estás engañando?

Suelto una carcajada fingida y decido no responder la verdadera razón por la que quiero verme bien: competir contra mi vecina.

—Ya te dije que quiero llegar bien al casamiento.

—¡Pero estás bien! —Me toma de la cintura y me besa con dulzura.

—¿Te sigo pareciendo linda como el primer día que me viste? —interrogo. Maldita inseguridad.

—No solo me parecés linda, me parecés hermosa. Sos la estrella que ilumina mi camino con su belleza, aceituna. Te amo más que a mi vida y dejá de sentirte con baja autoestima, en serio. —Pone un mechón de pelo detrás de mi oreja y acaricia mi mejilla—. Sé que te sentís así por culpa de la vecina.

—¿Tan transparente soy? —cuestiono. Se ríe y asiente con la cabeza.

—Lo sos.

—Hoy coqueteaste con ella, dijiste que soy aburrida.

—No dije eso. —Frunce el ceño—. Jamás me aburro con vos.

Ruedo los ojos y lo apuro para que termine de cambiarse y poder ir a la fiesta.

Subimos a la terraza con el ascensor, ya que son como quince pisos. Kevin no para de decirme que lo mire a los ojos y me consuela durante todo el camino, ya que entre la claustrofobia y el terror de que el ascensor se caiga crece con cada segundo que paso ahí encerrada. Me besa apasionadamente mientras pasamos por los últimos pisos.

En el lugar de la fiesta están todos nuestros vecinos, incluso los que casi nunca vemos. La rubia ya está acá y se tira de cabeza para saludar a Kevin. Él toma mi mano para avisar que no viene solo y ella hace una mueca de disgusto, pero termina saludándome.

—Voy a buscar cerveza —comunica mi pareja. Yo decido seguirlo, no quiero estar muy lejos de él porque me siento incómoda—. Se ve bastante bien —me dice mirando alrededor y dándome una lata de la bebida. Asiento con la cabeza.

Las galletas de los deseos |EcdC#2|Where stories live. Discover now