42

3.1K 375 77
                                    

23 de febrero, 2019

—¿Entonces qué te dijo? —cuestiona Cinthia, mirándome a través de la ropa colgada en las perchas.

Al fin dejó de llover y estoy con las chicas en negocios de ropa, sobre todo de vestidos de novia, pero todavía no encuentro ninguno que me llame la atención. Todos son muy ostentosos y son más para casarse por iglesia que por civil. Romina, que está a mi lado, me mira esperando la respuesta.

—En ese momento nada, porque justo llegaron Lautaro y María —contesto, suspirando frustrada por no encontrar nada bueno.

Salimos de ese local y continuamos caminando por la peatonal, yo en el medio y entrelazando mis brazos con los de ellas, como hicimos toda la vida.

—¿Están oficialmente juntos esos dos? —interroga la colorada.

—Supuestamente están intentándolo, por lo poco que vi se llevan bien —replico—. Pobre Lautaro, es buen chico, espero que ella no esté usándolo.

—No importa si lo usa, mientras no moleste más a tu hombre —comenta Cinthia, tirando de nosotras hacia una galería donde venden vestidos.

Hace un poco más de una hora que estamos recorriendo los negocios y todavía no encuentro nada. Según ellas, es bastante difícil encontrar el vestido de novia en el mismo día y que lleva bastante tiempo elegir, pero yo soy impaciente y quiero tenerlo guardado desde ya, para quedarme tranquila.

Recorremos las perchas con normalidad, evitando a las personas que atienden para que no nos pregunten nada, pero finalmente una señora bajita, vestida elegantemente, de pelo corto y gris se acerca a nosotras con una sonrisa humilde.

—Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarlas?

—Buscamos un vestido de novia —contesta Romina, y me señala—. Es para ella.

La mujer me mira de arriba abajo para inspeccionarme y sonríe.

—¿Tenés pensado algo? —me pregunta interesada.

—Estoy buscando un vestido que se pueda usar en un casamiento civil, que sea corto, delicado y que siga teniendo el aire a novia, pero sin exagerar —replico. Observo su rostro pensativo y creo que estoy pidiendo mucho. Ella hace un gesto para que la sigamos hacia otra zona.

Subimos unas escaleras de madera y observamos el paraíso de vestidos de novia. Hay un sector exclusivamente para vestidos cortos y de civil. ¡Este es el lugar que quería! Intercambio una mirada de entusiasmo con mis amigas y la señora nos deja para que revisemos las prendas, con el comentario de que estará cerca por si necesitamos ayuda.

Las tres comenzamos a mirar los vestidos sin parar hasta que elegimos uno en particular. Uno con escote en v, forrado con encaje y satén, mangas tres cuartos y ceñido al cuerpo hasta la cintura, pero la falda tiene volumen. Es elegante, sensual, delicado y sencillo a la vez.

La vendedora me dirige al probador y, con el cuerpo temblando de expectación, me pruebo el vestido. Cuando salgo, mis acompañantes abren la boca con sorpresa y asienten con pequeños aplausos. Cinthia corre hacia mí para subir el cierre en mi espalda y eso termina de emocionarlas.

—¡Es perfecto! —chilla Romina.

Voy hacia el espejo y me miro. Tal cual, pareciera que está hecho especialmente para mí. El que esté ajustado me ayuda a que mis curvas se luzcan, llega hasta un poco más arriba de mis rodillas y es súper cómodo.

—Me lo llevo —confirmo intentando mantener mi emoción, algo que se me hace imposible porque a mis amigas se les da por ponerse a llorar de una manera impresionante—. ¡Basta, me hacen llorar a mí! —grito con voz temblorosa.

Las galletas de los deseos |EcdC#2|Where stories live. Discover now