Custodio

By Karla5SOS1D

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Si no sigues las reglas, hay un castigo, si no comes tus verduras, hay un castigo, si no haces tu tarea, hay... More

Custodio
Prefacio
Prólogo
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIII
Capítulo XIV
Capítulo XV
Capítulo XVI
CapÍtulo XVII
Capítulo XVIII
Capítulo XIX
Capítulo XX
Capítulo XXI
Capítulo XXII
Capítulo XXIII
Capítulo XXIV
Capitulo XXV
Capitulo XXVI
Capítulo XXVII
Capítulo XXVIII
Capítulo XXIX
Capítulo XXX
Capítulo XXXI
Capítulo XXXII
Capítulo XXXIII
Capítulo XXXIV
Capítulo XXXV
Capítulo XXXVI
Capítulo XXXVII
Capítulo XXXVIII
Capítulo XXXIX
Capítulo XLI
Capítulo XLII
Capítulo XLIII
Capítulo XLIV
Capítulo XLV
Capítulo XLVI
Capítulo XLVII
Aviso
Capítulo XLVIII
Capítulo XLIX
Capítulo L

Capítulo XL

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By Karla5SOS1D

Jueves 12 de mayo del 2016

El clima en Quebec era muy parecido al de Toronto, pero sin duda las mañanas eran mucho más bonitas.

Nos encontrábamos todos desayunando en el restaurante del hotel, las paredes eran de un color claro y tenían unas ventanas enormes por las que se reflejaba el sol, había un montón de personas alrededor hablando y riendo. Todo parecía una escena de película. Tranquilo y armonioso.

Justo a dos mesas de nosotros había un grupo de jóvenes de no más de 25, dos chicas y un chico, se reían como si hubieran escuchado el chiste más gracioso del mundo, sus risas llegaban hasta nuestra mesa pero lejos de molestarme me acariciaron el corazón. Sólo podía pensar en Ethan y Skyler y en cuánto deseaba que pudiéramos disfrutar de una salida así como antes, sin preocupaciones. Luego de varios segundos un cuarto chico se sentó en la mesa, no sin antes dejar un tierno beso en el cabello de una de las chicas, eran dos parejas. Sonreí con melancolía, me pregunto si alguna vez podré tener algo así.

—Jayden, ¿no vas a comer nada?

La pregunta de Scott me sacó de mi burbuja de pensamientos haciéndome voltear instantáneamente hacia él, sus ojos verdes miraban directamente hacia el chico a mi lado.

—Me parece que hay algo que le interesa mucho más que la comida —se burló Aaron mientras cabeceaba discretamente hacia mí.

Giré la mirada para ver como los bonitos ojos azules de Jayden estaban posados sobre mí mientras una sonrisa delicada enmarcaba su rostro.

Sentí como me revoloteó el estómago y me vi obligada a carraspear para alejar la vista del grupo de chicos en la mesa que me miraban divertidos.

Apenas notó mi incomodidad se irguió en la silla y colocó ambos codos sobre la mesa para llamar la atención de todos los ahí presentes, con una pequeña sonrisa burlona en los labios, idiota—: Terminen de comer, hay unas cosas que tenemos que ver antes de irnos de aquí.

Los chicos volvieron sus miradas a sus platos con una sonrisa burlona en los labios, tuve que desviar la mirada hacia la ventana para evitar lanzarles una mora a la cabeza.

Había pasado una semana exacta desde que llegamos, las cosas habían estado muy tranquilas, Jayden y los chicos pasaban la mayor parte del día en una de las habitaciones haciendo no sé qué tantas cosas, de vez en cuando salían a hacer quién sabe que tanto y casi al terminar el día nos reuníamos para cenar todos juntos, un par de ocasiones Jayden se escabulló para llevarme a dar un paseo, pero fuera de eso estuve casi toda la semana encerrada en la habitación del hotel viendo películas y series.

En Toronto todo parecía bastante tranquilo, Sky se encargó de mantenerme al tanto de todo, pero no había mucho qué decir, Ethan solo iba a la universidad y Alec no volvió a aparecer después de aquel incidente, todo parecía estar en orden.

Unos toques en mi puerta interrumpieron mi película, me levanté de la cama, no sin antes pausar a Sam Claffin un segundo antes de irse a USA y dejar a una embarazada Lily Collins en Inglaterra y caminé para abrir la puerta, Jayden se encontraba recargado en el marco con una sonrisa en los labios.

—¿Lista para irnos?

Asentí—: ¿y los demás?

—Bueno —alargó—, los chicos aún tienen que arreglar unos últimos detalles, así que tú y yo nos adelantaremos, ¿estás bien con eso?

—¿Tú estás bien dejando a ese quinteto de amigos tuyos solos en Quebec? —arqueé la ceja.

Rió—: Creo que pueden defenderse.

Analicé su comportamiento, su mirada se sentía bastante pesada y parecía hablar con un ligero toque de premura, sin embargo sus gestos y su cuerpo parecían estar tranquilos. Jayden siempre fue una persona muy difícil de leer, y esta vez no era la excepción, así que decidí ignorar la vocesita en mi interior y me limité a sonreírle de lado para después asentir.

—Entonces está bien.

Me dio una última sonrisa antes de introducirse en la habitación y tomar la maleta que estaba sobre la cama.

Nos montamos en el auto y comenzamos el viaje de regreso. Los viajes en auto siempre me habían dado mucho sueño y este no era la excepción, apenas tomamos la autopista cerré los ojos y caí en un profundo sueño.

Lo primero que aprecié al recuperar la conciencia fue el sonido de "Look what you made me do" sonando en las bocinas del auto.

—¿Siempre has sido fan de Taylor Swift? —murmuré aún con los ojos cerrados.

Rió por lo bajo, no necesitaba verlo para darme cuenta de que una sonrisa enmarcaba su rostro.

—¿Dormiste bien?

Bostecé por lo bajo y estiré mi cuerpo lo más que pude evitando golpear a Jayden, asentí.

—Lamento haberte dejado solo todo el camino.

—Está bien, disfruté escucharte hablar mientras estabas dormida.

Abrí la boca con indignación—: Yo no hablo dormida.

—Eso crees.

Antes de decir algo más miré alrededor y después volví mi mirada hacia Jayden con una profunda confusión.

—Creí que volvíamos a Toronto —lo miré on extrañeza—, ¿en dónde estamos?

Tensó la mandíbula y reforzó su agarre al volante, soltó un suspiro casi sordo y me miró por un segundo fugaz antes de volver su mirada al camino.

—No quise decirte antes para no alarmarte, pero nos descubrieron.

Un fuerte latido de mi corazón me tapó los oídos y me provocó un ligero dolor de cabeza.

—¿¡Qué!? ¿Cómo lo sabes? ¿Y los chicos? ¿Qué pasó?

—Kelsey, tranquilízate, por favor, todo está bien. Hace rato que terminamos de desayunar Mason salió del hotel y vio a Noah cerca de Saint David, no sabemos con exactitud si nos encontraron o si estaban a punto de, pero no podía arriesgarme a descubrirlo. Aún teníamos que arreglar unas últimas cosas así que los chicos se quedaron a poner todo en orden y yo me voy a encargar de ponerte a salvo.

—Jayden, pudiste decírmelo antes.

—Ya te lo dije, no quería alarmarte —bisbiseó—. Lo siento.

Respiré con profundidad un par de veces para poder tranquilizar mi corazón que latía con adrenalina, negué.

—Está bien, no tienes por qué disculparte, lo entiendo. Sólo... estoy preocupada.

—No te preocupes por ellos, pueden parecer unos idiotas pero son muy inteligentes.

Asentí, acomodé de nuevo mi espalda en el respaldo del asiento y dirigí mi vista hacia el frente.

—¿En dónde estamos? —pregunté una vez que estuve más tranquila.

—En Kingston.

Abrí los ojos con sorpresa, podía ver el brillo que había en sus ojos con solo mirar el camino, esta era su ciudad.

—¿A dónde vamos exactamente?

Sonrió desmesuradamente—: eso lo descubrirás cuando lleguemos.

Decidí no hacer más preguntas y sólo admirar el brillo en su rostro, creo que muy pocas veces lo había visto con una expresión así, estaba fascinado.

Condujo por un rato más contándome anécdotas de cada lugar por el que pasábamos, parecía un niño pequeño contándole a su madre lo que había hecho en un campamento de verano, el brillo destellaba de sus preciosos ojos azules y la felicidad se derramaba en sus palabras.

Tras un recorrido considerable aparcó afuera de una casa, estaba un poco retirada de las demás, tenía un precioso color cobrizo y detalles más oscuros, era de dos pisos y tenía una cochera cerrada, Jayden aparcó afuera de esta, bajó del auto, abrió mi puerta y me extendió una mano, la tomé y me condujo hasta la entrada donde una bonita placa dorada escribía el apellido "Callaghan" en letra cursiva negra. Tocó.

—¿Esta es tu casa?

Se giró a mirarme con un sentimiento que no pude descifrar en sus ojos, asintió—: Aquí vivía con mi madre antes de... ya sabes, todo.

Antes de que pudiera decir algo más la puerta se abrió dejando frente a nosotros a una mujer de no más de 40 años, de estatura baja, piel morena y cabello castaño al igual que sus ojos, los cuales no expresaban nada más que dulzura pura; llevaba un traje clínico color lila y una sonrisa en el rostro.

—Jayden —saludó efusiva antes de abrazarlo con fuerza por la cintura, el rostro de Jayden mostró una tierna sonrisa y la rodeó por los hombros.

—Hola, Clara.

—¿Por qué no habías venido? Pensé que algo malo te había pasado, estábamos muy pr–

Detuvo su oración apenas sus ojos se percataron de que yo estaba ahí, me miró con confusión a lo que me limité a sonreír con incomodidad.

—Clara —habló Jayden para después apegarme un poco más a él—, ella es Kelsey.

El entendimiento pareció cruzar por su rostro.

—¿Es esa Kelsey de la que tanto hablabas?

Sentí el cuerpo de Jayden tensarse y por primera vez vi algo en su rostro que jamás había visto antes, rubor. No pude evitar casi ahogarme con la risita que tuve que contener en mi interior. Clara sólo rió y me extendió los brazos.

—Soy Clara Lange, la enfermera de la señora Callaghan, un placer.

Un sentimiento indescriptible se cruzó en el abrazo que me brindó Clara, fue un vuelco a mi corazón al escuchar "la enfermera de la señora Callaghan", el saber que su madre seguía con vida me llenó de alegría, al mismo tiempo que el no saber su estado de salud actual me llenó de preocupación.

—Soy Kelsey Blakeman, amiga de Jayden.

Amiga.

Un carraspeo por parte de Jayden nos obligó a poner la atención sobre él.

—Creo que deberíamos entrar.

Clara asintió y dijo que iría a preparar un poco de café para nosotros mientras Jayden dijo que iba a meter el auto a la cochera. Por un momento me quedé sola en el living, era la casa más acogedora que había visto en mi vida, las paredes claras y el suelo de madera, la chimenea alumbraba de una manera impresionante el salón que recibía poca luz del cielo que ya estaba oscureciendo, los sillones cafés hacían juego con las cortinas en las ventanas, había un enorme y precioso candelabro colgando del techo y había retratos por todas partes; no pude resistirme a mirar el cuadro más grande de toda la sala, una señora rubia con enormes ojos grises y un precioso vestido rojo ceñido a su figura estaba siendo abrazada por un pequeño niño de no más de diez años, con el cabello castaño casi rubio alborotado y unos preciosos ojos azules que brillaban casi tanto como los de su madre, el pequeño Jayden vestía un traje de vaquero y abrazaba a su madre con fuerza.

Mi corazón se estrujó en mi pecho.

—Fue mi fiesta de ocho años.

La voz de Jayden me sobresaltó, dejé de mirar al Jayden de ocho años para mirar al de veinte. Su mirada estaba perdida en el retrato. Las palabras no salieron de mi boca por un largo rato por miedo a interrumpir sus pensamientos.

—¿Eras fan de los vaqueros?

Creo que fue lo más estúpido que pude decir.

Me sonrió de medio lado—: No tanto como de Taylor Swift.

Solté una carcajada que intenté aminorar llevándome la mano a la boca. Jayden acompañó mi risa con una un poco más calmada, pero encantadora. Sus ojos estaban fijos en mí, apenas me percaté de eso, mi risa fue sustituida por un carraspeo.

La sonrisa en los labios de Jayden se ensanchó.

—Tienes una risa preciosa.

No sabía si era el fuego de la chimenea o las palabras de mi acompañante, pero de pronto sentí un calor intenso en mi cuerpo que se concentró en mis mejillas.

Le doy gracias al cielo que Clara entró al salón, Jayden se giró hacia ella y se susurraron un par de cosas, finalmente ella se retiró del living y Jayden volvió a fijar su mirada en mí, tanteó un par de segundos antes de hablar.

—Ven —me extendió la mano—, acompáñame.

Miré su mano y luego sus ojos, sentimientos tan puros despedían de ellos, nerviosismo y expectación.

Casi en automático tomé su mano. El tacto de su piel contra la mía era algo que jamás iba a terminar de disfrutar, me erizaba la piel y me acariciaba el corazón.

Me dirigió a través de la casa, pero no le presté atención a nada más que a sus pasos que aunque parecían firmes podía ver la ansiedad que emanaba de su cuerpo.

Llegamos al final del pasillo, una puerta blanca nos separaba de lo que había al interior de la habitación. Casi por instinto, me detuve antes de que Jayden girara la manija, giró su rostro hacia mí con los sentimientos escapándose de sus ojos.

Me sonrió con tanta pureza que me derretí.

—Tranquila —apretó mi mano—, hay alguien a quien quiero presentarte.

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