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Lorenzo nos recibe tan cálidamente como siempre. Guadalupe abraza a su hijo y me da un beso en la mejilla a modo de saludo. Es una mujer que se ve bastante buena, pero de todos modos me da un poco de miedo.

Mi suegro y Kevin se van al patio para empezar a acomodar las cosas, mientras yo sigo a mi suegra hasta la cocina. En la mesada ya están preparados los ingredientes para la torta y me doy cuenta de que va a preparar una torta golosinera, ya que la mesa está llena de cositas dulces que me dan ganas de comer desde ahora.

Esboza una sonrisa cálida y no puedo evitar devolvérsela.

—Bueno, te invité porque Kevin quería que la torta la hicieras vos, así que ahora no va a tener motivo para enojarse porque la hicimos juntas —comenta empezando a colocar los huevos el bol de la batidora eléctrica.

La ayudo pesando los ingredientes y cocinamos entre risas, contando anécdotas graciosas sobre mi pastelería y su restaurante. Es bueno tener una suegra cocinera, al menos tenemos algo en común. Bueno, dos cosas en común: La pasión por la cocina y el amor hacia Kevin.

Mientras limpiamos el desastre de la mesada y esperamos a que el bizcochuelo termine de hornearse, ella prepara café y nos sentamos para descansar.

—¿Te dijo Kevin por qué nunca aparecí? —me pregunta con tono interesado y avergonzado a la vez. Niego con la cabeza.

—No, no quiere o no puede.

—¿Querés saberlo?

Me quedo en silencio y suspiro. La verdad es que sí, me gustaría, pero a la vez siento que me entrometo en su vida y no tengo el derecho.

—Como desee —replico finalmente. Es una buena respuesta, me hace liberarme de culpas en caso de que no quiera contármelo y yo la esté obligando si le digo que sí.

—Tengo que hacerlo —comenta, jugando con una miga de budín—. Más que nada porque Kevin me habló sobre la relación que tenés con tu padre y lo de tu mamá y creo que es necesario para que no creas que soy una mujer abandonadora. —Kevin es chusma como su padre, estoy algo ofendida.

—No creo que sea necesario, usted debe tener sus motivos y yo no necesito saberlo. Sí, mi papá es un abandonador, pero...

—Oli, primero, no me trates de usted que me siento vieja. Segundo, creo que es algo que necesitas saber de todos modos —me interrumpe con seriedad. Suspiro.

—Está bien.

—Bueno... —Pasa un dedo por el borde de su taza en un intento de encontrar las palabras—. Cuando decidí alquilar mi vientre fue más que nada por necesidad. En ese momento estaba muy mal de dinero, me pagaban muy mal en mi trabajo y era una tortura, entonces se me ocurrió esta idea. El primero que apareció fue el padre de Joaquín, me convenció junto a su esposa porque no podían tener hijos y querían uno de cualquier manera. Me pagaron una gran cantidad de dinero y en dólares, incluso todos los gastos que el embarazo requería. Me salvaron.

»Es casi imposible que una mujer embarazada no se implique con el bebé a pesar de que sabe que no va a ser la madre. Una siente las patadas, mira las ecografías, sueña con esa carita. Cuando nació Joaquín fue... triste y feliz. Sus padres se lo llevaron del hospital y yo me fui con los brazos vacíos, sintiéndome sola. Les pedí que por favor me mandaron fotos de mi bebé cada año para saber cómo iba creciendo, pero cuando su mamá falleció ya no tuve más contacto, excepto por Lorenzo. Él seguía mandándome fotos de Kevin y Joaquín, incluso le sacaba fotos mientras dormían porque sabía que no iban a dejar que los fotografiaran. Y sí, él sabía que mis ojitos verdes era mi hijo.

Se ríe y no puedo evitar sonreír con tristeza.

—Debe ser difícil ver a tu hijo solo por foto —comento. Ella asiente y suspira—. ¿Y Kevin también tenía madre?

Las galletas de los deseos |EcdC#2|Where stories live. Discover now