47

3.2K 384 83
                                    

6 de marzo, 2019

Me siento sumamente rara cuando llego a la pastelería el miércoles. Siento que me estoy olvidando de algo, pero no tengo ni idea de qué. Estoy con los pensamientos en otro mundo entre lo de mi hermana y el casamiento, si no me olvido la cabeza es porque la tengo puesta.

Tuve que venir sola a abrir porque Kevin tenía que acompañar a su padre a una reunión importante, y como hace de cuenta que es su asesor, no le quedó otra opción que ir.

Saludo a Laura en la puerta, me sorprende que haya llegado temprano, pero la felicito y logro hacerla reír. Entre las dos acomodamos todo como en los viejos tiempos, cuando solo éramos nosotras dos solas. A veces extraño el poder hablar con ella con libertad, ya que sé que no le gusta nada hablar de su vida privada adelante de Kevin y yo estoy segura de que no podría darle tan buenos consejos si él estuviese cerca.

—Qué bueno que ayer fue feriado y decidieron no abrir, necesitaba dormir toda la tarde —comenta encendiendo algunas luces. Se nota que descansó porque está de buen humor y sonríe como tonta, aunque quizás sea otra cosa.

—¿Volviste con él? —interrogo comiendo un pedacito de chocolate. No desayuné y muero de hambre. Su sonrisa se amplía y hace un gesto afirmativo.

—El lunes a la noche me invitó al carnaval, fuimos y bueno... Hablamos y está todo bien —cuenta—. Tu hermano también está contento, dice que ya era hora de que nos arregláramos.

—Y sí, querida, si hace un montón están así. —Me agacho para acomodar unas tartas en el mostrador y me levanto de inmediato a causa de un mareo horrible, solo espero que ella no se dé cuenta—. ¿Me hacés un café, Lau? No desayuné y creo que me estoy sintiendo mal por eso.

—Bueno... —Enarca una ceja mientras me observa, reprime una sonrisa y comienza a preparar lo que le pedí—, pero no sé si podés tomar café en tu estado.

—¿En mi estado? —pregunto confundida—. Lau, yo...

Me interrumpo en el momento en que miro el calendario colgado. Hoy es seis de marzo, mierda, tengo dos días de atraso. ¡Dos días! Yo soy súper regular, es raro que no me venga exacto. Trago saliva y mi compañera me entrega la bebida.

—No es café, es chocolatada —dice aguantando la risa al notar mi expresión aturdida—. ¿Todavía no te vino?

Me cuesta darle la razón, pero le digo la verdad. Ella festeja con un baile raro que me hace reír y me felicita. ¡Pero si todavía no sé si estoy embarazada! Dios, esta chica es terrible. Puede ser que al no ponerme más la inyección mi ciclo se ponga irregular, pueden ser los nervios del casamiento, pueden ser tantas cosas que un embarazo no es lo más probable.

De hecho, es poca la probabilidad. ¿Por qué? Simplemente porque empezamos a hacerlo de nuevo el catorce de febrero, es imposible notar cambios en dos semanas, y mucho más imposible si para esas fechas mi ovulación era mínima porque todavía tenía los efectos del anticonceptivo. Estoy segura de que es el estrés, no puede ser otra cosa.

—¿Oli? —me llama Laura al ver que quedé en estado de shock—. ¿Estás bien?

—Sí, sí. —Esbozo una sonrisa tímida—. No le digas nada a Kevin, quiero estar segura de que es eso antes de ilusionarlo, ¿sí?

—Claro. —Me abraza y le devuelvo el gesto. Hasta siento que ella es mi hermana menor. Ojalá hubiera sido ella y no Juliana.

Me siento en una de las mesas cercanas para tomar la chocolatada y lo acompaño con un par de galletitas. Ojalá mi mamá estuviera conmigo para comentarle sobre esto. ¿Acaso es posible que me duela el bajo vientre como si me fuese a venir si estoy embarazada? ¿Puedo comenzar a tener más ganas de un alimento que de otro, como pasó con los duraznos, cuando estoy de tan poco tiempo? ¿Y los vómitos? ¡Mamá, te necesito! Esto no es fácil si no tengo a quién me ayude.

Las galletas de los deseos |EcdC#2|Where stories live. Discover now