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21 de enero, 2019

—No puedo creer que estés haciéndome esto —digo con voz temblorosa.

—No tenemos opción. Es esto o... —responde Kevin.

—¡Pero me estás lastimando! —exclamo. Rueda los ojos y se muerde los labios con irritación—. ¡Dame un día más para demostrar que puedo hacerlo! Por favor, no me hagas esto...

—¡Olivia! Solamente tenés que hacer un abdominal más. ¡Solo uno! —Gruño y a duras penas puedo hacerlo. Se ríe y niega con la cabeza—. ¿Ves que no fue tan difícil, amor?

—Siento mi estómago desgarrándose —comento incorporándome lentamente.

—Qué exagerada. Vos misma dijiste: "quiero que el lunes empieces a ser mi entrenador porque quiero ponerme en forma para el casamiento" —me cita. Bufo y me encojo de hombros mientras tomo agua—. Para mí estás en forma, no te hace falta esto. Tenés unas piernas espectaculares por andar en bici y subir y bajar escaleras todos los días.

—¡Pero no tengo un cuerpo de infarto! Apenas se me marca la silueta, ¡estoy gorda por comer cosas dulces todo el día!

—¡Para mí estás perfecta! —grita frunciendo el ceño—. ¿Para qué querés tener un cuerpo de infarto? —Se acerca a mí con expresión feroz y me encierra contra la mesada.

—Porque estoy gorda —murmuro. Él se ríe y toma mi mano. Acerca sus labios a mi oído.

—Gorda me ponés esta —susurra poniendo mi extremidad en su creciente erección. Trago saliva y siento mi cara completamente roja. Jamás me había dicho algo así y me tomó bastante por sorpresa—. Como tu entrenador, te comento que te toca hacer sentadillas. Vamos.

—Vamos a llegar tarde a la pastelería y... —comienzo a decir, pero me interrumpe con un beso.

—Nadie nos está esperando, Laura empezó sus vacaciones hoy, así que nadie nos apura. —Vuelve a besarme con más intensidad y no puedo evitar empezar a desnudarlo.

Me sube a su cuerpo como un koala y me da una nalgada mientras me lleva a la habitación.

Pero este hombre se volvió completamente loco. ¿Cómo puede ser tan caliente?

Dos horas más tarde caemos completamente rendidos en nuestros respectivos lugares de la cama, ambos mirando el techo, con la respiración agitada y algo sudados.

—Eso estuvo interesante —dice Kevin—, creo que debería entrenarte más seguido.

—Si sabía que te ibas a poner así por el simple hecho de verme hacer ejercicio, lo hubiese hecho bastante antes —replico. Él se ríe y pasa una mano por su rostro antes de girar y mirarme.

—Te amo, mi aceituna caliente.

—Yo también te amo, mi galán entrenador caliente.

—Cada vez tengo más apodos.

—Y falta que te diga idiota —murmuro. Suelta una carcajada y se sienta en la cama con un bufido.

—Ahora tenemos que ir a trabajar, ¡qué emoción! —dice con sarcasmo. Me río.

—Sos bastante vago, eh. Pensé que te gustaba ser pastelero —comento agarrando ropa limpia para darme una ducha. Él se levanta rápidamente y me sigue. Lo miro con una sonrisa divertida.

—Hay que ahorrar agua y tiempo —expresa con indiferencia. Me muerdo los labios, incrédula y entro al baño.

Cuando llegamos a la pastelería, no puedo creer que esté Benjamín en la puerta con un ramo de flores. Esto es increíble.

Las galletas de los deseos |EcdC#2|Where stories live. Discover now