27

2.9K 377 59
                                    

4 de febrero, 2019

Un año juntos. Eso es mucho y poco a la vez. Al principio apostaba que íbamos a durar menos de seis meses y mírennos ahora, a punto de casarnos. O bueno, eso pensé.

Anoche, cuando dije que teníamos que hablar, decidió que ambos necesitábamos descansar y se fue a dormir con la excusa de que al día siguiente hablaríamos. Me dejó un lugar en su cama, está enojado conmigo, pero sigue siendo bueno. No puedo evitar amarlo.

Espero que se termine de bañar mientras yo miro su antigua habitación. Las paredes pintadas de rojo, la cama de dos plazas bastante cómoda y el ambiente tan fresco y tranquilo que es ideal para dormir. Lástima que anoche no pude pegar un ojo, lo tenía tan cerca y tan lejos a la vez. Los armarios de madera viejos le dan un toque agradable, pero las estanterías vacías provocan tristeza.

Kevin sale de la ducha, absolutamente desnudo, y no puedo evitar sonrojarme. Por Dios, es lo más sexy del planeta, pero no puedo hacer nada porque estoy menstruando, ni siquiera puedo ofrecerle sexo de reconciliación. Maldita vida.

—¿Primero tuvimos sexo y después la cita o al revés? —cuestiona buscando un calzoncillo en su cajón. Lo que menos falta en esta casa son calzones.

—Primero la cita —replico sonriendo con nostalgia—. Aunque estuvimos a punto de hacerlo un par de veces antes, pero siempre se arruinaba o nos interrumpía algo.

—Cierto. Nuestra primera vez fue cuando te llevé al restaurante ciego —comenta con expresión pensativa. Hago un sonido afirmativo mientras me estiro en la cama.

Tomo la mano de Kevin y la aprieto con fuerza, él me devuelve el gesto junto a una sonrisa triste. No puedo evitar seguir sintiéndome culpable por lo que pasó la otra noche, admito que actué mal por no perdonarlo enseguida y ahora estoy pagando la consecuencia.

—Empecemos por lo que pasó en el campamento. Perdón por reaccionar así —le digo finalmente.

—No te preocupes, te entiendo. Perdón por haber dejado que María me hiciera masajes y hacer que pensaras mal. Nunca quise que pensaras que te engañé —replica con tono sincero. Acaricio su mejilla, se queda bastante tenso y aparto la mano.

—Solo necesitaba pensar... Creo que exageré un poco.

—No, Olivia, no exageraste. Yo hubiera actuado igual. Cuando vi la foto en la que estás besando a Benjamín... —Aprieta la mandíbula—. Reaccioné de la misma manera. Menos mal que no los vi en la cabaña o no sé qué habría pasado, menos mal que no los vi haciendo eso.

Deja de mirarme y resopla antes de seguir vistiéndose.

—¿Dijiste que viste una foto? —cuestiono interesada. Él asiente rápidamente—. Te la envió María, ¿no?

—¡Qué importa! El problema acá es que vos besaste a Benjamín después de hacerme tremendo escándalo por haber hecho algo, ¡que no hice! —exclama cada vez más fuerte. Respiro hondo.

—¿Y en la foto se ve cuando lo empujo y le doy una cachetada? —interrogo arqueando una ceja. Abre la boca, pero titubea—. Vos mismo estabas cuando le dije que no quiero que se me acerque más. ¡Si no te lo dije fue porque él habló antes que yo! Y anoche, cuando te llamé, fue para confesártelo. ¿Qué te dijo María? Seguro te dijo que ni bien te fuiste vino Benjamín a casa y nos besamos y escuchó que teníamos sexo... —Él se rasca el puente de la nariz—. ¿Te dijo eso?

—Sí —admite. Ruedo los ojos.

—Es tan obvia. —Mira mi herida y suelto una risa—. Sí, esto fue producto de una pelea con ella, pero te digo que la dejé tirada en el suelo. —Me encojo de hombros y él abre los ojos con sorpresa—. No la maté porque me contuve, pero casi.

Las galletas de los deseos |EcdC#2|Where stories live. Discover now