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8 de enero, 2019

Bufo cuando lo veo entrar a la pastelería. ¿En serio no se va a dar por vencido? Menos mal que Kevin no está conmigo hoy o lo estaría echando a patadas en cuanto pasara el umbral.

Julián vino a visitarme con Pablo, así que hago de cuenta que no lo vi y continúo hablando con ellos. Laura se acerca a nuestra mesa y me dice en el oído quién llegó, pero le digo que lo atienda ella. Se queja, pero le doy un empujón para que vaya de una vez.

—¿Qué es lo que quiere ese tipo? —cuestiona Pablo poniéndole azúcar a su café.

—Supuestamente quiere hablar conmigo y... —respondo.

—Y quiere una segunda oportunidad, obviamente —me interrumpe mi hermano chasqueando la lengua. Me mira a los ojos—. Ya te lo dije esto, pero ni se te ocurra dársela.

—¡No voy a hacerlo! Me comprometí con Kevin —suelto. Me muerdo la lengua al instante. Maldita sea, se supone que era secreto. Los dos chicos abren sus ojos de par en par, se miran entre ellos, me miran a mí y aplauden rápido mientras saltan en el asiento. Contengo una carcajada y les hago un gesto para que se calmen—. ¡No digan nada! Era un secreto. Además, no es tan compromiso porque no hubo propuesta con anillos ni nada de eso, pero...

Los ojos de ambos se dirigen a mi pulsera y la señalan. Asiento con la cabeza.

—¡Me regaló esto! —chillo en un murmullo—. La de él tiene una flecha y, cuando los dos dijes se unen, se encastran a la perfección como uno solo.

—¡Como el cupcake de Cupido! —grita Pablo. Noto algunos clientes que se giran a mirarlo y rueda los ojos.

Lo malo es que llamó la atención de Benjamín y ahora él se dirige para acá. Que la tierra me trague, por favor.

La mano de mi ex se posa en mi hombro y me mira con una sonrisa antes de darme un beso en la mejilla a modo de saludo. Estrecha las manos de mis acompañantes, aunque ambos se la dan de mala gana, y vuelve a posar sus ojos oscuros en mí. Todavía me parece increíble lo lindo que se puso con los años.

—¿Podemos hablar? Por favor —pide. Su tono de voz es realmente sincero, así que termino aceptando.

Nos vamos a sentar en la mesa que él eligió, mi favorita del rincón. Su pedido está sobre la mesa y veo que pidió las galletitas de los deseos con el café que tanto le gusta a él y, para mi sorpresa, recordó que me gusta el capuchino caramelo, ya que me lo señala y sonríe.

—Me tomé el atrevimiento de pedir algo para vos —comenta—. Espero que ese siga siendo tu favorito.

—Sí, gracias —replico, dándole un sorbo—. Además, Laura hace los mejores capuchinos caramelo de la historia —digo en un tono más alto para que ella me escuche. Le tiro un beso cuando me sonríe con agradecimiento.

—Se ve que son muy amigas —dice Benjamín, sin dejar de mirarme. Me da hasta la sensación de que no parpadea con tal de no perderse ni un movimiento. Asiento con la cabeza.

—La verdad que es una gran compañera de trabajo y una excelente empleada. No somos muy amigas, porque no nos contamos secretos y esas cosas, pero nos conocemos lo suficiente como para darnos cuenta de lo que nos pasa y siempre vamos a estar la una para la otra —replico con una sonrisa nostálgica. Suspiro y vuelvo a cruzar mi mirada con él—. ¿Vos de qué querés hablar?

—Bueno... —Traga saliva y comienza a jugar con unas migas de galletita—. Me gustaría que hablemos de nosotros. Sé que te dejé por mensaje y fui un completo inútil al hacer eso. Debería haber dado la cara, pero si te lo decía en persona... —Se encoge de hombros—. No iba a poder. Te seguía amando, Olivia, y estaba seguro de que si te veía a los ojos no iba a poder dejarte.

Las galletas de los deseos |EcdC#2|Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu