Custodio

By Karla5SOS1D

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Si no sigues las reglas, hay un castigo, si no comes tus verduras, hay un castigo, si no haces tu tarea, hay... More

Custodio
Prefacio
Prólogo
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIII
Capítulo XIV
Capítulo XV
Capítulo XVI
CapÍtulo XVII
Capítulo XIX
Capítulo XX
Capítulo XXI
Capítulo XXII
Capítulo XXIII
Capítulo XXIV
Capitulo XXV
Capitulo XXVI
Capítulo XXVII
Capítulo XXVIII
Capítulo XXIX
Capítulo XXX
Capítulo XXXI
Capítulo XXXII
Capítulo XXXIII
Capítulo XXXIV
Capítulo XXXV
Capítulo XXXVI
Capítulo XXXVII
Capítulo XXXVIII
Capítulo XXXIX
Capítulo XL
Capítulo XLI
Capítulo XLII
Capítulo XLIII
Capítulo XLIV
Capítulo XLV
Capítulo XLVI
Capítulo XLVII
Aviso
Capítulo XLVIII
Capítulo XLIX
Capítulo L

Capítulo XVIII

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By Karla5SOS1D

Sábado 26 de marzo del 2016

—¿Irás a la fiesta del viernes? me preguntó luego de haber terminado de deglutir las papas fritas que se había llevado a la boca.

Nunca podía hablar con él sin que estuviera comiendo.

Skyler nos dijo ayer por la tarde que los "Dioses griegos" le dijeron que la fiesta sería el próximo viernes.

No lo sé... ¿qué hay de ti?

Alguien tiene que cuidarlas cuando se pongan ebrias.

Ethan —sentencié—, tú eres el que se pone ebrio.

Ambos reímos.

Alec también irá. Vamos, tienes que ir, así le quitas ese humor de perro que trae desde hace unas semanas —resopló.

Reí, lo pensé durante varios segundos.

Quizá podría... uhm...

Me costaba trabajo inclusive sólo pensarlo.

—¿Pedir permiso?se burló.

Suspiré con pesadez.

Sí, eso, supongo.

Vaya —rió—, estoy sorprendido.

Cierra la boca, Heron —reí con él.

No sabía que tan accesible podría ser Jayden si le pedía permiso por primera vez en la vida.

Quizá me diría que sí... pero si recibía un no por respuesta me volvería loca.

Una suave y tranquila melodía inundó mi llamada con Ethan, pero no provenía del otro lado de la bocina.

¿Eso provenía de mi casa?

—¿Kelsey? ¿Sigues ahí?

Sí, uhm, te llamo después para avisarte si iré o no.

Seguro.

No se escuchaba muy convencido, pero aún así colgué la llamada y salí de mi habitación, me acerqué a hurtadillas al lugar de donde provenían las notas, la habitación al final del pasillo.

¿Era Jayden tocando?

Lo imaginé, sentado en su cama, con la guitarra sostenida entre sus manos y sus dedos rozando con suavidad las cuerdas del instrumento. Estaba perdiéndome en serio en el sonido de los acordes, notas que se repetía una y otra vez, hasta que se detuvieron.

—Se escucha mejor del otro lado de la puerta.

Me sobresalté y me retiré con rapidez de la puerta para después ver cómo Jayden la abría con una sonrisa en los labios.

—¿Tienes ojos en todas partes?

Él soltó una risa lenta, no fue arrogante, o burlona, sólo fue una risa.

—¿Quieres entrar o prefieres escuchar desde aquí?

Se hizo a un lado, dándome total acceso a su habitación, dudé varios segundos en proceder, pero a fin de cuentas lo hice.

Mis ojos inspeccionaron con rapidez la habitación, era simple, justo como era antes de que él llegara. Las paredes blancas, las cortinas doradas, la cama, el espejo, la cajonera, el ropero, el escritorio, la silla, la lámpara, todo igual, no había movido ninguna cosa, inclusive parecía que nadie vivía aquí. La única diferencia era la guitarra sobre la cama y la maleta sobre la cajonera.

Una maleta llena de ropa sin desempacar.

Fruncí el ceño.

—¿Sí sabías que eso —señalé el ropero— es para guardar ropa?

Volvió a reír mientras acercaba la silla del escritorio a la cama.

—No he tenido tiempo de desempacar —se encogió de hombros.

Lleva casi un mes aquí, la mayoría del tiempo esta en casa, ¿y no había tenido tiempo para desempacar?

—Deberías darte el tiempo, así parece que estás listo para escapar de aquí en cualquier segundo.

Se sentó en la cama y me miró al rostro, no a los ojos. Su mirada reflejaba algo que pude deducir como inquietud, pero fue momentáneo, instantáneamente se giró y tomó la guitarra.

—Creí que venías a escucharme tocar y no a darme consejos de decoración de interiores.

Reí y me senté en la silla que había acercado, me miró pidiéndome permiso para proseguir, asentí.

Acomodó la guitarra, su mano izquierda sobre el mástil y los dedos de su mano derecha sobrepuestos en las cuerdas, respiró con ligereza y empezó a tocar.

Tenía razón, se escuchaba mejor de este lado de la puerta.

De nuevo, la misma parte que se repetía hace un rato, sus dedos rozaban las cuerdas con delicadeza, no usaba plumilla. Su mirada estaba concentrada en las pisadas que daban sus dedos izquierdos, sus facciones estaban relajadas.

Nunca lo había visto tan tranquilo.

Era como ver a un ángel tocando el arpa.

Reí ante mi comentario inconsciente, Skyler me estaba envenenando el cerebro.

La melodía se detuvo por unos microsegundos, y entonces... comenzó a cantar.

Mis ojos se abrieron de par en par, el aire abandonó mis pulmones sin piedad y un escalofrío recorrió toda mi espina dorsal.

Cantaba, de verdad cantaba. Su voz era profunda, lenta y melodiosa. No hacía esfuerzos, pareciera que le resultaba tan fácil como hablar.

Cantaba Jealous de Labrinth, y ahora esta era mi versión favorita.

Las notas se mezclaban perfecto con su voz, los dedos de su mano izquierda se movían constantemente cambiando las pisadas, los dedos de su mano derecha rozaban con suavidad las cuerdas, sus ojos estaban concentrados en sus movimientos y sus labios abrazaban cada palabra que salía de su boca, era completamente embriagador.

—¿Y bien?

Regresé a mí, su mirada estaba fija en la mía, translúcida, con un brillo destellante; sus manos estaban sobre la guitarra y una bonita sonrisa adornaba su rostro.

—¿Eso fue todo?

La sonrisa se ensanchó en su rostro, acomodó la guitarra sobre la cama.

—¿En dónde estabas?

No podía dejar de mirar su sonrisa, no era arrogante, o egocéntrica, o burlona. Era una sonrisa pura, una sonrisa preciosa que te arrancaba el aliento y te dejaba sin palabras.

Tanteé lo que iba a decir, estaba de verdad muy en shock.

—... Estaba escuchando —bisbiseé y de verdad quisiera actuar normal—... fue increíble.

—Bueno —se encogió de hombros, ya esperaba su respuesta arrogante—, gracias.

Sólo eso, sólo "gracias". No un "era de esperarse", ni un "claro que lo fue", ni siquiera un "todo lo que yo hago es increíble, Kelsey, por todos los cielos".

Un "gracias", sincero y gentil.

Su mirada viajaba de un lado a otro en mi rostro y su sonrisa no abandonaba sus labios.

—¿Desde cuándo tú —hablé para cortar la tensión que sentía—... desde cuándo tocas la guitarra?

En este momento quisiera golpearme con una piedra en la cabeza para devolver mi cerebro a su lugar y así poder dejar de balbucear.

Esperaba que a Jayden le divirtiera la situación, como siempre le divertía hacerme sufrir. Sin embargo esta vez sólo parecía estar enternecido.

—Desde que tenía once, mi madre —alargó— me metió a clases de guitarra.

—Fue una buena inversión.

De nuevo, una risa sorda que le sacudió el pecho.

—Sí, creo que sí —se encogió de hombros y se recargó en el respaldo de la cama—. Bien, ya sabes lo suficiente de mí, casi tanto como yo de ti.

—No, tú sabes de mí lo que mis padres te dijeron, y ellos no saben nada de mí.

—Entonces —alargó— dime algo sobre ti.

—¿Como qué?

—Por ejemplo —pensó unos segundos—, ¿desde cuando conoces a Skyler?

—Desde el jardín de niños.

—¿A ella y a Tessa?

Rodé los ojos.

—¿Quieres no mencionarla? Pasaste el resto de la semana hablando con ella en las salidas.

—Sólo fueron dos días —rió.

—Si de vedad te interesa —corté—, sí, a las dos.

—¿Y qué pasó entre ustedes?

Se reincorporó y se acercó a mí.

—Cuando estábamos en onceavo grado conocimos a Ethan y a Alec.

—El imbécil de tu novio.

Rodé los ojos y asentí.

Rodé los ojos, pero no estaba molesta.

—Ellos estaban en último año, las chicas de mi grado estaban locas por ellos —reí—. Comenzamos a salir los cinco, nos hicimos súper cercanos. Un día en una fiesta Alec me confesó que estaba enamorado de mí, yo también sentía algo por él así que... nos besamos. Luego de eso Tessa me lanzó su bebida en la cara.

—¿No hay un código de amigas que prohíba que te beses con el que le gusta a tu amiga?

—Ella no me dijo que le gustaba —obvié.

–Vaya —suspiró—, sí se vuelven locas por los idiotas.

—Sí sabes que ella está loca por ti, ¿no? —arqueé una ceja con un mohín.

Ni siquiera entendía porque me molestaba eso.

Él comenzó a reír con intensidad mientras negaba con la cabeza.

—No sé si debería sentirme ofendido o halagado.

Negué con la cabeza. No quería hablar más sobre el tema de Tessa.

—Esa es la historia.

Pasaron varios segundos en silencio, su mirada estaba sobre no sé dónde pero la mía miraba la guitarra sobre la cama, era increíble que un instrumento tan simple despertara tantas emociones.

—¿Y no tocas la guitarra?

Retiré mi mirada del instrumento para mirar su rostro.

—¿Te estás burlando? —encarné una ceja.

—Quizá sí, un poco —rió.

Su risa era burlona, pero no de manera arrogante, sólo divertida.

—No —negué—, no sé tocar la guitarra. Sé tocar el piano.

Abrió los ojos con sorpresa.

—Eso es increíble.

—Mhm —me encogí de hombros—, no tanto.

—¿Y por qué no?

—Nunca he sido fan del piano.

—¿Y por qué lo tocas?

Suspiré.

—Mis padres me metieron a clases de piano y a Sean de guitarra para mantenernos ocupados por las tardes —reí—. Había veces en las que me escapaba de mis clases y entraba a las de Sean. Era maravilloso escucharlos tocar. Quiero decir, no todos los días tocaban bien —me burlé, había veces en las que casi perforaban mis tímpanos—, pero era increíble escucharlos.

—Así que siempre has sido fan de la guitarra, ¿uh?

Me encogí de hombros.

—Cuando era pequeña mi abuelo tocaba para mí cuando no podía dormir por las pesadillas, todas las canciones habían sido compuestas por él.

Sus recuerdos no se borraban de mi memoria, lo recordaba sentado a mi lado, tocando la armonía lenta y relajante, y su voz áspera que me arrullaba.

—Cuando él murió —continué— me dejó sus notas, y su vieja guitarra.

—¿Y qué sucedió después?

Preguntó con tanta rapidez que me sorprendió darme cuenta de lo interesado que estaba. Chasqueé la lengua.

—Mi madre y mi abuelo tuvieron una pelea muy fuerte meses antes de que él muriera. Cuando supo lo que me había dejado, escondió la guitarra y yo escondí las notas para que ella no las encontrara. Luego me metió a clases de piano, Sean fue a las de guitarra porque mamá no quería que estuviéramos juntos tanto tiempo —tragué saliva—. Por eso hubiera preferido aprender a tocar la guitarra antes que el piano.

Jayden escuchaba atentamente cada palabra que decía, su mirada estaba de nuevo en mi rostro, en mis ojos. Se mantuvo en silencio varios segundos antes de tomar la palabra.

—Yo te enseño.

Su voz era firme, interesada, sincera. Me sorprendió.

—¿Qué dices?

—Yo puedo enseñarte a tocar la guitarra.

—No puedo aceptar eso.

—Vamos, será divertido —se inclinó hacia mí—, así tendremos algo que hacer en lugar de pelear todo el tiempo, ¿no crees?

Su mirada estaba ansiosa, de verdad le interesaba esto. Parecía un niño que le pedía con ansias a su madre que le comprara un dulce.

Reí y negué.

—Quizá —asentí—, pero no hoy. Tengo cosas que hacer.

Me miró inquisitivo y luego volvió a recargarse.

—Está bien, pero no lo aplaces mucho, me cansaré de rogarte.

—¿Tú me vas a rogar a mí? —arqueé una ceja y reí.

—No, espera, yo no dije eso —negó y se reincorporó. Reí con más fuerza—. Maldición.

—Está bien, no escuché eso.

Reímos, nuestras risas fueron apagándose gradualmente hasta un punto en el que me permití pensar, ¿debería preguntarle lo de la fiesta? No quería arruinar el momento, quizá no volvería a tener un momento como este.

—Algo te inquieta —soltó sacándome por completo de mi debate mental—, dime qué es.

Lo miré durante varios segundos, suspiré.

—Sky me invitó a una fiesta en Muskoka Lakes el viernes y... ya sabes...

No sabía como hacer esto.

—¿Estas pidiéndome permiso? —inquirió, y le agradezco infinitamente eso. Me encogí de hombros— Vaya —suspiró—, está bien, voy a pensarlo.

Me sorprendí por su respuesta, "voy a pensarlo" era mejor que "no".

Asentí.

—Pero bueno, ahora tú sabes más de mí que yo de ti.

Lo miré sonreír de medio lado.

—Créeme, ángel, lo que sabes es todo lo que quieres saber.

Desvié la mirada y de nuevo me estremecí por las mismas míseras cinco letras.

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