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Me estiro en la cama solo para comprobar que Kevin no está. Oh, no, otra vez me deja sola el catorce de febrero. Me siento en la cama y me pongo rápidamente la camiseta que dejó colgada en la cabecera.

Esto me trae recuerdos horribles de cuando me dejó sola en el hotel. ¿Qué le pasa en esta fecha?

Me siento estúpida. Anoche no nos movimos de la cama más que para ir al baño, no pudimos despegar nuestros cuerpos ni por un instante. Estuvimos sacando todo lo que se nos acumuló en estas dos semanas y fue espectacular. Solo que ahora estoy abandonada de nuevo.

Me olvido de todos mis pensamientos en cuanto entra a la habitación con el desayuno y una sonrisa en la cara. Suspiro de alivio y no puedo evitar devolverle la sonrisa. Se sienta a mi lado, deposita la bandeja en el medio de la cama y me da un beso tierno en los labios.

—Feliz día, hermosa prometida mía —dice con expresión amorosa—. Último catorce de febrero siendo novios, los próximos ya vamos a estar casados.

Mi estómago cosquillea ante dicha observación y asiento con lentitud.

—Feliz día, mi amor. —Me estiro para darle un beso que él me devuelve con dulzura.

—Traje café con leche, medialunas, tostadas, unos muffins y un par de rosas y chocolates... —Frunce el ceño—. Me olvidé de ponerlas en la bandeja, que tonto. Bueno, no importa, después te las doy.

Me río y empiezo a comer, tengo un hambre impresionante.

—Aceituna... —dice con la boca llena de medialuna. Lo miro mientras espero que termine de tragar—. Falta un mes para el casamiento, podríamos empezar a hacer las invitaciones y buscar el lugar de la fiesta.

—Bien... Las invitaciones las puede hacer Pablo, ya que él trabajó de eso y, de hecho, fue el que me hizo todos los folletos y carteles del cupcake de Cupido el año pasado y le salieron hermosos —replico.

—Pero no es lo mismo un folleto que una invitación, amor —advierte. Hago un sonido afirmativo.

—Lo sé, galán, pero él sabe hacer eso igual. Y el lugar... Puede ser en la casa de tu papá, ¿o no? De mi parte no tengo muchos invitados, son todos de tu familia y tus amigos, así que... —Le doy un sorbo a mi bebida.

—Sí, va a ser una fiesta íntima, tampoco vamos a tirar la casa por la ventana.

—Exacto. —Lo señalo con el índice mientras sigo comiendo—. Ya podemos empezar a hacer la lista de invitados así vemos cuántas invitaciones mandamos a hacer y enseguida llamo a Pablo para que me diga si puede o no.

—Perfecto. —Sonríe y me da un beso—. Siempre me da miedo hacer este tipo de eventos, la verdad... Pero hagamos de cuenta que es como un cumpleaños.

Suelto una carcajada y me encojo de hombros.

—Yo odio las fiestas, mi amor, pero creo que esta voy a disfrutarla. Tengo que celebrar que seré la señora Romero. —Lo miro de reojo y veo que esboza una sonrisa aún más amplia que me dan ganas de comérmelo a besos.

—Y yo tengo que celebrar que me caso con la mujer de mis sueños. —Me besa con delicadeza y suspiro de ternura. Es tan dulce.

El momento se interrumpe porque a la vecina se le ocurre poner Maluma a todo lo que da. Cruzo una mirada irritada con mi novio y chasquea la lengua.

—Vamos a desayunar a la cocina —dice. Asiento con la cabeza.

Él agarra la bandeja y se va mientras yo termino de levantarme. Voy al baño, hago mis necesidades y, cuando me miro al espejo, largo un grito.

Las galletas de los deseos |EcdC#2|Where stories live. Discover now