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28 de enero, 2019

El micro sale a las ocho de la mañana y tenemos unas tres horas de viaje. No sé ni dónde es el lugar, solo dijeron que es en una especie de bosque en el que va a haber varias actividades. Yo solo rezo para que no haya osos.

En cuanto subimos al micro en el punto de partida y esperamos que más gente llegue, Kevin abre una bolsa de Cheetos y llena todo el vehículo de olor a pata. Me muero de vergüenza, aún más cuando comienza a comer y el sonido de los snacks crujientes retumba en todo el espacio que está en completo silencio. Me hundo en el asiento y me mira de reojo.

—¿Qué? —cuestiona con la boca llena.

—¿Cómo podés comer eso a las ocho de la mañana? —interrogo frunciendo el ceño. Se encoge de hombros.

—Tengo hambre, ¿querés?

Resoplo y niego con la cabeza. Estoy por responder cuando esa voz tan chillona interrumpe mi atmósfera de tranquilidad y sube corriendo al micro. Nos busca con la mirada, sonríe y detrás de ella sube quien menos me esperaba: Benjamín. Bueno, tal vez sí me lo esperaba. Este viaje va a ser horrible.

Mi acompañante toma mi mano, a pesar de que la suya está toda engrasada por los chizitos, pero no me interesa.

Ellos deciden sentarse en el asiento delante de nosotros para "charlar" durante el viaje. Yo voy a dormir las tres horas, lo que menos voy a hacer es hablar.

—Qué feo olor —comenta la rubia arrugando la nariz. Contengo una carcajada.

—Deberías bañarte —replico. Kevin hace una especie de pedo con la boca, como si hubiera intentado no reírse. Benjamín esboza una sonrisa divertida y la única seria es María, que me mira con los ojos entrecerrados.

—Quizás la sucia seas vos —se defiende rodando los ojos. Me encojo de hombros y miro a Kevin sonriendo.

—¿Cuándo fue la última vez que nos bañamos, amor? ¿El mes pasado? —interrogo con tono burlón. Hace una mueca pensativa fingida.

—Creo que en octubre —dice él siguiéndome el juego. Hasta Benjamín se ríe, pero su acompañante sigue con esa expresión de irritación.

Nos quedamos en silencio cuando más personas suben al micro. ¿Estos van a ser nuestros compañeros de campamento? Tienen aspecto raro, pero me da igual, seguro son mejores personas que la rubia.

Cuando el viaje al fin comienza, una hora más tarde de lo previsto, apoyo mi cabeza en el regazo de Kevin y ambos decidimos dormir un ratito, así el tiempo pasa más rápido y llegamos al destino en un abrir y cerrar de ojos.

Un cántico horrible hace que nos despertemos y miramos a los pasajeros con confusión.

—¡Chofer, chofer! ¡Apure ese motor, que en esta cafetera nos morimos de calor! —cantan. ¿Estamos en un jardín de infantes?—. ¡Vamos de paseo...! Pi, pi, pi, ¡en un micro feo! Pi, pi, pi, ¡pero no me importa! Pi, pi, pi, ¡porque llevo torta!

¡Ay, por Dios! Esto es increíble, todos tenemos más de treinta años, ¿por qué cantan estas estupideces? Miro a Kevin con incredulidad cuando se une al coro, incluso mi ex canta y es increíble porque él siempre fue demasiado serio y esto le hubiera parecido horrible hace unos años.

Frunzo el ceño y niego con la cabeza. Este viaje va a ser peor de lo que esperaba. Decido desenroscar los auriculares y pongo mi música ideal para viajar: románticos latinos, comenzando con Fuego de noche, nieve de día de Ricky Martin. Me pongo a jugar a atender clientes y decorar tortas con el celular y el tiempo se me pasa así. Que no crean que voy a socializar mucho y menos ahora que sé que son todos unos tontos que cantan música infantil en una excursión para adultos. Y miren que yo soy infantil a veces, pero esto es el colmo.

Las galletas de los deseos |EcdC#2|Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz