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22 de marzo, 2019

La semana pasó más rápido de lo que pensaba. Estar en cama, apenas levantarme para ir al baño o comer está provocando que el tiempo pase volando, sobre todo porque al no poder hacer casi nada me la paso durmiendo.

Kevin me ayuda demasiado. Me trae el desayuno a la cama, me trae todo lo que quiero (y lo que no también), incluso a veces me prohíbe salir de la habitación y no tengo idea de porqué. Últimamente se está comportando raro, sale a hablar por teléfono afuera, a veces me despierto y él no está en casa, lo noto preocupado y no es por el embarazo. ¿Apenas llevamos una semana de casados y ya me engaña? ¿Todo porque no podemos tener sexo por un mes?

Ahora lo escucho cuchichear por teléfono y me levanto con lentitud para acercarme a la puerta entreabierta. Agudizo un poco el oído para escuchar un poco mejor.

—Yo había dejado todo preparado para que lo hicieran mientras no estábamos —dice con tono firme—. Lo hicieron bien, creo que no se dio cuenta de los cambios, pero ahora toca lo más difícil... Sí, en una hora salimos. —Se queda un instante en silencio y ríe—. Lo necesito para mañana, voy a ver a cómo hago, lo importante es que no note nada extraño.

Frunzo el ceño sin entender. ¿Qué cambios no tengo que notar? ¿Qué es lo que necesita? Escucho que se despide y luego pasos acercándose a la habitación, así que me siento en el borde de la cama para hacer de cuenta que recién me levanto. Sonríe cuando me ve y me da un beso en los labios.

—Justo venía a despertarte —comenta—. ¿Cómo te sentís? ¿Querés un durazno? ¿Qué querés desayunar? ¿Te ayudo en la ducha? ¿Cómo...?

—Kevin, por Dios, tranquilo. Ahora me voy a bañar, puedo sola. Prepará el desayuno, me da igual lo que sea, pero que no sea muy cargado porque tenemos que ir a hacer la eco, ¿te acordás? —contesto.

—Sí, obvio que me acuerdo. Hoy voy a ver a ellos, ellas o él y ella, es imposible olvidarme de eso, estuve ansioso toda la semana.

Me río porque sigue nombrando las combinaciones de los bebés. Lo acaricio un instante y me dirijo al baño. Ya no tengo más sangrado, por suerte, pero las náuseas siempre me agarran en cuanto me muevo, como si despertaran conmigo.

Me doy una ducha rápida, me visto y salgo. Kevin trajo el desayuno a la cama, pero él aparece un momento después con un ramo hermoso de rosas rojas. Esboza una sonrisa y me las da.

—Feliz aniversario de una semana de casados —dice ampliando su sonrisa. Lo miro sorprendida y me río.

—¿Vas a festejar todas las semanas? —interrogo arqueando una ceja. Me acerco y lo abrazo para darle un beso lento que él intensifica.

—No, voy a ser demasiado pesado. —Se ríe—. Pero si fuese por mí, festejaría todos los días. —Acaricia mi cintura y me da otro beso—. Vamos a comer o se nos va a hacer tarde.

Se sienta en la orilla de la cama y da unas palmaditas a su lado para que me siente ahí, cosa que hago. Comenzamos a desayunar en silencio, él suspira y se rasca el cuello con nerviosismo.

—Esta noche te voy a dejar con Joaquín y Estela —anuncia con expresión avergonzada, mirando a la tostada que tiene en su mano—. Tengo un asunto con mi papá y no voy a estar para cuidarte.

—Yo puedo estar sola unas horas —contesto rápidamente con tono firme—. Voy a dormir toda la noche, no me va a pasar nada.

—Oli, me preocupa dejarte sola. Ya hablé con ellos y están de acuerdo, no las molesté a tus amigas porque ellas tienen bebés y quizás no puedas dormir bien si lloran de noche o algo de eso. Mañana vamos a...

Las galletas de los deseos |EcdC#2|Where stories live. Discover now